Poco se sabe de los últimos tiempos de Gabriel García Márquez, cuando se alejó con discreción de esa vida pública plagada de literatura, política y celebridad que tuvo durante casi medio siglo. Sin embargo, su hijo Rodrigo llevó un diario de notas de aquellos días, que se prolongó primero hasta la muerte de su padre y luego hasta la de su madre, poco después. El resultado, tan inesperado como conmovedor, es el reciente «Gabo y Mercedes: una despedida» (Literatura Random House). De paso por Buenos Aires para filmar la adaptación de «Santa Evita», la extraordinaria novela de Tomás Eloy Martínez, viejo amigo de su padre, LENGUA invitó a Rodrigo a conversar con su «primo lejano», Ezequiel Martínez, hijo de Tomás. En este diálogo, repleto de confianza y pudor, Rodrigo habla de por qué escribió este libro de tanta intimidad, de la enfermedad de su padre, de la novela inédita que dejó, de los mitos alrededor de su madre, de su extraña relación con Aracataca y del fin de aquel club que formaban él y su hermano con Gabo y Mercedes.