PRÓLOGO PARA LA PRESENTE EDICIÓN
En diciembre de 2004 se terminó de escribir este libro que salió de imprenta a comienzos del año siguiente causando un significativo impacto entre los lectores, especialmente entre aquellos de activa participación política. Han pasado ya seis años y Random House Mondadori ha decidido que vale la pena reeditarlo tal cual fue escrito y publicado entonces. Agradezco a esta casa editorial su confianza y apoyo.
La vida política chilena en estos seis años ha profundizado el distanciamiento con el régimen militar, que todavía a mediados de la década del 2000 dejaba caer su sombra entre nosotros. Pinochet murió en 2006 sin dejar legado político ni seguidores, aunque no rindiera cuentas ante el país en juicio alguno. El pinochetismo prácticamente desapareció del mundo civil y al parecer también entre los militares. Probablemente se convirtió en un molesto anacronismo tanto para los grandes empresarios como para los políticos de la derecha, en la medida en que los pilares básicos del proyecto político que portaron los civiles durante la dictadura quedaron salvaguardados luego de los dos últimos gobiernos de la Concertación que fueran presididos por personeros de izquierda. En efecto, con Lagos reemplazando con su firma a la de Pinochet en la Constitución reformada en 2005, la Concertación hizo suyo un orden constitucional fuertemente presidencial diseñado para desmovilizar a la ciudadanía a través del control de la representación política, en base al sistema binominal en las elecciones parlamentarias o bien, tras las reformas del 2005, poniendo en manos de las directivas partidistas la designación de quienes reemplazan a los parlamentarios que dejan sus cargos (para asumir responsabilidades ministeriales, como ha sido el caso desde la presidencia de Bachelet). Por otra parte, la Concertación hizo tolerable el sistema económico neoliberal que había administrado con eficiencia, al crear bajo el gobierno de Bachelet diversas políticas e instrumentos estatales de apoyo a los sectores más desvalidos. De este modo, el orden institucional centralizado y desmovilizador, y el mercado como paradigma del orden económico, se convirtieron en las bases del consenso entre las fuerzas políticas del país, a saber, los partidos de la derecha y los de la Concertación.
Es una percepción en general compartida que los miembros de las fuerzas armadas liberados de la sombra tutelar de Pinochet tomaron distancia de la coyuntura política. Como contrapartida, los gobiernos de la Concertación tanto en su discurso como en su actuación marcaron una diferencia tajante entre las fuerzas armadas —de todos los chilenos— y la dictadura. Los atropellos a los derechos humanos aparecieron como la acción vil de unos pocos militares a los que los tribunales de justicia eran capaces de encarcelar. Eso significó a su vez, que también a los civiles que gobernaron con Pinochet, en la medida en que se distanciaran de éste y declararan su ignorancia de lo que sucedía en materia de derechos humanos durante la dictadura, se les aceptara plenamente. Al incorporarse a las lógicas y prácticas políticas características del período concertacionista, aparecieron sea como empresarios eficientes artífices del progreso del país o como miembros de una oposición razonable que negociaba lealmente y, así, chilenos todos, pudieron ser invitados al avión presidencial como integrantes de las comitivas en las visitas oficiales fuera del país.
La consolidación de los partidos de la derecha se expresó en su capacidad de disputar la elección presidencial desde el año 2000. No obstante, su triunfo en 2009 sólo fue posible por el desencanto que se produjo con la Concertación tras sus veinte años en la Presidencia de la República, y porque las fuerzas de derecha contaron con un candidato que pudo lucir ante el país su condición de opositor a Pinochet.
