No es casualidad que Isabel Allende (Perú, 1942) haya vendido más de 72 millones de libros ni que se le conozca en países que jamás habían traducido a ninguna autora hispanohablante. Esta escritora universal que huye del «glamour» y la pantomima intelectual acaba de publicar «El viento conoce mi nombre» (Plaza & Janés), que es probablemente su novela más comprometida socialmente. Es fácil distinguir su particular estilo narrativo, aunque esta vez se arriesga al tocar un tema que está demasiado cerca de su vida personal: el exilio, el desapego, la urgencia de reconectar y la crítica política a través del activismo. Allende escribe sobre lo que conoce; y lo hace convencida de que la pasión literaria la lleva también a dejar testimonio sobre aquello que la humanidad jamás debería olvidar. En esta nueva entrega, la autora nos pide a ratos que hallemos esperanza donde parece imposible hallarla. Para ello ha creado a un personaje peculiar: una niña invidente, que al no poder ver el mundo precisa de los demás sentidos a fin de comprender su locura. Quien lea esta novela cerrará los ojos más de una vez para acompañar a la heroína en su viaje de vuelta del infierno, que es precisamente lo que le ocurrió a la periodista, escritora e infatigable defensora de los Derechos Humanos Lydia Cacho, quien habló con Allende en exclusiva para LENGUA.