Sombras de identidad (Nacidos de la bruma 5)

Brandon Sanderson

Fragmento

Contents
Contenido
Dedicatoria
Agradecimientos
Prólogo
Primera parte
1
2
3
4
Segunda parte
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
Tercera parte
22
23
24
25
26
Epílogo
Arns arcanum
Lista de metales
Sobre las tres artes metálicas
sombras

PARA MOSHE FEDER,

que apostó por mí

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Agradecimientos

El pasado de este libro fue accidentado, puesto que una tercera parte del mismo surgió a la vez que escribía otra obra. (Había enviado una lista de observaciones a la editorial y estaba esperando a recibir su respuesta; creo que se trataba de la última entrega de La Rueda del Tiempo.) Me vi obligado a dejar de trabajar en este volumen para sumergirme en el otro.

Para cuando lo retomé, mi visión original de una nueva trilogía protagonizada por Wax, Wayne y Marasi había cambiado, de modo que el primer tercio requirió una ingente cantidad de retoques y modificaciones para encajar con los otros dos, al tiempo que los escribía. Deposité una confianza tremenda en el excelente ojo crítico de mi editor, Moshe Feder; mi agente, Joshua Bilmes, y mi asistente editorial, Peter Ahlstrom, alias el Instantáneo. Un agradecimiento muy especial también para mi editor en el Reino Unido, Simon Spanton.

Además, mi grupo de escritura resultó ser —como siempre— imprescindible. En él se incluyen Emily Sanderson, Karen y Peter Ahlstrom, Darci y Eric James Stone, Alan Layton, Ben «por favor, a ver si esta vez escribes bien mi nombre» Olsen, Danielle Olsen, Kathleen Dorsey Sanderson, Kaylynn ZoBell, Ethan e Isaac Skarstedt, y Kara e I˜saac Stewart.

Organizamos una lectura beta relámpago, y fueron varias las personas atentas que aportaron sus extraordinarios comentarios. Entre ellas: Jory Phillips, Joel Phillips, Bob Kluttz, Alice Arneson, Trae Cooper, Gary Singer, Lyndsey Luther, Brian T. Hill, Jakob Remick, Eric James Stone, Bao Pham, Aubree Pham, Steve Godecke, Kristina Kugler, Ben Olsen, Samuel Lund, Megan Kanne, Nate Hatfield, Layne Garrett, Kim Garrett, Eric Lake, Karen Ahlstrom, Isaac Skarstedt, Darci Stone, I˜saac Stewart, Kalyani Poluri, Josh Walker, Donald Mustard III, Cory Aitchison y Christi Jacobsen.

Ha sido increíblemente satisfactorio asistir al desarrollo del apartado artístico de mis novelas a lo largo de los años. Siempre he soñado con el descabellado plan de incluir muchas más imágenes de lo que suele ser habitual; todas las que me dejen, básicamente. Son tres los maravillosos ilustradores que lo han hecho posible en este volumen. La cubierta es obra de Chris McGrath, y me encanta su interpretación de los personajes. Mi buen amigo y ahora director artístico a tiempo completo, I˜saac Stewart, se encargó de los mapas y de los símbolos, además de la esmerada maquetación del pasquín. Los dibujos que salen en él son obra del siempre excelente Ben McSweeney.

Para la gente de JABberwocky, mi agencia, gracias a Eddie Schneider, Sam Morgan, Krystyna Lopez y Christa Atkinson. Ya en el Reino Unido, se merece una ovación John Berlyne, de Zeno Agency.

Para Tor Books, muchísimas gracias a Tom Doherty, Linda Quinton, Marco Palmieri, Karl Gold, Diana Pho, Nathan Weaver, Edward Allen y Rafal Gibek. Ingrid Powell se encargó de las labores de corrección. La revisión de galeradas recayó sobre Terry McGarry, y el narrador del audiolibro no es otro que mi lector predilecto, Michael Kramer. Otros profesionales de ese formato que se merecen mi agradecimiento son Robert Allen, Samantha Edelson y Mitali Dave. Para Adam Horne, mi nuevo asistente adjunto, esta es la primera vez que su nombre sale mencionado en un libro. ¡Bien hecho, Adam!

Por último, gracias de corazón a mi familia, como siempre. Una esposa maravillosa y tres niños pequeños que todavía no entienden muy bien por qué los libros que escribe papá tienen tan pocos dibujos.

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Prólogo

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Waxillium Ladrian, vigilante de la ley de alquiler, pasó una pierna sobre la grupa de su caballo para bajar al suelo y giró sobre los talones a fin de encarar la cantina.

—Hala —dijo el chiquillo, desmontando de un salto a su vez—. No se te ha enganchado la espuela en la silla, ni has tropezado, ni nada.

—Aquello pasó solo una vez —replicó Waxillium.

—Ya, pero es que fue supergracioso.

—Quédate con los caballos —le ordenó Waxillium, arrojándole las riendas—. No ates a Devastadora. A lo mejor me hace falta.

—Vale.

—Y no robes nada.

El muchacho —de facciones aniñadas pese a sus diecisiete años de edad, con las mejillas teñidas apenas por una sombra de pelusilla a pesar de llevar semanas intentando dejarse crecer la barba— asintió con gesto solemne.

—Prometo no mangarte nada, Wax.

Este exhaló un suspiro.

—No es eso lo que te he dicho.

—Pero...

—Tú quédate con los caballos y procura no hablar con nadie. —Wax sacudió la cabeza mientras entraba en la cantina, sintiéndose como si flotara. Estaba llenando un ápice su mente de metal, reduciendo en torno al diez por ciento de su peso. Práctica habitual para él de un tiempo a esta parte, desde que se quedara sin peso almacenado en el transcurso de una de sus primeras cacerías, hacía unos meses.

La cantina en cuestión, ni que decir tiene, era un tugurio cochambroso. En los Áridos prácticamente todo estaba cubierto de polv

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