En el filo de la navaja

Yolanda Ruiz

Fragmento

Presentación

Los periodistas miramos la historia desde una tribuna privilegiada porque podemos llegar adonde otros no llegan, escuchar y ver detrás de las cortinas del poder y asomarnos a los lugares donde se toman las decisiones grandes o pequeñas. Hablamos con presidentes, ministros y mendigos, entrevistamos a víctimas y delincuentes, nos movemos entre tragedias y cocteles, bajamos a los abismos del infierno y de pronto nos codeamos con lujos excesivos porque la prensa tristemente también se vuelve parte del poder que debe vigilar. Los periodistas contamos lo que pasa hoy porque en nuestro oficio el ayer y el mañana no tienen mucho sentido, aunque deberían tenerlo más. Y al contar el presente vamos tejiendo la historia porque nuestras palabras escritas de afán o con mucha reflexión serán fuentes de los que escarben después para entender este mundo complejo que vivimos.

Ser periodista es como caminar en el filo de una navaja porque caerse por exceso o por defecto es muy fácil. Mantener el equilibrio es todo un reto, y lo peor es que mientras caminamos tiran piedras desde todos los costados.

Me correspondió vivir como periodista una época compleja. Comencé mi carrera en los convulsos y violentos años ochenta y por eso mis primeros reportes fueron de dolor y muerte; he hablado con protagonistas de los últimos treinta años, he visto la corrupción, la guerra y la búsqueda de la paz. También he descubierto que pasan otras cosas más allá de esos titulares que destacamos. Hay un universo que poco cubrimos, afanados, como hemos estado, por narrar un conflicto que nos marcó de mil maneras. En ese caminar, cuando el reto que nos imponemos es hacer periodismo responsable, las dificultades y las dudas aparecen en cada esquina.

Desde mis primeros pasos en el periodismo como practicante, hasta llegar a la dirección en varios medios de comunicación, me he enfrentado una y otra vez a momentos grandes o pequeños de la historia que representaron para mí lecciones importantes para el oficio o para la vida. Me encontré varias veces ante encrucijadas difíciles por dilemas éticos o situaciones que me desbordaron como ser humano o me retaron profesionalmente, porque este trabajo nos conecta con lo mejor y lo peor de las sociedades.

En materia ética, descubrí que las fórmulas no aplican
y que, en medio de los principios globales, como no mentir y buscar la verdad, todas nuestras decisiones están cargadas por la realidad del momento, el contexto y un sinfín de circunstancias que nos empujan a tomar un camino u otro. Me han movido desde el primer instante un principio aprendido en familia de lo que considero correcto y la incesante búsqueda de la mejor manera de cumplir con la responsabilidad pública que tenemos como periodistas.

En el camino descubrí que ver al otro como ser humano es crucial para ser buen periodista y que hacer el esfuerzo por dejar de lado los intereses personales nos quita velos de los ojos para hacer mejor el trabajo. Asimismo entendí que todos los días hay que aprender y desaprender, abrir la mente y los sentidos porque el mundo cambia y nuestro oficio también. Comencé a trabajar usando una máquina de escribir y buscando en las calles un teléfono fijo prestado para poder hacer reportería. Hoy, cuento las noticias desde Twitter, Facebook o Instagram. Me maravilla el poder que esa nueva tecnología representa para la democracia y me aterra el riesgo que entraña también para el periodismo. No tengo nostalgia de lo que fue, pero sí creo que los periodistas debemos defender la esencia del oficio, no por nosotros, sino por el bien de la democracia.

Este libro es la recopilación de muchas historias y reflexiones, tomadas en la calentura del trabajo como reportera o como directora. Las miradas son muy distintas desde uno u otro cargo, y las vivencias y lecciones aprendidas son diferentes desde el terreno o desde la dirección. Son episodios de la vida real como los recuerdo, como los viví y como me ayudaron a recordar otros que me dieron una perspectiva distinta, porque no hay nada que cambie tanto como el pasado: sobre el mismo hecho, un recuerdo no es igual a otro. Algunos textos vienen de muchos años atrás, tomados de mi libreta de periodista. Desde el comienzo me ha interesado la reflexión sobre el oficio y por eso desde siempre he escrito ideas con preguntas o dudas sobre lo que hago. Llevo más de treinta años en esa tarea y cuando llego a una conclusión me surge otra duda.

Tuve dificultades para encontrar una forma de narrar de modo uniforme lo que aquí comparto, y al final decidí que, como me dijo alguna vez un buen amigo escritor, “cada historia tiene su propia manera de ser contada”. Fui dejando entonces que me hablaran por sí mismos esos episodios que se me quedaron grabados porque de ellos aprendí algo, porque me caí, porque no entendí o porque significaron un antes y un después en mi vida personal o profesional. Esto es, entonces, un conjunto de relatos, crónicas o historias. Algunos textos se han publicado previamente como columnas en el periódico El Espectador o en el portal de RCN Radio; otros vienen de mis publicaciones en Facebook; unos más, de mis archivos personales; algunos nacieron pensados para este libro, cuando hace varios años empecé a concebirlo, y otros fueron cambiando con el tiempo. Releí, corregí, ajusté y aquí va por fin la culminación de un sueño.

Sirvió de mucho apoyo la consulta digital en las noticias publicadas por El Espectador, El Tiempo, la revista Semana y los portales de RCN Radio y Caracol Radio. Gracias a eso pude precisar fechas y detalles que se escaparon con el tiempo.

Cada episodio representó para mí un reto desde el punto de vista ético, periodístico o humano. De los muchos momentos que me ha tocado cubrir como periodista escogí algunos de los que me generaron un pensamiento, que me enseñaron o me dejaron dudas. Las preguntas no son solo el camino hacia una historia en el periodismo, son también el motor para crecer. Dudar es la clave en este oficio. Y como las certezas son pocas y las dudas muchas, esto no es un manual de periodismo ni un libro de recomendaciones éticas; es más el diario de una periodista que lleva décadas intentando entender el oficio para tratar de hacerlo cada día mejor.

Propongo algunas ideas, abierta siempre al debate, entendiendo que en cada caso, ante una misma situación, otros colegas habrían actuado de forma distinta. Planteo además algunas reflexiones mirando hacia dentro en nuestro oficio porque nos debemos y le debemos a la sociedad un poco más de autocrítica, aunque nuestro gremio no es muy dado a esa tarea.

Además de contar anécdotas y pensamientos en caliente sobre el quehacer del periodista, invito entonces a la reflexión, a mirar por dentro, cuando la era de las noticias falsas nos reclama mayor compromiso y rigurosidad. Nunca como hoy se había necesitado tanto a los buenos periodistas para que ayuden a decantar y entender la realidad en el mar de incertidumbre que es internet, pero nunca como hoy ha estado tan amenazado nuestro oficio. La sociedad que nos critica nos necesita para entender

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos