Vas a oírme rugir

Daniel De la Peña

Fragmento

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Capítulo 1

TENGO QUE SER MÁS PUNTUAL

La vida no va de eso. La vida no va de ser perfecta. Va de dejarse llevar, de perder el miedo a equivocarse, de enamorarse mil veces, de llorar como una loca, de reír hasta reventar, de quererse mucho y querer a los demás.

Soy una mujer con las ideas muy claras. Tal vez, no sé siempre lo que quiero, pero sí lo que no quiero. Y lo que no quiero es dejar de sentirme una afortunada por ver amanecer cada mañana, por tener cada día una nueva oportunidad para empezar de cero si se me antoja y por enamorarme hasta las trancas cuando mi corazón late desbocado por alguien.

Seguramente, estarás pensando que hoy me he levantado intensita, pues ¡te equivocas! Suelo ser así de reflexiva con frecuencia.

Saco mi brazo por la ventanilla para sentir el aire acariciar mi piel. Voy sola en el coche. Este viaje lo comienzo con la única compañía de la radio y dos bolsas de Doritos de queso que pienso devorar sin ningún tipo de remordimientos. Si soy sincera, ya me he zampado bolsa y media. Lo dicho, ¡sin remordimientos!

En mi destino me espera mi hermana mayor, voy a visitarla para ayudarla con su negocio. Hace una semana me pidió que le echara un cable, cuando le dio un ataque de histeria porque se sentía desbordada debido a la avalancha de trabajo que se le estaba acumulando para los próximos días, así que no dudé en brindarle mi apoyo. Tengo todo el verano libre y, dejar la capital para pasar los meses de calor en la costa alicantina con mi hermana es algo que me apetece mucho.

Vamos a estar todo el verano juntas, como cuando éramos pequeñas. ¡La idea me entusiasma! Lo sé, lo sé..., ¡todo me entusiasma! ¡Qué le voy a hacer! Así soy yo.

A todo esto, ¡me llamo Irene! ¡Vaya descuido! Llevo un buen rato dándoos la tabarra y ni siquiera me he presentado. ¿Me describo? ¿Cómo preferís que lo haga? ¿En plan sofisticado, tipo: «Me miro a través del espejo retrovisor y observo mi melena rubia jugar con el viento»? ¿O voy al grano?

Siempre me ha gustado ser directa, así que os cuento: no tengo el pelo rubio, soy castaña clara. No lo llevo muy largo, pero tampoco corto; me llega hasta el hombro. Aunque, ahora, durante los meses veraniegos, se me antoja rapármelo a cero para sofocar el calor que me da. Mi piel es morena; no es algo natural, sino fruto del bronceado con rayos UVA. Cada mes tengo una cita para mantener el color tostado de mi cuerpo, que me sienta fenomenal.

Mido uno setenta y dos. No está mal, ¿verdad? La mayoría de mis amigas son más bajitas, y no sé por qué, pero me gusta ser la alta de la cuadrilla. ¡Será que me encanta dar la nota! Ya lo veréis. Aunque, cuando se apunta Marta a tomar unas cañas, paso a ser la segunda más alta del grupo porque es difícil superar su metro ochenta.

Después de esta información tan esencial sobre la altura media de mi grupo de amigas, continúo con la descripción. Tengo los ojos marrones. ¡Oh, qué decepción! No son azules, como los de las protagonistas de las comedias románticas...

Ya os estoy avisando, desde el principio, que poco o nada tengo que ver con las heroínas de las novelas pastelosas que se pegan el día llorando porque no son correspondidas por el chico que les gusta o que se esconden debajo de las sábanas cuando su Romeo no las saluda al pasar por su lado. A mí, si un chico no me hace caso, ya se puede ir a tomar por saco porque yo no voy a perder ni un minuto de mi tiempo en él, ni mucho menos llorando por su desprecio. Tengo cosas mejores que hacer.

¿Qué más os cuento sobre mí? ¡Ah, claro! Soy profe de Música en un instituto de Madrid. Doy clases a alumnos de tercero y cuatro de la ESO. ¡Vamos, a los más formales y adorables! Os imaginaréis que estoy ironizando. ¡Jack el Destripador es un trozo de pan al lado de ellos!

La gente joven ha perdido las formas; solo miran las pantallas de su móvil, hablan en voz alta, sueltan tacos cada dos por tres y se quejan sin parar. ¡Todo les va mal! Que si no quieren que les ponga un examen para el día siguiente porque tienen que hacer un TikTok, que si una alumna está muy triste porque el chico que le gusta la ha dejado de seguir en Instagram... ¡Estupideces de adolescentes!

Pero, en el fondo, aunque proteste, sé que la mayoría de mis alumnos tienen buen corazón y solo tratan de sobrevivir en un mundo que aún les viene algo grande. Sinceramente, disfruto compartiendo con ellos mis conocimientos de música y, a veces, debatimos sobre diferentes temas, como inquietudes, el cambio climático, amores y otros problemas que preocupan a los jóvenes de nuestra sociedad. En ese momento, cuando defienden sus apasionadas teorías sobre su futuro, es cuando vuelvo a tener fe en ellos y mi trabajo cobra sentido. O cuando me dicen que, gracias a la música, son más felices y creativos. ¡Eso es maravilloso!

Tengo treinta años, ¡ayer fue mi cumple! ¡Gracias, si me estás felicitando! Que sepas que lo celebré por todo lo alto saliendo de fiesta con mis amigas. Me corrí una juerga de las tres F: fue frenética, fabulosa y, al final de la noche, follé. Mi amiga Yasmina asegura que una fiesta no es una fiesta si no hay, como mínimo, dos de las tres F. Si queréis que os diga la verdad, a mí me importan una mierda las F, las V o las Y. Le doy más valor a compartir un tiempo de disfrute con mis amigas, que ya de por sí es frenético y fabuloso. Lo siento, chicos; si estáis leyendo esto, tenéis que saber que ningún orgasmo es comparable con una fiesta de amigas.

El resumen de la noche de mi cumpleaños es el siguiente: quedamos en un restaurante italiano que nos chifla, e invité a cenar a Yas, a Marta y a Gisela. Después, fuimos a un pub del centro que está súper de moda, con una terraza en el ático para beber y bailar al aire libre. Yas es influencer y relaciones públicas, conoce a medio Madrid, así que tuvimos acceso directo y preferente al local.

Lo pasamos de maravilla, reímos, tomamos gin-tonics, bailamos regatón. En serio, ¿los DJ saben que existe otra música? Porque allá, a donde voy, ¡siempre suena este estilo! Y, por último, conocí a un chico muy mono que, después de conversar un poco con él, acabó en la cama de mi dormitorio. La verdad es que entré estupendamente en los treinta.

¿Os he contado ya a dónde voy? ¿Sí? Disculpadme si me notáis un poco acelerada. ¡Lo estoy! Llego tarde, muy tarde..., para variar.

Resulta que tenía que haber salido esta mañana de Madrid a San Juan, un pueblo precioso de la costa alicantina. Allí me espera Natalia, mi hermana. Habíamos acordado que llegaría sobre las dos para comer juntas. Son las tres de la tarde y me falta, como mínimo, una hora de viaje.

¡Me lie con el chico que conocí anoche! Mi idea era despacharlo después de nuestro revolcón, pero nos quedamos dormidos y, al despertar..., pues también se despertó, otra vez, nuestro apetito sexual. Así que, cuando me di cuenta de las horas que eran, despaché al susodicho de mi casa, me duché, hice la maleta a todo correr y cogí un par de bolsas de Doritos para no caer desfallecida del hambre.<

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