Misterios a domicilio 9 - Peligro de chichón

Begoña Oro
Begoña Oro

Fragmento

cap-2

Chufa es la vecina del bajo A. Vive con Lola. Entre Chufa y Lola suman aproximadamente mil años, pero son muchísimo más modernas que Alberto, que tiene mi edad. De hecho, las llamamos así: «Las Modernas».

Les tenemos mucho cariño y esperamos que duren mil años más. Las dos están un poco muy sordas, pero, por lo demás, están como una rosa. Aunque –hay que reconocerlo– tienen una edad. Por eso, Chufa y una ambulancia era una combinación que no molaba nada.

—¡Chufa! —volvió a gritar mi padre.

—¡Chist! —le mandó callar Olivia.

Quería oír qué decían.

¡Y entonces oímos la voz de Chufa! ¡No estaba muerta!

Lo que sí estaba era enfadada. Muy enfadada.

—¡Tienen que atender a Don Pepito! —gritaba enfurecida.

Don Pepito es el perro de Las Modernas.

—Pero es que tiene que ir al veterinario —le intentaba explicar una mujer con chaleco fluorescente.

—¿Cómo que al urinario? ¡Si ya hizo pis!

¿Dije ya que Las Modernas están un poco sordas?

imagen

El diálogo de besugos siguió un rato más.

—Señora, que yo soy médica.

—¡Pues si es miedica, no sé qué hace en este trabajo! Ni que mi Don Pepito fuera un rottweiler. Pero ¿no ve que está sangrando?

Menos mal que mi padre enseguida se hizo cargo de la situación.

Lo primero que hizo fue deshacerse de nosotros. Nos mandó para casa.

Luego acompañó a Chufa a su casa para que se quedara descansando.

Y después llevó a Don Pepito a Anna, la veterinaria, para que lo curara.

Cuando mi padre volvió, entró al grito de:

—¡Noticias! ¡Traigo noticias!

Y nos contó lo que había pasado.

Resulta que se había caído un trozo de fachada.

—¿Encima de Don Pepito?

—¡No! ¡Encima de Chufa! Lo que pasa es que se ha salvado por el cardado.

—¿El cardado?

imagen

—El peinado ese que lleva. Y la laca. Supongo que también habrá ayudado. El trozo de fachada rebotó en el cardado de Chufa y cayó, más amortiguado, sobre Don Pepito. Le ha hecho solo un rasguño.

A mí me extrañó que mi padre, que es tan fan del drama, hablara de «solo un rasguño». Aunque enseguida dio rienda suelta a su verdadero yo:

—Pero ¿¿os dais cuenta?? ¡Podríamos haber muerto! —empezó—. ¡Cualquiera de nosotros! ¡Ay, hijos míos! ¡Os quiero mucho! ¡No caminéis por debajo de casa! ¡La Pera, 24 se está cayendo a cachos! ¡Vivimos en constante peligro!

¡Esto no puede ser!

¡Habrá que buscar

una solución!

cap-3

Días después, yo propuse una solución muy guay al problema de que nuestra casa se cayera a cachos. Consistía en... mudarnos.

A ver, que a mí me encanta La Pera, 24 y mis vecinos, y que mi amigo Fran viva justo debajo y que Alberto viva en el 3.º B, y Las Modernas, y Pepe, y... Pero... ¿y si nos mudábamos todos a una casa que no se cayera a cachos?

Ya puestos, podríamos buscar una casa que tuviera piscina y jacuzzi y canastas y espacio para ir en patinete...

—Y jardín para Troya —añadió Olivia a mi lista.

—¡Sí! ¡Y para nuestras plantas! —dije doblemente emocionado.

Por un lado, emocionado de haber sido tan responsable de acordarme de nuestras plantas. Las pusimos en el balcón y ahora Olivia y yo nos turnamos para cuidarlas y que no se mueran.

Y, por otro lado, emocionado de ver que Olivia me apoyaba en mi plan, cosa que no suele pasar. Como negociador experto, sé que cuantas más personas pidamos algo, más difícil es que te lo nieguen. Por eso se recogen firmas y esas cosas.

Yo seguí pensando qué debería tener nuestra casa nueva:

imagen

—Podríamos tener mesa de ping-pong.

Mi madre puso los ojos en blanco.

—Y sala de cine —dijo Olivia.

Mi padre asintió. Ya se imaginaba comiendo palomitas.

—Y estudio de grabación para Los PisaColaGatos.

Los PisaColaGatos es mi grupo musical. Lo formamos Fran, Alberto y yo.

—Y helipuerto.

Ahí ya empecé a sospechar que quizá Olivia no me estaba apoyando en serio.

—Y espacio para ir en patinete y hacer trucos... —dije yo.

—Y un establo para los caballos —dijo Olivia.

Yo miré fijamente a Olivia. Olivia me miró. Iniciamos la comunicación telepática mellizal. Con la mente le mandé el siguiente mensaje: «¿Me estás apoyando en serio o te estás quedando conmigo?».

Olivia no fue tan sutil. No habló con la mente. Lo dijo en voz bien alta. Y lo que dijo y confirmó mis sospechas fue:

—Tú lo flipas, chaval.

—A ver, Hugo —dijo mi padre—. Estaría muy bien tener una casa con todo eso... ¡Y barbacoa! ¡Y zona chill out! ¡Y hamacas y tumbonas y sombrillas tropicales! —dijo mi padre viniéndose arriba... justo antes de mirar a mi madre y venirse abajo y decir—: Pero no. No vamos a mudarnos.

—Aunque con la derrama que se nos viene encima, casi nos daría para todo eso —dijo mi madre con fastidio.

Yo no entendí muy bien qué quería decir.

Por lo visto, Olivia tampoco, porque preguntó:

—¿Qué rama?

—Rama, no.

DERRAMA.

cap-4

Yo no lo sabía, pero en La Pera, 24, y creo que en todos los portales del mundo, hay una cosa que se llama «gastos de comunidad».

Descubrirlo fue una decepción muy grande, sobre todo para Olivia, porque había entendido otra cosa.

—¡Gatos de comunidad! ¡Gatitos para todos! ¡Gatitos para repartir entre los vecinos! —gritó pensando ya en ojos de gatitos, bigotes de gatitos, orejitas de gatitos, patitas de gatitos...

imagen

A ver quién de los dos es el flipado.

—¡Ay, Olivia! —dijo mi madre—. Te estás modernizando.

Mi hermana se miró la camiseta que llevaba y comentó:

—Pero si esta camiseta es del año pasado.

—No, hija, no. Digo que te estás volviendo tan sorda como Las Modernas. He dicho gastos de comunidad, «gast

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos