PRÓLOGO
¡Ajúa!
Desde el primer día de clases del CAEM-CIDENAL 2013 me sorprendió gratamente la pasión militar de un aplicado coronel, que aspiraba a ascender a general con una importante hoja de servicios a la patria.
Según nos dijeron, el curso lo integraba un grupo competitivo de militares y policías de brillantes trayectorias y personalidades civiles de gran influencia en la vida colombiana, y todas personas cuidadosamente evaluadas por la Escuela Superior de Guerra, en atención a la exigencia del programa académico de un año de duración y a la sensible formación en Seguridad y Defensa Nacional que se va adquiriendo módulo tras módulo en las aulas de clases y en las visitas a las brigadas e instalaciones militares por todos los rincones de Colombia.
A medida que avanzaban las sesiones me entusiasmaba más con el alto nivel académico, profesional y humano de nuestros compañeros y de cada uno de los oficiales del Ejército, la Armada, Fuerza Aérea y Policía. A la postre, en una proporción en especial alta para un curso, irían conquistando las posiciones más altas en las cúpulas y en el servicio público.
Y me seguía llamando poderosamente la atención, por la forma de expresarse sobre los asuntos militares y por los análisis sobre diversos asuntos de la patria, el talante del entonces coronel Eduardo Zapateiro.
Nuestras conversaciones se fueron haciendo cada vez más frecuentes, sobre los problemas sociales que afectan al país, las necesidades de cada una de las regiones, las afugias y oportunidades de nuestra nación, la geopolítica internacional, la vida y la arquitectura institucional colombiana, en fin, sobre los más variados temas, sin omitir, claro está, lo atinente a la seguridad y a la defensa nacional.
Pensé entonces que Eduardo Zapateiro conquistaría las más altas dignidades en nuestras Fuerzas Armadas, pero que su vida pública no terminaría ahí. La lectura de este libro, diez años después de haberlo conocido en los pupitres, así me lo confirma.
Este es un texto de grata lectura. No es un farragoso recuento de éxitos personales ni una hoja de vida ampliada en decenas de páginas. A partir de los testimonios derivados de su itinerario vital, es también un compendio de reflexiones sobre los altos ideales del servicio público y la responsabilidad de la fuerza pública. Sobre los valores y las necesidades de nuestro país. Y claramente no es una de esas obras muy respetables que se escriben cuando grandes personajes están cerrando su vida. El libro, sin duda, deja la sensación de que Eduardo Zapateiro cerró un exitoso ciclo de varias décadas, pero que también abrió otro que lo proyectará hacia distintos e importantes horizontes de servicio a la patria.
Dicho de otra manera. Este no es el libro de despedida de Eduardo Zapateiro. Es el libro de bienvenida de Eduardo Zapateiro a otras dimensiones de la vida pública. Es el libro de alguien que siempre quiere dar más y hacer más. De alguien a quien sus subalternos siguen con admiración y convicción y, lo vi cuando era coronel, sus superiores escuchan con atención y respeto.
Cuando Eduardo Zapateiro llegó a ser comandante del Ejército tenía la misión de reavivar en la tropa la pasión por el uniforme y la devoción por la patria. Las heridas profundas que habían dejado en los diversos estamentos militares los maltratos a los que fueron sometidos durante las negociaciones del proceso de paz con las FARC requerían, dentro del máximo respeto institucional y la total disciplina castrense, de un militar conectado en cuerpo y alma con los soldados, respetuoso de la autoridad civil y apasionado por el cumplimiento de los ideales y propósitos de la fuerza pública.
Fui testigo presencial del afecto de los soldados por el general Zapateiro, y de la admiración que le profesan. Fui también testigo del respeto por sus colaboradores y de su generosidad para con ellos. Lo vi interactuar afectuosamente con su bella familia, a la que ama con todo el corazón. Lo vi con la dignidad militar intacta y con los ojos aguados, con dolor de patria y con dolor en el corazón.
Creo que hoy por hoy, en democracia y para la democracia colombiana, la voz de Eduardo Zapateiro es muy importante. Lo que nos cuenta sobre el camino para llegar hasta aquí y lo que tiene que decir sobre el presente y el futuro. No hay región de Colombia que Eduardo Zapateiro no conozca. No hay zona que no haya visitado. No hay idiosincrasia regional que no entienda. Y siempre lo ha hecho a partir del constante y cercano contacto con las comunidades, y pensando en grande. Muy en grande. Rompiendo paradigmas, superando umbrales y derribando barreras que parecían infranqueables.
El desdén con el que algunos dirigentes políticos se refieren a la fuerza pública, el odio que otros le profesan desde encumbrados recintos de la vida colombiana, la falta de comprensión sobre la dimensión del sacrificio y el compromiso de nuestros soldados y policías, la narrativa perversa que pretende desconocer lo que representan nuestros uniformados para las garantías democráticas y el progreso colectivo, el empeño de algunos sectores en convertir en víctimas a los victimarios y en culpables de nuestros males a quienes le han servido con honradez a la patria delimitan un contexto en el que la voz de Eduardo Zapateiro debe ser escuchada. Es necesario. Es democrático. Es conveniente. Es urgente.
JUAN LOZANO