
Lyna seguía sin poder quedarse quieta ni callada y aún le daba dolores de cabeza a Rita y al Panadero porque, en lugar de hablar, gritaba. Dani, por su parte, continuaba metiéndose en líos incluso sin buscarlos. Tenía un imán para los problemas.
Sin embargo, el paso del tiempo sí que trajo muchos cambios. Hacía un par de años que Lyna ya no llevaba su pelo rubio. Ahora su larga melena era de color castaño con mechas violetas. Y Dani no se quedaba atrás: después de probar todos los colores del arcoíris, decidió que el rojo era el que más le gustaba en su cabello. Pero, tal vez, la diferencia más grande era que, si bien seguían siendo tan inseparables como en su niñez, habían pasado de la amistad al amor. Unos pocos años atrás, Dani le confesó

a su amiga que estaba enamorado de ella, y Lyna, que sentía lo mismo, aunque no había tenido el valor de decírselo, le correspondió. Se convirtieron en novios y, un tiempo más tarde, se mudaron juntos.
Sus mascotas también crecieron y lo que comenzó como una pequeña familia de dos personas, un gato y un pato rápidamente creció. Primero se sumó Humita, una huroncita traviesa y escurridiza que se divertía robando calcetines y algunos objetos pequeños para esconderlos en los lugares más insospechados. Después adoptaron una gatita tímida que, con el tiempo, se hizo muy amiga de Gatooo. Su nombre era Mila o, al menos, así la llamaban para llegar a un acuerdo.