El caballero de negro

Ana F. Malory

Fragmento

el_caballero_de_negro-1

Prólogo

Chichester, Inglaterra, primavera de 1850

Tan solo el sonido de la lluvia contra los cristales y el crepitar de las llamas en la chimenea quebraban, esa mañana, el silencio en la sala de estar de los Nesbitt. Daphne, con las piernas sobre el sillón y recogidas bajo la falda, leía Persuasión, de Jane Austen. Su padre, Benjamin Nesbitt, dormitaba frente al fuego con el pie lastimado apoyado sobre un escabel, mientras su esposa, Eleanor, confeccionaba una diminuta camisa para el bebé que una de sus nueras alumbraría a finales de la primavera.

Toda la familia se sentía dichosa ante la llegada del nuevo miembro y la señora Nesbitt albergaba, además, la esperanza de que sus otros dos hijos no tardaran en darle también nietos. Como también confiaba en que Daphne encontrara marido ese mismo año, durante la temporada, por más que su esposo opinara que su hija aún era demasiado joven para desposarse. Algo que, por supuesto, no era cierto. Solo el hecho de que fuera la menor, además de la niña de sus ojos, era lo que le hacía rechazar la idea de verla casada.

Levantó la vista de la costura y la observó. Viéndola así, retrepada en el sillón, con los dorados rizos apenas recogidos y enfrascada en la lectura, presentaba un aire tan inocente que resultaba difícil imaginarla preparada para el matrimonio. Sin embargo, de sobra sabía que solo era apariencia. Su hija poseía un carácter indómito y temperamental que ellos, como padres, no habían sabido contener.

Como si hubiera intuido sus pensamientos y quisiera confirmar que no se equivocaba, Daphne cerró el libro de golpe y se puso en pie con ímpetu.

—Seguro que ya han dejado el correo —la escuchó decir ya de camino hacia la puerta.

El hombre que decidiera tomarla por esposa tendría que armarse de paciencia, se dijo Eleanor al tiempo que retomaba la costura.

—¡Ha llegado carta de tío Edmund! —anunció la joven en voz alta y desde el pasillo, un minuto después.

—¿Qué sucede? —Se despertó sobresaltado Benjamin—. ¿A qué viene tanto alboroto? —preguntó en el mismo instante en el que la joven regresaba a la salita con una enorme sonrisa adornando su hermoso rostro.

—Ha llegado carta de tu hermano —le respondió su esposa antes de que su hija le tendiera la misiva.

Impaciente por conocer el contenido de la misma, permaneció junto a su padre.

Benjamin se irguió sobre el asiento para acomodar la postura y el movimiento le provocó un fuerte dolor en el pie lesionado.

—Aún le molesta —se preocupó al verle torcer el gesto.

—Pasará pronto —la tranquilizó mientras rompía el lacre para comenzar a leer las letras del mayor de sus hermanos

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos