Madurez

Osho

Fragmento

Los ciclos vitales de siete años

Los ciclos vitales de siete años

Image

LA VIDA tiene una evolución interna, y conviene conocerla. Cada siete años, según dicen los fisiólogos, el cuerpo y la mente atraviesan una crisis y un cambio. Cada siete años todas las células del cuerpo cambian, se renuevan totalmente. De hecho, si vives setenta años, la media de edad, tu cuerpo muere diez veces. Al séptimo año cambia todo, es igual que las estaciones. En setenta años se completa el ciclo. La línea que empieza en el nacimiento llega hasta la muerte, y en setenta años se cierra el círculo. Hay diez divisiones.

De hecho, la vida del hombre no se debería dividir en infancia, juventud, vejez… eso no es muy científico, porque cada siete años comienza un nuevo ciclo, se da un nuevo paso.

Durante los primeros siete años, el niño está centrado en sí mismo, es como si fuese el centro de la existencia. Toda la familia se mueve alrededor de él. Todas sus necesidades deberán ser cubiertas inmediatamente, de lo contrario, tendrá una rabieta, un enfado, ira. Vive como un emperador, un verdadero emperador; todos están para servirle, su madre, su padre y el resto de la familia sólo existen para él. Y, por supuesto, él piensa que esto también sucede con el resto de la existencia. La Luna sale para él, las estaciones cambian para él. Durante siete años el niño es absolutamente egoísta, es el centro. Si le preguntas a los psicólogos te dirán que durante siete años el niño es un masturbador, está satisfecho consigo mismo. No necesita nada, no necesita a nadie. Se siente completo.

Al cabo de siete años, hay un progreso. El niño ya no es el centro; se vuelve literalmente excéntrico. Excéntrico es una palabra que significa «salirse del centro». Se dirige hacia los demás. Los demás se convierten en el fenómeno importante: los amigos, las pandillas… Ahora, ya no está tan interesado en sí mismo, sino en el resto, en el mundo exterior. Comienza la aventura de descubrir quién es el «otro». Comienza la indagación.

Image

Durante los primeros siete años, el niño está centrado en sí mismo, es como si fuese el centro de la existencia. Toda la familia se mueve alrededor de él. Todas sus necesidades deberán ser cubiertas inmediatamente, de lo contrario, tendrá una rabieta, un enfado, ira.

Después del séptimo año, el niño se convierte en un gran interrogador. Pregunta cualquier cosa. Se vuelve un gran escéptico porque está indagando. Hace millones de preguntas. Aburre mortalmente a sus padres, se convierte en una pesadez. Está interesado en lo demás, y todo le parece interesante. ¿Por qué son verdes los árboles? ¿Por qué creó Dios el mundo? ¿Por qué esto es así? Se vuelve cada vez más filosófico… indagación, escepticismo, insiste en profundizar en las cosas.

Mata a una mariposa para ver que hay dentro, destruye un juguete para ver cómo funciona, rompe un reloj sólo para ver lo que hay dentro, cómo hace tictac y da las campanadas, ¿qué pasa por dentro? Se empieza a interesar por el otro, pero el otro sigue teniendo el mismo sexo. No le interesan las niñas. Si a los otros niños les interesan las niñas pensará que son maricas. Las niñas no están interesadas en los niños. Si a alguna niña le interesan los niños dirán que es una marimacho, que no es normal, no es corriente; no está bien. Los psicoanalistas dicen que esta segunda fase es homosexual.

A partir de los catorce años se abre una tercera puerta. Ya no le interesan los niños, las niñas ya no están interesadas en las niñas. Son amables pero no les interesa. Por eso, la amistad que surge entre los siete y los catorce años es la más profunda, porque la mente es homosexual, y, en la vida no volverá a tener una amistad como ésta nunca más. Serán amigos para siempre, el vínculo es muy profundo. Te harás amigo de otras personas pero serán conocidos, y no el profundo fenómeno que sucedió entre el séptimo y decimocuarto año.

Image

El decimocuarto año es el de la gran revolución. El sexo madura, uno empieza a pensar en términos de sexo; las fantasías sexuales comienzan a destacar en los sueños. El niño se convierte en un gran donjuán, empieza a cortejar. Surge la poesía, el romance. Empieza a entrar en el mundo.

Después del decimocuarto año al niño ya no le interesan los demás niños. Si todo va con normalidad, si no se ha atascado en ninguna parte, empezarán a interesarle las niñas. Se está empezando a volver heterosexual, no sólo le interesan los demás, sino que le interesa «el otro», porque cuando un niño está interesado en los niños, ese niño puede ser el «otro», pero sigue siendo un niño como él, no es exactamente el otro. Cuando un niño empieza a interesarse por las niñas es cuando realmente se interesa por lo opuesto, el verdadero otro. Cuando una niña se empieza a interesar por un niño, aparece el mundo.

El decimocuarto año es el de la gran revolución. El sexo madura, uno empieza a pensar en términos de sexo; las fantasías sexuales comienzan a destacar en los sueños. El niño se convierte en un gran donjuán, empieza a cortejar. Surge la poesía, el romance. Empieza a entrar en el mundo.

Pero, si todo va con normalidad y la sociedad no ha obligado al niño a hacer algo que no es natural, cuando llega a los veintiún años el niño empieza a tener más interés por la ambición que por el amor. Quiere tener un Rolls Royce, un gran palacio. Quiere triunfar, ser un Rockefeller, un primer ministro. Las ambiciones cobran mayor importancia; las cosas que le preocupan son los deseos de futuro, el éxito, cómo triunfar, cómo competir, cómo desenvolverse en la lucha.

Ahora no sólo está entrando en el mundo de la naturaleza sino que está entrando en el mundo de la humanidad, de la calle. Ahora está entrando en el mundo de la locura. El mundo se convierte en lo más importante. Todo su ser sale al mundo, al dinero, al poder, al prestigio.

Image

Alrededor de los veintiocho años van a la compañía de seguros. Empiezan a asentarse. El vagabundo ya no es un vagabundo.

Si todo va bien —aunque esto no pasa nunca, me refiero al fenómeno absolutamente natural—, a los veintiocho años el hombre no intentará en absoluto tener una vida llena de aventuras. De los veintiuno a los veintiocho años vive la aventura; al llegar a los veintiocho años, se vuelve más consciente de que no puede satisfacer todos los deseos. Hay una mayor comprensión de que muchos deseos son imposibles. Si eres tonto irás detrás de ellos pero, a los veintiocho años, las personas inteligentes entran en otro espacio. Están más interesadas en la seguridad y el confort, y menos en la aventura y la ambición. Empiezan a sentar la cabeza. El vigesimoctavo año es el fin del hipp

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos