¡Gol! 8 - Un fichaje inesperado

Luigi Garlando

Fragmento

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PEDRO
A LA CAZUELA

Gaston Champignon está disponiendo sobre la mesa los merengues a la rosa.

Los Cebolletas están sentados en el restaurante Pétalos a la Cazuela. Son las cinco de la tarde de un día de octubre. El campeonato está a punto de empezar. Es el momento de tomar una decisión: ¿aceptar a Pedro o no? El delantero centro de los Tiburones Azules ha pedido convertirse en un Cebolleta. ¿Sí o no?

Los chicos de Champignon se han reunido para decidirlo. Llevan discutiendo más de media hora y no todos opinan lo mismo sobre la cuestión.

Por primera vez en su vida, Fidu todavía no se ha abalanzado sobre su merengue: sigue hablando como si el cocinero no se lo hubiera puesto delante, lo que demuestra el interés que suscita la discusión.

—Recuerdo que en el primer entrenamiento en los jardines, al que solo fuimos Nico y yo —dice el porte

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¡GOL!

ro—, Pedro ya asistió para burlarse de nosotros. Y desde entonces no ha dejado de hacerlo.

—Y yo que, si no hubiera sido porque fingió herirse en la gran final, hoy seríamos los campeones vigentes —añade Sara con cara sañuda, de defensora—. ¿Y ahora vamos a premiar a ese cuentista dándole la camiseta de nuestro capitán?

—No sería un premio —intenta explicar Nico—. Sería solamente una camiseta que se ha quedado sin dueño. Estoy de acuerdo en que Pedro nos ha jugado más de mil malas pasadas, pero rogarnos entrar en nuestro equipo ha sido una forma de pedirnos perdón. ¿No os parece? Todos nos equivocamos. Yo también me porté mal en París, cuando os propuse jugar sin capitán. Si él no me hubiera perdonado, hoy ya no seríamos amigos y a lo mejor yo ya no jugaría con los Cebolletas.

—Estoy de acuerdo —tercia Pavel—. Si un delantero falla un gol no es elegante que el entrenador le obligue enseguida a volver al banquillo. Lo justo es que lo deje en el terreno de juego, para que al menos la próxima vez pueda corregir su error y marcar. Si juega con nosotros, Pedro puede aprender a respetar las reglas y a lo mejor deja de ser tan antipático.

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PEDRO A LA CAZUELA —A nadie se le ha ocurrido cómo se lo tomaría Tomi —comenta el número 1—. Estoy seguro de que no le haría ninguna gracia. Ver su número 9 por debajo de la coleta de Pedro... Yo ni siquiera me he atrevido a contarle que Pedro quiere jugar con nosotros... ¿Y vosotros?

Todos menean la cabeza con expresión de culpabilidad. Tomi todavía no sabe nada.

—Pero fue él quien decidió irse del equipo —observa Ígor—. Ya sabía que otro se quedaría con su camiseta. En el Real Madrid Tomi está a gusto. ¿Por qué le iba a sentar mal?

—Además, tenemos que pensar en reforzar el equipo —añade João—. Ya sé que para los Cebolletas la diversión es más importante que el resultado, pero ganar es muy divertido y a nadie le hace daño...

—¿Te parece que Pedro juega mejor que Tomi? —pregunta Lara.

—No —responde el extremo izquierdo—. Pero Tomi ya no está con nosotros y nos hemos quedado sin delantero centro. Un equipo sin delanteros no tiene ninguna opción. ¿A quién enviamos nuestros pases Becan y yo?

—¡A mí, presente! ¡A Dani García! —exclama Dani levantando la mano.

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¡GOL!

Todos echan a reír.
—Sé que eres un fenómeno con la cabeza, Dani —observa João—, pero no siempre podrás jugar en ataque. A veces tienes que echar una mano a la defensa y, sin el Gato, tú eres el único que se puede poner entre los palos cuando no está Fidu. Es posible que Pedro sea el atacante más antipático del mundo, pero es un buen delantero.

—Sin contar con que, si juega Pedro con nosotros, los Tiburones Azules estarán debilitados —comenta Becan—. De modo que tendremos más posibilidades de ganar el campeonato.

—¡No estoy en absoluto de acuerdo! —salta Lara, indignada—. Solo habláis de ganar... perder... ¡lo que importa no es eso! Nosotros, cuando acaba el partido, y sea cuál sea el resultado, nos ponemos en fila y estrechamos la mano de nuestros rivales, aunque nos hayan ganado. Pedro esas cosas no las hace. ¡No tiene nada que ver con nosotros!

—No las hace ahora, pero podría empezar a hacerlas, aprendiendo de nosotros —rebate Nico.

—¡Mi abuelo dice siempre que, por más que hagas, no conseguirás nunca transformar una manzana en una pera! —replica una vez más la gemela.

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PEDRO A LA CAZUELA

Gaston Champignon escucha con sumo interés la discusión, acariciándose el extremo derecho o izquierdo del bigote, según comparta o no los argumentos que oye.

Al final interviene:
—Chicos, todavía no habéis tocado mis merengues. Es una ofensa para un cocinero como yo, ¡que ha ganado el Tenedor de Oro!

Los Cebolletas ríen. Fidu empuña al fin la cuchara como si fuera una espada y se lanza a la conquista del postre a base de rosas.

Mientras los chavales comen y vuelven a discutir, el cocinero-entrenador da una vuelta a la mesa, dejando a cada uno un papel y un bolígrafo y les explica:

—Comed con calma. Cuando acabéis, escribid en vuestra papeleta «SÍ» o «NO» y dobladla. Yo pasaré a recoger vuestras respuestas. Ha llegado el momento de decidir lo que le vais a decir a Pedro.

Los Cebolletas se miran entre ellos y acaban de comer los merengues a la rosa en un silencio sepulcral. Todos piensan en su respuesta.

Sara es la primera en coger el bolígrafo.

Gaston Champignon pasa con una cazuela en la mano y los chicos van echando en su interior las papeletas dobladas.

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¡GOL!

Nadie dice nada. El cocinero abre el primer papelito, lo lee y se lo guarda en el bolsillo. Hace lo mismo con los demás.

Al final se atusa el bigote por la punta derecha y se dispone a anunciar el veredicto.

Eva ha acompañado a Tomi al entrenamiento y ahora repasa su lección de historia sentada en el banquillo.

Los chicos del Real Madrid están corriendo alrededor del campo.

Dudú, el gran delantero centro africano, dice a Tomi: —Tu amiga es r

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