La prensa destacó entonces el que la derecha lograra volver a La Moneda por votación popular, lo que no ocurría desde hacía medio siglo, desde la elección de Jorge Alessandri en 1958, analizada en este libro. La comparación entre Alessandri y Piñera ha despertado el interés periodístico, así como también la comparación entre la derecha de antes y la del presente. Incluso, en círculos piñeristas, se ha planteado últimamente que existiría una «nueva derecha»; ¿nueva con respecto a la que tuviera actuación durante los gobiernos concertacionistas y que lograra con sus votos asegurar la elección presidencial de Piñera?; nueva, en realidad, respecto al apoyo a la dictadura pinochetista. La discusión sobre la existencia de una nueva derecha, y sobre si nueva respecto a cuándo, lleva a detenerse en las continuidades y rupturas en la historia de la derecha chilena. De ahí la actualidad que todavía tiene este libro, más allá, por supuesto, de la actualidad que siempre tiene la historia como reflexión permanente del pasado, y tanto más cuando ese pasado sigue siendo contemporáneo, y muy reciente.
En este libro hemos analizado la composición y acción de la derecha chilena en el siglo XX, desde que se constituye en derecha propiamente tal cuando la vieja elite decimonónica es desafiada políticamente por fuerzas de izquierda que buscan sustituirla, hasta su actuación post dictadura pinochetista. Hemos destacado como componentes de la derecha histórica a los partidos Liberal y Conservador, al empresariado organizado, y a El Mercurio como portador y portavoz de una visión y de un proyecto de país aglutinador de todos los componentes de la derecha. En este libro hemos mostrado, también, las estrategias políticas de la derecha durante los gobiernos encabezados por el Partido Radical, destacando su capacidad de negociación y de cooptación; su respuesta al peligro del populismo en los años 50; su intento de llevar al país por la senda de la modernización capitalista con un proyecto limitadamente economicista bajo Jorge Alessandri; su derrota bajo la avalancha reformista democratacristiana. Hemos argumentado, no sin causar algún escándalo en ciertos historiadores de izquierdas, que en ese período la derecha fue una fuerza política flexible, abierta a la negociación, con enorme capacidad de cooptación, y que en la medida en que la base de su poder y capacidad política radicaba en su representación parlamentaria, fue una fuerza política democrática, entendiendo por tal el apego al orden institucional de la democracia representativa. Hemos explicado la desaparición de los partidos históricos de la derecha —Conservador y Liberal—, la creación instrumental del Partido Nacional a mediados de la década de los 60, un partido hecho a la medida para enfrentar la polarización política hasta el límite: el golpe de Estado. Hemos visto cómo nuevas generaciones de derecha —Chicago Boys y gremialistas— tuvieron en sus manos el diseño económico y constitucional que se impone con la dictadura. Por último, para finalizar, esbozamos una comparación entre la derecha histórica del siglo XX chileno con la que emergiera post dictadura, enfatizando continuidades estructurales: dos partidos, el empresariado relacionado entre sí y con el mundo político, el poder de El Mercurio. Este esbozo, obviamente, se detuvo a fines de 2004, fecha en que se terminó de escribir el libro.
La elección de Sebastián Piñera seis años más tarde invita a las comparaciones. Piñera, a diferencia de Jorge Alessandri, no tiene una historia familiar ni personal vinculada a los partidos de la derecha, es un extraño en estas filas. Como además fuera opositor a la dictadura pinochetista, se ha llegado a plantear que podría constituirse en el eje de una «nueva derecha». Sin embargo, más allá de proponer que la primacía de la eficiencia gerencial permite hacer las cosas bien y alcanzar el desarrollo, concebido éste unívocamente en un escenario de globalización, no se ve que él porte proyecto político alguno que pudiera dar origen a una nueva fuerza de derecha. Por otra parte, Piñera no podría haber llegado a La Moneda sin los votos que le movilizaron tanto Renovación Nacional como la UDI y, aunque quiera distanciarse de éstos para generar una «nueva derecha», ya se ha hecho perceptible que no puede gobernar sin la experiencia política de los dirigentes partidistas. Lo mismo, por lo demás, le sucedió a Jorge Alessandri, quien no sólo necesitó a los partidos de la derecha para ganar la elección presidencial sino que también una vez en el gobierno no pudo prescindir de ellos, aunque hubiese querido rodearse continuamente sólo de empresarios y gerentes. En el caso de Alessandri, la ausencia de un proyecto político de mayor alcance que las propuestas de reformas a la economía, tuvo un efecto devastador para la derecha tanto así que sus dos partidos históricos terminaron por desaparecer en medio de un escenario de intensa movilización política. No es ese el caso del Chile actual. O más bien no ha sido, porque si bien la desmovilización política ha caracterizado el desenvolvimiento del país por dos décadas desde los años 90, pareciera haber señales de que se estaría produciendo una articulación de movimientos de protestas regionales en contra de la centralización en la toma de decisiones. Ese sería un contexto inédito de enormes desafíos para todos los partidos, no sólo para los de la derecha, y por cierto también para el gobierno.
