La pequeña vendedora de prosa (Malaussène 3)

Daniel Pennac

Fragmento

Índice

Índice

CUBIERTA

LA PEQUEÑA VENDEDORA DE PROSA

I. EL DELANTAL DEL CHIVO

CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 2

II. CLARA SE CASA

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 7

III. PARA CONSOLAR A CLARA

CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO 13

CAPÍTULO 14

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 17

CAPÍTULO 18

IV. JULIE

CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 20

CAPÍTULO 21

CAPÍTULO 22

CAPÍTULO 23

CAPÍTULO 24

CAPÍTULO 25

CAPÍTULO 26

V. EL PRECIO DEL HILO

CAPÍTULO 27

CAPÍTULO 28

CAPÍTULO 29

CAPÍTULO 30

CAPÍTULO 31

CAPÍTULO 32

VI. LA MUERTE ES UN PROCESO RECTILÍNEO

CAPÍTULO 33

CAPÍTULO 34

CAPÍTULO 35

CAPÍTULO 36

CAPÍTULO 37

CAPÍTULO 38

CAPÍTULO 39

CAPÍTULO 40

CAPÍTULO 41

VII. LA REINA Y EL RUISEÑOR

CAPÍTULO 42

CAPÍTULO 43

CAPÍTULO 44

CAPÍTULO 45

VIII. ES UN ÁNGEL

CAPÍTULO 46

CAPÍTULO 47

CAPÍTULO 48

IX. YO ÉL

CAPÍTULO 49

CAPÍTULO 50

CAPÍTULO 51

POST-SCRIPTUM

NOTAS

BIOGRAFÍA

CRÉDITOS

ACERCA DE RANDOM HOUSE MONDADORI

Para Didier Lamaison

A la memoria de John Kennedy Toole,
que murió por no haber sido leído,
y de Vassili Grossman, que murió
por haberlo sido.

El autor quiere expresar su agradecimiento a Paul Germain, Béatrice Bouvier y Richard Villet, que le guiaron, respectivamente, por las selvas de la imprenta, la partitura del pidgin chino y los sótanos de la cirugía.

Yo es otro, pero no es mío.

Christian Mounier

I

EL DELANTAL DEL CHIVO

–Tiene usted un vicio raro,
Malaussène: compadece.

1

Primero fue una frase que me pasó por la cabeza: «La muerte es un proceso rectilíneo». El tipo de declaración terminante que esperas encontrar, más bien, en inglés: Death is a straight on process… algo así.

Estaba preguntándome dónde lo habría leído cuando el gigante hizo irrupción en mi despacho. La puerta no había chasqueado todavía a sus espaldas cuando ya se inclinaba sobre mí:

–¿Es usted Malaussène?

Un esqueleto inmenso con una forma imprecisa a su alrededor. Huesos como mazas y el pelo como maleza plantada a ras de napia.

–Benjamin Malaussène, ¿es usted?

Doblándose como un arco por encima de mi mesa de trabajo, me mantenía prisionero en mi sillón, con sus enormes manos estrangulando los brazos. La prehistoria en persona. Yo estaba pegado al respaldo, mi cabeza se hundía entre los hombros y era incapaz de decir si era yo mismo. Tan sólo me preguntaba dónde había leído aquella frase: «La muerte es un proceso rectilíneo»; del inglés tal vez, del francés, o en una traducción…

Decidió entonces ponernos al mismo nivel: arqueando los lomos, nos arrancó del suelo, a mi sillón y a mí, para ponernos frente a él encima de la mesa. Incluso de ese modo seguía dominando la situación por más de una cabeza. A través de los abrojos de sus cejas, su mirada de jabalí hurgaba en mi conciencia como si hubiera perdido allí sus llaves.

–¿Le divierte torturar a la gente?

Tenía una voz extrañamente infantil, con un acento de dolor que quería ser terrorífico.

–¿Es eso?

Y yo, arriba, en mi trono, incapaz de pensar en algo distinto a aquella jodida frase. Ni siquiera hermosa. Puro saldo. Un francés que quiere jugar al yan

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos