Adiós eterno

Javier León Herrera

Fragmento

Título

Introducción

intro

Suele suceder. Al terminar este libro decidimos que lo primero que tenías que leer fue lo último que se escribió en este Adiós eterno al divo inolvidable que será siempre Juan Gabriel. Estas primeras líneas fueron las penúltimas escritas, desde la más sentida emoción, y surgieron casualmente el domingo 27 de agosto de 2017, el mismo domingo que un año antes, y justo a estas mismas horas, expiraba Alberto Aguilera Valadez. Fue el momento de improvisar una oración por su alma, encender una vela y anteponer, como preámbulo, nuestro más profundo respeto y admiración, que adjuntamos a la más rigurosa profesionalidad, a la hora de abordar esta obra cuyo protagonista fue para muchos, sin duda alguna, el más grande y prolífico talento y genio compositor de la música latina de todos los tiempos.

La Tierra dio una vuelta entera alrededor del sol. Desafortunadamente, en ese tiempo, se ha explorado más en los pleitos relacionados con su herencia que en el tremendo legado musical que nos dejó, algo que no lo debe tener precisamente contento en el otro mundo. Pero el planeta seguirá en su traslación y estamos convencidos de que llegará el día en que acabará prevaleciendo, como era su deseo, el fulgor musical de la inmensa estrella que fue; uno de los iconos más grandes de la música popular mexicana. Este libro profundiza, por un lado, en el ser humano que había detrás del mito, en sus últimas horas de vida, en los esfuerzos de Alberto por sobreponer sus luces para borrar las sombras de su mundialmente famoso álter ego con un arrepentimiento sincero; por otro, en la crónica de los acontecimientos vividos en los últimos días, para aclararlos, cambiar especulaciones por hechos contrastados con fuentes exclusivas y paliar el enorme malestar que el discutible manejo del post mortem y el hermetismo provocaron entre sus millones de seguidores, entonces privados de información y de un último adiós de cuerpo presente, una despedida que además debía simbolizar el vínculo eterno con su ídolo, un adiós que quería y pretendía ser tan inmortal como su legado. Descubrirán una hermosa frase que Alberto Aguilera pronunció al respecto pocos días antes de morir. Esperamos que al final puedan reflexionar sobre una clara moraleja derivada de su actitud: es posible que muchas personas se equivoquen con sus decisiones, pero no hay mayor error en la vida que la ausencia del perdón.

Para comenzar esta investigación formulamos una serie de interrogantes respecto a los hechos, sin prejuzgar de ninguna manera a nadie por lo sucedido. No recabamos prueba alguna de mala intención de nadie y sí, por el contrario, muchos testimonios que apuntan al propio cantautor como director solitario de su destino. Las inquietudes planteadas las trasladamos a todas las fuentes y el sentido común apunta a que una persona de su edad, con un estado de salud muy delicado y un cuadro médico lleno de serias y graves advertencias, no es la más idónea para arrancar una gira de 22 conciertos en Estados Unidos, máxime teniendo en cuenta que cada concierto de Juan Gabriel era un maratón de más de tres horas. ¿Por qué lo hizo? Todo apuntaba a que era una decisión arriesgada y nada debe estar por encima de la salud. En ese caso, ¿qué le llevó a tomar esa peligrosa decisión?

En abril de 2014, Juan Gabriel ya había sufrido un grave percance de salud que casi acaba con su vida en Las Vegas, donde tuvo que permanecer hospitalizado varias semanas, en coma inducido. Un aviso lo suficientemente serio como para haberse dado un largo y terapéutico descanso. Sin embargo, esta pausa en su carrera duró muy poco, apenas lo necesario para retomar fuerzas, incluso optimizar la voz. Después de pasar por tal tregua, volvió a apretar el acelerador. No se demoró en retomar la gira que tuvo que interrumpir por tan delicado accidente de salud. Completó 20 conciertos. Programó para el segundo semestre de 2016 otros 22, pero entonces su salud ya no lo resistió.

La última y alarmante advertencia fue tan solo ¡tres días antes de morir! Aun así no desistió. Como leerán, tuvo otro serio aviso cuando regresaba a su casa de Santa Mónica de un corto paseo, que se hizo muy largo debido a su condición física tan deteriorada y problemas respiratorios y cardiovasculares severos. Juan Gabriel casi se desvanece en la famosa playa de Muscle Beach, a menos de 200 metros de su casa, en la que cayó exhausto sobre una banca sin asistencia médica alguna. Evidentemente conocía su delicada situación, aunque prefirió ignorar aquel incidente. ¿Por qué decidió seguir y no buscó asistencia médica? No es difícil adivinar que cualquier doctor hubiera desaconsejado, cuando no prohibido rotundamente por prescripción médica, el concierto del día siguiente, el viernes 26 de agosto. Le habían programado una cita médica al llegar a Texas para el show del día 28, aunque no sabemos si tenía pensado cumplirla. En cualquier caso, era demasiado tarde.

Podía esgrimir esta fuerza mayor para cancelar la gira y cuidarse. Ante las pruebas tan palpables sobre su estado de salud, nadie hubiera podido tener otra reacción que la comprensión más absoluta. Resulta inviable elucubrar con el hecho de que pudieran presionarlo para no descansar a sabiendas de que había un alto porcentaje de que sucediera lo que finalmente ocurrió. Nos consta, y así lo van a leer, que se quejó antes de iniciar esta última gira, se sentía cansado, pero entonces, ¿por qué no paró? Él tenía siempre la última palabra, por mucho que Iván Aguilera, en este caso en su papel de representante y no de hijo, planeara más trabajo, Juan Gabriel siempre podría decir basta. Dado su inmenso patrimonio no creemos que necesitara seguir por cuestiones meramente pecuniarias. ¿Entonces, por qué? “Solo desafía a la muerte quien no le teme al hecho —según él mismo decía— de dejar de respirar.”

No nos podemos olvidar, en busca de respuestas, del propio temperamento del cantautor, doble personalidad en este caso, como podrá el lector descubrir a lo largo del libro y principalmente en las íntimas pláticas que sostuvo en la víspera de su muerte con una persona muy allegada a la que abrió su alma de par en par. De estas pláticas y de las consultas hechas a otras personas que llegaron a ser grandes e íntimos amigos suyos, podría deducirse que Juan Gabriel era consciente del riesgo de muerte súbita que corría pero que, voluntaria o involuntariamente, no quiso hacer nada para remediarlo, como si le aterrara la idea de una vejez decadente y sombría de Alberto Aguilera, en la que el personaje de Juan Gabriel hubiera dejado de ejercer como tal. Él pretendía todo lo contrario, que fuera Alberto el que sucumbiera para dejar en la inmortalidad al personaje popular, al coloso inmarcesible subido en un escenario para morir con las botas puestas. Y así fue como sucedió.

La muerte de Juan Gabriel, el 28 de agosto de 2016, dos días después del tercer espectáculo en California de su nueva gira MéXXIco es todo, co

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