Jorge Alessandri era un hombre de los empresarios. Hemos mostrado en este libro sus profundos vínculos con las organizaciones empresariales, y cómo desde allí se gestó con años de anticipación, su candidatura presidencial. No es éste el caso de Piñera, quien si bien antes de llegar a La Moneda fuera uno de los hombres más ricos del país, no integró las redes que articulan a los grupos económicos entre sí, ni tampoco ha estado vinculado activamente a las asociaciones empresariales. Sebastián Piñera, en el mundo de los negocios, ha sido más bien un solitario, y da la impresión de que allí produce más suspicacias que confianza. Alessandri llevó al gobierno a empresarios que él conocía en años de relaciones económicas y políticas, en tiempos en los cuales la actividad empresarial estaba estrechamente vinculada a las decisiones políticas, como lo hemos analizado en este libro. Piñera, en cambio, ha llevado a gerentes activos en las grandes empresas, una figura ésta desconocida en el mundo empresarial chileno hasta comienzos de los 70. Así pues, Piñera no representa al empresariado chileno como sí lo hizo Jorge Alessandri; empresariado que por lo demás tuvo las más excelentes relaciones con los gobiernos de la Concertación —el Presidente Lagos fue el «amado» de los banqueros y fue el representante institucional de aquéllos—, y que por lo mismo estaba muy lejos de necesitar que los partidos de la derecha accedieran al gobierno para continuar expandiéndose exitosamente. Por lo tanto, la vinculación estrecha entre estos dos componentes de las fuerzas de derecha que, como vemos en este libro, caracterizara a ésta durante el siglo XX, está actualmente en entredicho, lo que posibilitaría a sus actuales partidos tomar distancia del gran empresariado y buscar las bases de su representación en otros referentes sociales.
Por otra parte, El Mercurio ya no juega el rol de portador y portavoz del proyecto de derecha que evidenciamos en este libro, en gran medida por la enorme transformación ocurrida últimamente en los medios y formas de comunicación así como en la nueva cultura de las redes virtuales que implica la socialización casi instantánea no sólo de las noticias sino también de las opiniones políticas. En medio de esta fragmentación de discursos, los editoriales de El Mercurio perdieron el peso político que los caracterizara.
¿Estamos entonces ante una «nueva derecha»? Es probable que el cambio de época con que se inicia la segunda década del siglo XXI implique un escenario tal que la derecha que hemos analizado en este libro —compuesta de partidos políticos, el empresariado organizado y El Mercurio— esté cambiando significativamente. No obstante, en todo cambio histórico, las continuidades se instalan porfiadamente, y más vale tomarlas en cuenta para entender el presente e intentar visualizar las señales de lo que podrá esperarse políticamente en un futuro cercano. Esta historia de la derecha chilena se propone hacer una contribución significativa a la comprensión de tales continuidades.
Santiago, enero de 2011
PREFACIO
La elite chilena del siglo XIX, obligada por las circunstancias históricas, se transforma en el segundo tercio del siglo XX, en derecha, ya que por primera vez tiene que competir en la arena política con fuerzas sociales antagónicas, convertidas en izquierda, las que desde esta posición desafían su control, hasta entonces indisputado, de la riqueza, del poder y de la consideración social.
Este libro trata sobre la derecha en el siglo XX, un actor político decisivo en el curso de los acontecimientos del período, pero, al mismo tiempo, muy desconocido, tanto con respecto a sus características estructurantes como a sus pautas de comportamiento frente a las fuerzas reformistas y revolucionarias que desafían las fuentes de su poder e influencia.
