Un sicario en cada hijo te dio

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El delito y la violencia en México son dos fenómenos que desde hace algunas décadas protagonizan el entorno social, político, incluso económico. Fenómenos que marcan la dinámica social y lastiman profundamente nuestra nación y a su gente. Las cifras sobre la violencia aumentan mes a mes. Delincuencia organizada, homicidios, trata de personas, robos a mano armada, feminicidios y violaciones encabezan las noticias y se han convertido en parte diaria de nuestra vida. Cada día, la lucha para combatir la delincuencia parece más lejana y la estrategia de prevención y reconstrucción del tejido social es ambigua y poco concluyente.

En México, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de enero a agosto de 2019 se registraron 1 353 990 delitos.1 Cabe señalar que estas cifras alarmantes representan sólo los que se denuncian, pues el Secretariado Ejecutivo obtiene los números de las fiscalías de los estados y de la Fiscalía General de la República.

Dicho de otra manera, las cifras no refieren la totalidad de delitos cometidos, sólo los denunciados. En México, la cifra negra (delitos cometidos, pero no denunciados) es 92.3% a nivel nacional (porcentaje sostenido en 2017 y 2018), y en estados como Guerrero alcanza 98%. Haciendo matemáticas con los números reportados se concluye que, desde enero de 2019 hasta agosto del mismo año, se cometieron alrededor de 17 millones y medio de delitos… una diferencia de casi 16 millones entre los delitos que conoce la autoridad y los que se cometen en realidad.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) 2019, en los últimos siete años se ha observado un aumento delictivo en México, pasando de 21.6 millones de víctimas estimadas en 2012 a 24.7 millones en 2018. El delito más común, calculado a nivel nacional, es el robo en todas sus modalidades (51%), seguido de extorsión (19.65%) y fraude (13.6%).

Respecto al delito de robo, la modalidad más común es asalto en calle y transporte público: representa más de la mitad de las instancias de robo (INEGI, 2018). Al respecto, estamos seguras de que el lector ha observado, con mayor regularidad, videos donde los asaltantes abren fuego sin dudar un instante en el transporte público o en establecimientos para despojar a las víctimas de sus pertenencias; videos donde se aprecia el robo de un automóvil en menos de tres segundos o robos donde el victimario que empuña un arma de fuego es un niño de apenas once años.

Resulta preocupante el aumento de la violencia con la que se cometen los delitos. Hace poco circuló la nota de una mujer en el Estado de México que salió de la farmacia donde trabajaba y, mientras esperaba en la parada del autobús, un hombre la abordó y a punta de pistola le exigió sus pertenencias. Ella accedió a darle lo que llevaba: un celular de bajo costo, maquillaje y 30 pesos. La mujer había sido víctima de robo en múltiples ocasiones y decidió salir de casa con lo indispensable, situación que enfureció al ladrón. Amagándola con el arma, la llevó hasta un paraje abandonado, tomó el celular de la víctima y llamó a su esposo para pedirle un rescate de 5 000 pesos. Mientras se lo entregaban, la violó en reiteradas ocasiones, dejándole severas lesiones físicas. Cobró el rescate y la entregó a su marido destrozada, vejada y lastimada en todos los sentidos en que se puede dañar a una persona.

El caso referido es brutal, pero la víctima sobrevivió, situación que no ocurre con las diez mujeres que mueren diario por circunstancias violentas en México, esto sin contar todos los casos en los que las fiscalías no inician las carpetas de investigación por el delito de feminicidio.

A estas escalofriantes estadísticas se suman Fátima e Ingrid, dos casos que, a pesar de la normalización de la violencia y de lo “acostumbrados” que estamos los mexicanos a terribles historias, conmocionaron a la sociedad. Fátima, a sus siete años, fue secuestrada en la puerta de la escuela y días después su cuerpo fue encontrado con signos de tortura y violación; Ingrid Escamilla fue asesinada, desmembrada y las fotos de su cuerpo se compartieron en redes sociales.

Según datos del SESNSP, hasta agosto de 2019 se contaron 638 feminicidios en el país; 2018 cerró con un total de 884 y en 2017 se registraron 742.2 Estas cifras corresponden a los delitos denunciados, sin considerar la cifra negra y los casos de desapariciones. Veracruz, Estado de México y Nuevo León encabezan la lista en incidencia de feminicidio, pero en ningún lugar del país parece garantizada la integridad de las mujeres. Mientras prevalezca el machismo y la violencia en torno al género, ser niña o mujer en México es una apuesta de muerte. Esta realidad alcanzó a Camila, una niña de nueve años encontrada muerta el 2 de enero de 2019 frente a su hogar, tras ser violada y asesinada por un vecino en Chalco, Estado de México.

En México no sólo las mujeres son víctimas fatales de la violencia, los hombres, en especial entre los 15 y 30 años, tienen un riesgo latente de ser asesinados. En los últimos 30 años el aumento en los homicidios ha sido alarmante: en 1990 se cometieron 14 493;3 33 743 en 2018 y 34 5824 en 2019. Esto quiere decir que en el último año se cometieron más de 94 homicidios diarios: casi cuatro muertos por hora, uno cada quince minutos. Es importante mencionar que las cifras en cuanto a homicidios dolosos difieren según la fuente, ya que el INEGI da una cifra de 36 685 en 2018 y el SESNSP de 33 743 (casi 3 000 homicidios de diferencia).

Las cifras de los últimos años se han visto agravadas por asesinatos múltiples y cruentos como el de la familia LeBaron; los diez músicos calcinados de Guerrero o la masacre del table dance Caballo Blanco en Veracruz, donde varios sujetos armados llegaron a rafaguear sin distingo a las personas que se encontraban ahí, después rociaron gasolina en el lugar, le prendieron fuego y lazaron bombas molotov. El saldo fue de 31 muertos, la mayoría empleados del lugar. Se dice que uno de los sujetos (el que roció la gasolina) apenas tenía quince años.

La descomposición social generalizada, marginación, pobreza, corrupción y falta de educación, entre otros, son factores de riesgo importantes que inciden en la comisión de los delitos. Pero el crimen organizado se ha convertido en un agujero negro que succiona a nuestra nación y es la punta de lanza de los cruentos delitos en México.

En el haber de la casi empresarial estructura de los grupos de la delincuencia organizada se encuentran desde delitos relacionados con la utilización de recursos de procedencia ilícita (lavado de dinero), hasta piratería, extorsiones, secuestro, delitos contra la salud y, por supuesto, homicidios. Esa estructura se fortalece por la solidez económica que le garantiza actuar con total impunidad

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