Yo Perón

Enrique Pavón Pereyra

Fragmento

Corporativa

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El principal consejo que nos dio nuestro padre fue que simplemente leyéramos algo, siempre...

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VALERIA PAVÓN PEREYRA Y

ENRIQUE PAVÓN PEREYRA (H)

UN ANTES Y UN DESPUÉS EN LA HISTORIA ARGENTINA

Hay un hecho que pasa un tanto “inadvertido” para la historia oficial. Juan Domingo Perón fue, y sigue siendo, el único argentino que llegó tres veces a la presidencia y lo hizo por aplastantes victorias electorales. La última, la de 1973, por casi el 62% de los votos. Surgido a la política en un momento clave de la historia nacional y mundial, en plena posguerra, construyó su plataforma de lanzamiento ubicando en un rol protagónico a un actor social tan potente como postergado históricamente a papeles más que secundarios: el movimiento obrero argentino.

Planteó una alianza de clases, imaginando que la burguesía argentina estaría dispuesta a renunciar a parte de sus privilegios para garantizar la paz social y el progreso nacional. Intentó seducirla, pero fue inútil. La gran burguesía argentina, todavía mucho más terrateniente y financiera que industrial, profundamente conservadora y elitista, desconfió de las intenciones de Perón y dejó manca la alianza planteada. Perón debió reemplazar a la burguesía por el Estado, con todas las consecuencias positivas y negativas del caso.

El Estado peronista, impulsado por Perón y Evita, significó el momento de la historia argentina de mayor transferencia de ingresos hacia los sectores populares, que accedieron a niveles inéditos de participación en la política, la salud, la educación, el consumo y la inclusión social. Este crecimiento geométrico del rol de un Estado que se transformó en benefactor y empresario ampliando y dinamizando los servicios públicos —como los transportes, el gas, la electricidad y el agua corriente— tuvo también su aspecto negativo en la imposición de la censura, la persecución a los opositores y el culto a la personalidad de la pareja gobernante, dicho esto sin dejar de llamar la atención sobre la autoridad moral de ciertos críticos de los rasgos autoritarios del modelo peronista, que, cuando lo desplazaron del poder en 1955, ejercieron en nombre de la “libertad” un despotismo casi sin precedentes en nuestra historia aplicando una rígida censura a todo lo que tuviera que ver con el peronismo, cesanteando a miles de trabajadores, encarcelando, torturando y fusilando a decenas de argentinos.

El peronismo llegó para marcar un antes y un después en la historia argentina. Recorrer su trayectoria es un viaje vertiginoso, en el que vale la pena embarcarse —y sé que esto es muy difícil— con la menor cantidad de prejuicios posible.

Este libro de Enrique Pavón Pereyra, uno de los hombres que más frecuentó a Perón, está escrito en primera persona y con una prosa ágil y apasionante. El autor fue el elegido por el General para confiarle sus secretos, sus sueños y hasta sus miedos. Es un documento imprescindible para adentrarse en la historia del peronismo y en la biografía de su creador.

Pero Pavón Pereyra no solo utilizó el invalorable y exclusivo material de sus entrevistas, sino que profundizó a lo largo de décadas de investigación exhaustiva en los distintos aspectos y protagonistas de la vida de Perón y el desarrollo de su movimiento.

Hay confesiones como la siguiente, que el lector no encontrará en la casi infinita bibliografía sobre el tema: “Yo nunca quise que Evita se transformara alguna vez en una mujer ‘de la política’. Ella era mi mujer y como tal ‘hacía’ política. Su tarea era realizar, y estaba abocada a emprendimientos que dignificaban al hombre. Evita terminó de una vez y para siempre con la imagen pasiva de la mujer en la historia argentina, y lo hizo desde el sitio más encumbrado al que puede aspirar una mujer, que es el de primera dama, porque demostró no sólo que la pasividad no es sinónimo de virtud, sino que ese puesto de primera dama debe ser una extensión de la obra política del gobierno. En esto quizás Evita fue más allá de lo previsto e incomodó a hombres que no podían tolerar que una mujer consolidara su imagen por mérito propio y, a la vez, porque consideraban que la política social era sinónimo de dádiva y quienes la otorgaban eran los únicos dignos, y demostraban serlo mediante la beneficencia”.

O esta referencia a los hechos de junio de 1955: “Mi gobierno no mandó a realizar estas acciones imprudentes, pero es indudable que se realizaron a favor del gobierno y como respuesta a la acción canallesca de la oligarquía. Pero yo no quise que eso pasara, por la sencilla razón de que con eso contribuíamos a echar más leña al fuego. Después de todo había un dato que era indiscutible, los funcionarios públicos dejaban bastante que desear, la corrupción fue una realidad que nosotros debimos atacar antes que nada, para después sí llenarnos la boca contra nuestros

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