Apagar incendios con gasolina

Santiago Aparicio Izquierdo

Fragmento

“Ten un desprecio saludable por lo imposible”.

Larry Page, fundador de Google

Mi nombre es Santiago y tengo treinta años. He dedicado toda mi vida profesional a la tecnología y he tenido la oportunidad de trabajar con algunos de los más grandes en la industria. He pasado por el sector financiero, dos de las empresas de tecnología más importantes del continente y fundado cuatro propias; la última y más exitosa hasta ahora es Fitpal. Se trata de una app que, por medio de aprendizaje automatizado, enamora a las personas a una actividad física con el fin de que sean más saludables. Operamos en más de cinco países y trabajamos con las multinacionales más grandes del continente. En mis tiempos libres, escribo para la revista Forbes y soy un apasionado por el deporte en general.

Reviso estas páginas desde tal vez la mayor crisis económica que haya visto la humanidad. Durante 2020 nos enfrentamos a la pandemia del COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha catalogado como una emergencia en salud pública de importancia internacional (ESPII). En menos de dos meses se identificaron casos en todos los continentes, situación que ha costado miles de vidas y puesto en jaque a la economía mundial. Si bien es cierto que ha habido mayores tragedias en nuestra historia, nunca habíamos sufrido un golpe tan fuerte en el corazón de nuestra capacidad para producir.

Sin embargo, no es el primer obstáculo que tendremos que afrontar en nuestras vidas, tampoco será el último y tal vez ni siquiera el peor. Esta situación nos ha demostrado que no existe el momento ideal para empezar una empresa o proyecto personal, y el mensaje que quiero transmitir en este libro es que no importa, pues el éxito tiene una receta replicable que desarrollé y comparto aquí con ustedes. No llegué a ella porque sea un genio, una persona especial, notable académicamente o porque conozca a la “gente correcta”. Es producto de haber estudiado qué tienen en común algunos seres excepcionales que han logrado cambiar el rumbo de la historia desde el emprendimiento, sumado a mi propia experiencia en este campo.

Mi mayor deseo siempre, desde pequeño, fue entender cómo funciona el dinero. ¿Cómo invertir?, ¿cómo levantar capital?, ¿en qué, cómo y cuándo gastar?, ¿gasto mucho o poquito? Fui el típico adolescente que se cree especial por ser más ambicioso que sus amigos y que, por tanto, le exige éxito a la vida. Sin embargo, la realidad siempre es otra y a veces para aprender es necesario caerse. En mi caso, estas caídas iban a ser como desde un rascacielos con un bulto de cemento atado a la espalda.

Mi actitud frente a la vida ha sido siempre retadora, esto se debe a que nunca he entendido por qué ser “normal” es algo bueno. Cuando estaba en el colegio, mi familia, profesores y allegados cuestionaban que no quisiera perseguir el camino corriente. Con esto se referían a formar un grupo de amigos con buenos contactos y obtener excelentes notas para poder acceder a una prestigiosa universidad y empezar un pregrado con algún componente administrativo o matemático, y de ahí salir en busca de una carrera profesional en una multinacional con buenas oportunidades de crecimiento. ¿Por qué renunciar a la posibilidad de tener una vida “normal”, con un trabajo estable en una gran compañía, un salario cómodo, vacaciones pagas y fines de semana de desconexión total? Aunque varias veces llegué a hacerme también esta pregunta, no podía justificarla y algo dentro de mí se negaba a aceptarla.

¿Y si en realidad la gente a mi alrededor estaba en lo correcto? ¿Acaso ese era efectivamente el mejor camino para mi futuro? Un día tomé la decisión de entender qué es lo que significaba ser “normal” en ese contexto. Comencé con lo básico, la definición de la palabra “normal” del diccionario de la Real Academia Española:

normal

Del lat. normālis.

Adjetivo

  1. Habitual u ordinario.
  2. Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.

En otras palabras, ser normal significa hacer parte de la media. Esto me llevó a una segunda pregunta:

 

¿Es esto algo bueno o malo? Todos aquellos referentes de normalidad a mi alrededor parecían felices en alguna medida. No obstante, decidí profundizar más en el tema: ¿qué caracterizaba a ese grupo “promedio”? Tras un poco de investigación, me encontré con unas cifras en mi opinión aterradoras.

 

 

Según el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud, estos son algunos de los indicadores que describen la población latinoamericana promedio hoy:

Fuente: “Ahorro bruto per cápita - Latin America & Caribbean”, Banco Mundial (2020) https://datos.bancomundial.org/; “Obesidad y sobrepeso”, OMS (2020) https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight; World Health Statistics / OMS https://www.who.int/gho/world-health-statistics

 

Entonces, ¿qué significa hacer parte de la media en Latinoamérica? Estos resultados no son muy alentadores. De hecho, nuestra parte del continente es la región con menor actividad física en el mundo y, por ende, con mayor riesgo de adquirir enfermedades crónicas no transmisibles, como diabetes, hipertensión y problemas cardiacos. En los últimos doscientos años la medicina y la tecnología han avanzado tanto que la expectativa de vida del ser humano ha aumentado en más de cuarenta años; en otras palabras, nos hemos vuelto buenísimos en hacer que la gente viva más. En esa medida, las cifras expuestas implican un problema, pues demuestran que el tiempo extra de vida que hemos conseguido no necesariamente es tiempo de calidad. Alguien que sufra de una enfermedad crónica no transmisible puede pasar sus últimos veinte años postrado en una cama o, peor aún, en procedimientos como diálisis. Por otro lado, que casi siete de cada diez personas estén medicadas de alguna manera quiere decir que gran parte de la población depende de forma activa de algún fármaco para llevar su vida diaria.

Esto en cuanto a la salud. Veamos ahora el aspecto financiero. Hay quienes dicen que el dinero no compra la felicidad, y aunque tal vez sea cierto, no es ningún secreto que nos permite asegurar y aumentar la comodidad y la tranquilidad de nuestras vidas, al suplir aspectos básicos del bienestar humano como una nutrición adecuada y un techo, factores que requieren de ciertos ingresos mínimos garantizados para poder operar a niveles mínimos de satisfacción. D

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