Un estudio como éste no es un arma afilada para la lucha política contingente. Se aleja tanto de la diatriba como de la apología. Se trata, por sobre todo, de un intento de comprender, de disipar malos entendidos. Este libro ha sido escrito pensando que una mayor comprensión de las fuerzas que componen la derecha así como de las estrategias que ésta suele desplegar, junto con una mejor comprensión de los desafíos que ha debido enfrentar y de cómo los ha remontado, puede ayudar, tanto a aquellos que se identifican con ella como a aquellos que la combaten, a desarrollar modos de hacer política en el país que contribuyan a consolidar y profundizar la democracia, la libertad, y un modo de convivencia social más civilizada.
En la medida en que este libro está destinado a un público lector amplio e interesado en la historia política de Chile, he buscado facilitar su lectura, alivianándola de las exigencias y rituales formales que imponen los criterios propios del mundo académico. Por eso, se han suprimido las notas a pie de página que impiden muchas veces seguir la fluidez y coherencia del argumento que se va desarrollando. No obstante, para cada cita, en el texto mismo se ha identificado a su autor y el libro o manuscrito donde se la puede ubicar. Por otra parte, pensando que este estudio también será de interés para especialistas, sean historiadores, cientistas políticos o sociólogos, al final de cada capítulo se da cuenta exhaustivamente de la bibliografía y fuentes primarias que se han utilizado para su escritura. Ha sido ésta una decisión poco convencional, pero estoy cierta de que puede satisfacer a lectores que no requieran la referencia exacta de las fuentes tanto como a estudiosos de estos temas que esperan poder ser derivados a las fuentes precisas de donde se ha obtenido la información que contiene el texto.
En esta historia, que abarca la política chilena de casi todo el siglo XX, se han enfatizado las continuidades entre la derecha de hoy y la derecha histórica, cuya actuación política se desplegó entre los años 30 y principios de los 70 del siglo XX. Esta opción de privilegiar la continuidad por sobre el cambio se explica por la necesidad de rebatir a quienes —desde los más opuestos campos— han argumentado en contrario, viendo una ruptura radical entre una derecha que perciben a la defensiva y sin propuestas hasta principios de los 70 y, por otra parte, aquella que a fines del siglo recién pasado surge como una fuerza capitalista eficaz y potente. A través de las páginas de este libro me propongo probar lo contrario, a saber, que el proyecto neoliberal que la derecha impone durante la dictadura tiene sus raíces en una propuesta empresarial que se comienza a elaborar a mediados del siglo XX frente a condiciones políticas adversas. Percibo además que los partidos actuales de la derecha tienen rasgos semejantes con los partidos históricos, el Liberal y Conservador, tanto en su cultura política, como en sus relaciones con los partidos reformistas y con el mundo empresarial.
Esta obra comienza con una discusión sobre qué tenemos que entender por derecha. Se trata de una reflexión de carácter teórico, indispensable para poder después trabajar con toda comodidad en las coyunturas históricas en las que acompañaremos a la derecha chilena. De paso, legitimo mi opción temática frente a quienes han llegado a argumentar que los conceptos de derecha e izquierda no sirven para entender los procesos políticos contemporáneos. El capítulo primero continúa con una caracterización de quienes componen la derecha chilena, a saber: los partidos políticos, explicando por qué su expresión en dos partidos diferentes; el empresariado, con su carácter homogéneo y su representación institucional en asociaciones que hunden sus raíces en el siglo XIX; y El Mercurio como actor político por sí mismo, en su calidad de portavoz del conjunto de la derecha y de sus intereses de largo plazo.
