Los últimos honores

Arno Burkholder

Fragmento

Los últimos honores

Introducción

Los expresidentes de México en el momento de su muerte

Hasta que uno se haya muerto, nadie sabe si su vida ha resultado buena o ha resultado mala.

SÓFOCLES

Este libro cuenta la historia de los funerales de los expresidentes de México entre 1945 y 2012. Un conjunto de personajes cuyas vidas cubrieron desde los años más intensos de la Revolución mexicana hasta los tiempos de incertidumbre a principios del siglo XXI. En estas páginas el lector encontrará a una serie de figuras que alguna vez gozaron del poder y la gloria, pero luego tuvieron que enfrentarse a lo que algunos consideran el momento más importante en la vida de cualquier persona: el instante de la muerte.

En México, la presidencia de la República ha sido la institución política más importante de su historia. Creada en 1824, la presidencia pasó de ser una pieza débil a convertirse en el pilar del sistema político después de la guerra civil que comenzó en 1910. Los amplios poderes de que gozaban los presidentes junto con una costumbre reverencial hacia el poder hicieron que los jefes del Ejecutivo alcanzaran altos niveles de autoridad y respeto. Eran “los primeros mandatarios”, los “obreros de la patria”, los hombres que podían decidir sobre el destino de millones de mexicanos en un régimen paternalista y autoritario que favorecía la sacralización de la institución presidencial y al mismo tiempo evitaba que alguno de estos personajes se eternizara en el poder.

Si bien la institución presidencial va a cumplir 200 años de existencia, para hacer este libro he preferido concentrarme en el periodo que va de 1945 a 2012; una etapa en la que la Revolución ya se había convertido al mismo tiempo en una institución y un mito histórico que le daba sentido y estabilidad al país, para luego pasar por la decadencia hasta que en el siglo XXI perdió su razón de ser. Eso provocó que los gobiernos de esos años no contaran con un relato que unificara a la nación de la misma manera en que ocurrió desde mediados del siglo XX.

Todo Estado necesita para sobrevivir de una historia en común y de una serie de símbolos y rituales que le den sentido a su existencia; que le permitan imaginarse al mismo tiempo el pasado que tuvo y el futuro que quiere construirse. Dentro de esos rituales uno de los más importantes consiste en rendir honores a sus antiguos gobernantes al momento en que éstos fallecen. Estos funerales de Estado sirven entre otras cosas para reconocer el legado que deja tras de sí el exgobernante fallecido y para que los países recuerden su historia y vuelvan a plantearse el futuro que quieren tener.1

En el caso mexicano, la historia de los funerales de sus expresidentes es una buena herramienta para comprender cómo ha cambiado nuestra visión hacia el poder. Los expresidentes han pasado de ser figuras reverenciales a convertirse en sujetos de burla y hasta de muy serios cuestionamientos por las decisiones que tomaron cuando gobernaban al país. En este momento de nuestra historia no tenemos una buena opinión sobre nuestros expresidentes. En las últimas décadas los escándalos por corrupción han debilitado a la institución presidencial en México.

Al momento de escribir estas líneas el expresidente más anciano, Luis Echeverría, vive recluido en su casa en San Jerónimo luego de que fue exonerado por haber participado en la organización de la matanza de Tlatelolco en 1968.2 El siguiente expresidente, Carlos Salinas de Gortari, supuestamente vive en Londres luego del triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Salinas de Gortari ha tenido una expresidencia muy compleja desde que dejó el poder en 1994: se le ha acusado de ser el responsable de la gran crisis económica que estalló a finales de ese año, del asesinato del candidato del PRI Luis Donaldo Colosio, de estar involucrado en el narcotráfico y de seguir influyendo desde las sombras en la vida política nacional. Durante años ha sido “el villano favorito” al que se ha culpado de casi todo lo malo que le ocurre al país.3 Su sucesor Ernesto Zedillo vive en Estados Unidos desde que dejó la presidencia en el 2000. Trabaja dirigiendo un centro de estudios sobre la globalización en la Universidad de Yale, es consultor en diversas empresas y forma parte de distintas organizaciones de alcance mundial. Hasta donde se sabe está totalmente alejado de la política mexicana y no hay ningún indicio de que pretenda regresar a corto plazo a México.4

Vicente Fox, quien alguna vez fue la gran esperanza para la democracia mexicana, vive en Guanajuato al pendiente de sus negocios y del Centro Fox, el cual creó para promover programas de liderazgo y otras actividades.5 Es una figura presente en la vida política actual a través de su cuenta en Twitter y ha tenido enfrentamientos con el presidente López Obrador, lo que ha llevado a que el actual gobierno haya hecho cundir el rumor de que el expresidente Fox no había pagado sus impuestos desde hacía varios años.6

Felipe Calderón Hinojosa dejó la presidencia en 2006. Actualmente impulsa la creación de un partido político llamado México Libre y también es un participante asiduo en las redes sociales. A Calderón se le acusa de haber tolerado la corrupción durante su sexenio y de que su estrategia para combatir al crimen organizado provocó que la violencia se desatara por el país y fallecieran más de 100 mil mexicanos.7

Enrique Peña Nieto, el más joven de los expresidentes, supuestamente vive en España. Aparece en la portada de revistas “del corazón” del brazo de una nueva novia y es acusado de haber participado en una enorme estafa a la empresa Petróleos Mexicanos. Lo que más se recuerda actualmente de Peña Nieto es su frivolidad ante los problemas del país, mientras que sus proyectos para modernizar al fisco, la educación, las telecomunicaciones y la industria energética han caído en el olvido.8

Con estos antecedentes es difícil que México tenga una buena opinión sobre sus expresidentes y tal vez, así como vio con gusto que el presidente Andrés Manuel López Obrador les retirara las pensiones, los guardaespaldas militares y otros apoyos, estaría contento si el Estado no les hace un funeral al momento en que fallezcan.9

Sin embargo, si algo demuestra la historia de los funerales de los expresidentes mexicanos que fallecieron entre 1945 y 2012 es que estas ceremonias pueden servirles de distintas maneras a los gobiernos que decidieron homenajear a sus anteriores jefes de Estado, a pesar de que ellos también tuvieran un pasado muy polémico marcado por el autoritarismo, como es el caso de Plutarco Elías Calles, la corrupción, con Miguel Alemán, o la represión, como ocurrió con Gustavo Díaz Ordaz.

Además de ser una oportunidad para reflexionar sobre el pasado y el futuro y también para que el Estado consolide su continuidad histórica (porque todos los gobiernos necesitan también de la antigüedad para legitimarse), el funeral de un

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