Vicnix en el apocalipsis zombi 5

Acenix

Fragmento

cap-1

 

 

 

 

 

 

 

¡Invictor y Acenix estaban ON FIRE!

En serio.

Literalmente.

Acenix corría descontrolado por toda la cocina con la cola en llamas. Invictor tenía harina hasta en los calzoncillos y, más que un humano, parecía un fantasma. Había rodajas de tomate tiradas por el suelo, resbalándose por las ventanas, pegadísimas en el techo… Pero ¿QUÉ HABÍA PASADO ALLÍ?

Pues el planazo más máximo, porque estaban… ¡a punto de participar en un concurso de pizzas! Ya, tal vez no iba a ser la aventura más épica de su vida, pero qué importaba cuando el premio para el ganador era pizza.

Pizza gratis.

PARA TODA LA VIDA.

¿Quién iba a preferir jugarse el pellejo en alguna misión loquísima cuando podía pasarse el resto de sus días comiendo la mejor comida de la historia? La única respuesta posible: NADIE.

Pero, para ganar, ¡debían presentar la pizza más sabrosísima del universo! ¡La más TOP entre las TOP! Y eso iba a estar chupado.

Bueno, primera pizza quemadísima. Hora del segundo intento.

—¡Mira qué maestro pizzero estoy hecho, papu! —dijo dándole vueltas y más vueltas a otra masa mientras la hacía volar en el aire como si fuera un platillo volante.

−¡Tu propia pizza te va a abducir, Acenix! —advirtió Invictor.

—Porque soy la única forma de vida inteligente que hay en esta cocina —contestó Acenix.

—Sí, tan inteligente que te has sentado sobre un trozo de brócoli —señaló Invictor—. ¡Tienes el culo verde!

—¡PUAAAJ! ¡QUÍTAMELO, QUÍTAMELO! —gritó Acenix con una cara de asco tremenda.

—Estate quieto o si no…

¡FIIIIIIUUUUUUUUUM!

Acenix perdió el control y su perfecta masa de pizza salió disparada de sus manos… ¡por la ventana!

¡CRASH! ¡BAM! ¡NIIINOOO, NIIINOOO!

Ambos se asomaron discretamente para ver el lío que se había montado fuera: cristales rotos, alarmas sonando… Ups, lo sentían muchísimo.

—A ver, ¡hay que agilizar el proceso! —opinó Invictor, echándole medio kilo más de levadura al siguiente intento de pizza—. ¡Así subirá más rápido!

—No creo que la levadura sirva para…

—¡EN MARCHA!

Invictor no le hizo ni caso y la metió directa en el horno. Se agacharon para comprobar si funcionaba y ¡wow! La masa empezó a inflarse rápidamente.

—¡¿Tenía razón o no?!

—Pero… ¿por qué no para? —preguntó Acenix.

—¿Por qué no para de qué?

—¡DE HINCHARSE!

Evidentemente, con tanta levadura, la masa se había expandido hasta convertirse en una miga gigante que, de repente, ¡PLAF! Abrió la puerta del horno para seguir creciendo y creciendo y creciendo.

—¡Ah, SOS, nos va a devorar! —chilló Invictor, empujando la puerta del horno para intentar contenerla.

–¡Ñom, ñom, ñom! —Fue la respuesta de Acenix, ¡que se la estaba zampando entera antes de que se hinchara más!

En pocos segundos, ¡ya no había masa por ningún lado!

—Papu, ¿cómo lo has hecho?

—¡Estómago flexible! —Acenix se dio una palmadita en la barriga—. ¿A que eso no lo entrenas en el gimnasio?

Vale, basta de bromas. ¡Ya casi no había tiempo y la siguiente pizza tenía que ser la definitiva! Solo quedaba una cosa por decidir: ¿de qué iban a hacerla?

—El atún va con todo. No puedes ir en contra de la moda —opinó Acenix.

—¿La moda de qué? ¿De apestar como el eructo de una gamba pocha? —respondió Invictor.

—¡Pues mejo

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