El capítulo II del libro analiza cómo enfrenta la derecha la pérdida del control estatal cuando la alianza frente populista formada por radicales, socialistas y comunistas, gana las elecciones presidenciales de 1938. Argumento que con un hábil despliegue de estrategias de negociación y cooptación, la derecha logra no sólo frenar el reformismo, manteniendo intacta la estructura hacendal, sino que llega a sacar el mayor provecho de las políticas de fomento a la industria, que constituyeron el corazón del proyecto de cambios de los gobiernos radicales, no obstante lo cual también permitieron expandir el poder económico de la derecha. Al comprender que la base de su poder político, con el cual podía desplegar sus estrategias de negociación y preservar así su condición de elite económica y social, radicaba en su amplia representación parlamentaria, se aclaran los fundamentos del carácter democrático de la derecha chilena hasta fines de la década de 1960. Es decir, su adhesión y defensa de una democracia representativa, restringida en cuanto al universo electoral, la que posibilitaba el entendimiento fluido entre elites partidistas. Adicionalmente, la constatación de una reiterada presencia ministerial de dirigentes del Partido Liberal en los gobiernos de Ríos y de González Videla, me hizo comprender que no es posible hablar en este período de gobiernos de centro-izquierda; desde 1942, la derecha logra penetrar la alianza reformista misma y, por tanto, logra desarticularla en su calidad de conglomerado de centro-izquierda.
¿Cómo entender que partidos políticos tan pragmáticos hayan perdido la posibilidad de conquistar la presidencia de la República al llevar dos candidaturas opuestas para las elecciones de 1946? La respuesta a esta pregunta es lo que aborda el capítulo III de este libro. Podemos adelantar que nuestro análisis de esta opción electoral escapa a la caracterización caricaturesca de una derecha «caníbal» desgarrada por personalismos. Buscamos entender esta división de sus fuerzas en función de la adopción de diferentes estrategias para enfrentar los desafíos de un mundo de posguerra, en el cual los problemas sociales comenzaban a situarse en el primer plano de la discusión política. En muy corto plazo, estas diferencias implicaron el quiebre de uno de sus partidos más emblemáticos, el Partido Conservador, con lo cual el socialcristianismo quedó fuera de la derecha, permitiendo a sus dos partidos alinearse, en plena Guerra Fría, tras el capitalismo liberal anticomunista.
Habiéndose desprendido de aquellos elementos críticos del orden capitalista que alojaban en el partido católico, la derecha en su conjunto debió enfrentar un escenario hostil cuando, a principios de los años 50 (incluso antes de la elección de Ibáñez) las tendencias populistas se hacen del aparato estatal, amenazando poner fin a las prácticas partidistas cupulares que le habían permitido a la derecha negociar con las fuerzas reformistas y neutralizar aquellas políticas que pudieran poner en riesgo su influencia social, su poder económico y político. Los capítulos IV y V analizan la acción de la derecha frente al peligro populista que acompaña a la crisis del modelo de industrialización, crisis que se manifestó en inflación, huelgas y protestas sociales. La respuesta de la derecha consiste, según veremos, en la elaboración de un proyecto de modernización capitalista sobre la base de mercados abiertos y el desmantelamiento de la intervención económica del Estado. La imposibilidad de llevar a cabo estas políticas hasta sus últimas consecuencias a través de la «Misión Klein-Saks» en el gobierno de Ibáñez, los impulsa a conseguir, esta vez sí decididamente, el control de la presidencia de la República, para desde allí realizar este proyecto de modernización capitalista que se había venido elaborando hacía algunos años en el mundo empresarial y bajo influencia norteamericana.
Ello explica la elección del candidato: un dirigente del empresariado antes que nada, pero también vinculado estrechamente al Partido Liberal. El capítulo VI se detiene en la candidatura presidencial y en el gobierno de Jorge Alessandri, buscando explicaciones al fracaso tanto del gobierno como de la derecha política. Al frustrarse el proyecto de modernización capitalista de mercados libres, la derecha se quedó sin discurso propositivo y sólo pudo apelar al anticomunismo característico de la Guerra Fría. Sin embargo, el nuevo escenario internacional le jugó una mala pasada, pues el gobierno de Kennedy, al igual que la Iglesia Católica, optaban por un modelo de reformas estructurales para dar piso social a la democracia latinoamericana. Por más que los partidos de la derech