Empantallados

Mª José Abad
Mª del Rocío García de Leániz
Luisfer Martínez
José Martín Aguado

Fragmento

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A modo de prólogo

¡Hola! Si estás empezando a leer este libro es que eres un valiente (o una valiente) y crees que es posible educar en un mundo lleno de pantallas; o que al menos merece la pena intentarlo. Enhorabuena, porque ese es sin duda el primer paso: tu actitud para querer integrar el entorno digital de una manera proactiva en la educación de tus hijos.

Los padres y los educadores nos enfrentamos con frecuencia a una batalla interior constante porque oímos mensajes contradictorios. Muchas veces pensamos en la educación con respecto a las pantallas como blanco o negro. Las corrientes de la opinión pública no ayudan; pasamos de un extremo a otro con relativa facilidad: de promover el acceso a una pantalla desde que nacen a defender que lo mejor es que no tengan móvil hasta los dieciocho años.

La realidad probablemente se parece más a una escala de grises. En España, a los diez años, un 20 por ciento ya tiene móvil propio; a los doce años, un 67 por ciento, y a los catorce años, más de un 90 por ciento.[1] Esta situación conlleva algunos riesgos que querríamos evitar y muchos retos pendientes para conseguir una convivencia saludable con la tecnología. Aunque todavía hay muchas incógnitas sobre cuál es el mejor modo de educar en un mundo lleno de pantallas, también hay muchas certezas.

En Empantallados llevamos más de cinco años dedicados a escuchar las dudas y las preocupaciones de padres y madres; a investigar cuál es el impacto de las pantallas en la vida familiar, y a hablar con numerosos expertos de la educación, la salud y la tecnología.

Lo cierto es que la mayoría de las situaciones que nos plantean los padres son similares. Y lo que a primera vista parece imposible de solucionar… puede mejorarse cambiando determinados hábitos y teniendo en cuenta algunas propuestas que encontrarás en estas páginas.

UNA OPORTUNIDAD PARA EDUCAR

Nuestros hijos no han elegido nacer ahora, pero nosotros sí tenemos la responsabilidad de acompañarlos. Quizá no sea una tarea fácil, pero sabemos que si tú como padre o educador te implicas, muchas cosas cambiarán.

En primer lugar, es difícil porque no tienes una tradición familiar previa a la que apelar en caso de duda: ¿cómo hacía mi padre o mi madre para que no usase tanto el móvil?, ¿cómo gestionaba mi abuela las comidas familiares con tanta pantalla?

Y, en segundo lugar, está claro que cada época tiene su afán y sus retos educativos propios. Nicholas Carr, famoso por su artículo «Is Google Making Us Stupid?» y su libro Superficiales, subraya que internet está modificando nuestro cerebro. Es verdad que un uso abusivo de las pantallas puede perjudicarnos, pero es interesante ver como ese mismo autor reconoce que en la época de Sócrates muchos se llevaron las manos a la cabeza con la introducción de la escritura, que consideraban una amenaza que los convertiría en «pensadores menos profundos».

«Mucho mejor que una palabra escrita en el agua de la tinta es una palabra grabada por la inteligencia en el alma del que aprende», afirmaban. Esta sentencia es el reflejo de las tensiones creadas por la transición de una cultura oral a otra escrita. Hoy día resulta obvio el valor de la alfabetización y nadie querría ser analfabeto... Estamos convencidos de que, igual que la escritura y los libros, las pantallas son una herramienta que, bien utilizada, puede llevarnos muy lejos.

A raíz del confinamiento por la COVID-19, la tecnología nos demostró su gran capacidad para permitirnos estar conectados, trabajando, con clases online… (¡qué diferente hubiera sido el confinamiento sin internet!). Pero también nos hemos dado cuenta de que es más necesario que nunca pararse a reflexionar sobre cuál queremos que sea el papel de las pantallas en nuestra vida y en la de nuestros hijos: aprovechando todas las potencialidades y canalizando las facetas que no son tan positivas. Puede que se te haya ido de las manos el uso que hacéis en casa de las pantallas, pero nunca es tarde para poner un poco de orden.

El momento es ahora; nunca es demasiado pronto y nunca es demasiado tarde para empezar.

En definitiva, la tecnología y el entorno digital pueden ser una gran oportunidad para educar. También en muchos aspectos que a primera vista no tienen nada que ver con las pantallas sino con educar el carácter de los más jóvenes, y que los llevarán a ser más felices hoy y en el futuro.

¿QUÉ ENCONTRARÁS EN ESTE LIBRO?

Nuestra intención es que este libro te ayude en tu tarea educadora, por lo que hablaremos no solo de lo que caracteriza a esta nueva generación (el diagnóstico), sino cómo poder educarla (pautas educativas, que puedas poner en práctica a partir de hoy mismo). Subraya y toma notas de lo que más te ha llamado la atención y podrás incluirlo en el Plan Digital de tu familia, que crearás en la segunda parte.

Asimismo, queremos que este libro te sirva como manual de consulta: podrás acudir al índice por edades y también a la sección de preguntas frecuentes.

Es un libro que quiere acompañar a padres y educadores en las diferentes fases: podrás regalarlo a alguien que acaba de tener un hijo, o a quien te comenta que no sabe qué hacer con su hijo adolescente que no suelta el móvil. Además, te ayudará a ti a tener una relación más consciente con la tecnología.

¡Empezamos!

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Introducción: ¿una cuestión de tecnología o una cuestión de educación?

No nos sorprende estar en un restaurante y ver como el niño de la mesa de al lado abre absorto la boca mientras su padre sostiene con una mano el smartphone y con la otra trata de atinar la cuchara dentro de la boca del pequeño.

Tampoco nos impresiona ver en una sala de espera la tranquilidad de un niño de cinco años mientras sus pulgares se mueven ágilmente por la tablet para matar marcianos.

Niños que saben hacer scroll antes que hacer la pinza con los dedos para sostener un lápiz. Apps educativas que prometen horas de sosiego a los padres mientras los niños aprenden idiomas, números o letras a ritmo de animaciones y canciones.

La tecnología nos acompaña en la educación de nuestros hijos como si fuera un miembro más de la familia. Interactúan con ella, ríen, se asombran y lloran si no les dejamos estar más tiempo junto a ella. ¿Es buena esa nanny digital que nos permite hacer un descanso mientras nuestros hijos parecen estar aprendiendo siempre algo nuevo?

Si educar significa ayudar a nuestros hijos a crecer como personas para que sean felices, ¿busca la tecnología ese mismo objetivo?

Como padres, sabemos que la educación es una carrera de fondo cuya culminación no se vislumbra hasta pasado un tiempo. Desafíos, progresos, errores, alegrías, metas que parecen lejanas, objetivos que no creíamos alcanzar y que un buen día están presentes en la rutina de nuestr

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