Tejer la oscuridad (Mapa de las lenguas)

Emiliano Monge

Fragmento

Título

Diecinueve

(18.207 / -92.984)

Lucho, a quien nosotros pensábamos que habíamos rescatado, terminó siendo quien vino a rescatarnos.

Además de devolvernos la confianza en nuestros dioses, regresarnos la esperanza en el camino que seguimos, convencernos de buscar a los que son como nosotros y liberarnos de la exterminación sin sentido, nos explicó aquello que antes no sabíamos.

Lo pensé así esta mañana, mientras cruzábamos un pueblo que no fue destruido, porque había permanecido bajo el agua. A través de Lucho, además de Indrig, nos hablan todos los hombres y mujeres con los que compartió él su cautiverio. Qué vergüenza haberme enojado por lo del libro: merecía haberlo hojeado cuando quiso.

Pero bueno, eso, hojear nuestro libro, no parece ser lo que ahora quiera Lucho. Nuestro libro, de hecho, no parece ya importarle a nadie. Es como si de repente sólo yo pensara en estas páginas. Por eso tengo que buscar una manera de que todos vuelvan a vivirlas y a habitarlas. Esto también me dije esta mañana, contemplando las paredes de una casa forrada de corales secos que al contacto con mis dedos se hacían polvo.

Luego, estando todavía adentro de esa casa, en la que el blanco era el único color que podía verse, me dije: es natural que ahora, cada once jornadas, cuando nos reunimos ante el bulto, para intentar eclosionarlo, y, tras oír a Juana pronunciar, a voz en cuello, las palabras que ella sigue desterrando —ayer, mañana y hoy, estas fueron las últimas que los mayores nos prohibieron—, Lucho sea quien nos hable.

Quizá tendría que escribir lo que él nos diga a partir de hoy, me dije asimismo esta mañana, mientras buscábamos adentro de otra casa cualquier cosa que sirviera a nuestra marcha, cualquier pista que pudiera conducirnos a esos otros que son como nosotros. No, no sólo lo que él diga a partir de ahora, también tendría que escribir lo que Lucho nos ha enseñado en estos meses, añadí para mí misma, brincando un par de esqueletos devorados por las algas, saliendo de aquella construcción en la que estaba y volviendo al sitio en el que abrí este libro y empecé a escribir todo esto.

Antes de que pudiera avanzar otro renglón, sin embargo, apareció Lucho a mi lado. Y además de volver inútil buena parte de lo que acabo de escribir, me detuvo el corazón por varias horas. Porque después de regalarme un pequeño caracol de seis colores, que guardó en el saquito que hasta entonces era suyo, me pidió ver nuestro libro. En silencio, mientras él pasaba las hojas una tras otra, mientras mis dedos jugaban con el caracol y la ansiedad lo hacía con mi corazón y con mi cabeza, el tiempo se fue haciendo interminable en torno nuestro.

Al final, cuando yo creía que así sería el resto de mi vida, que aquel momento nunca acabaría, Lucho cerró el libro, cerró después los ojos y me dijo: está muy bien, Ayal, pero así no hablamos ni nosotros ni los hombres y mujeres que buscamos. ¿Qué pasaría si algo nos sucede y sólo encuentran nuestro libro?, me preguntó Lucho después de otro rato igual de eterno. Cada grupo, ya verás, tiene una respiración propia y diferente.

Un aspirar y un exhalar que nos vuelve únicos pero a la vez reconocibles. Esa huella también debe poder leerse, Ayal. Por eso tienes que encontrar nuestra manera. Esto, sin embargo, no es lo que quería escribir ahora. Porque ahora, que Lucho finalmente me ha dejado sola otra vez, quería anotar algunas de las cosas que él nos ha enseñado.

Anotarlas, eso sí, haciéndole caso a Lucho. Buscando, pues,!!!!!!!!!!nuestra respiración: gracias!!!!!!!!!!a Lucho comprendimos, por!!!!!!!!!!ejemplo, la importancia de desollar!!!!!!!!!!a nuestros muertos, igual que!!!!!!!!!!aprendimos a domesticar algunas!!!!!!!!!!de las presas que antes!!!!!!!!!!eran sólo caza.

Y aprendimos!!!!!!!!!!a conocer el movimiento de!!!!!!!!!!los dioses falsos, a los que!!!!!!!!!!antes les temíamos, igual que!!!!!!!!!!aprendimos a enhebrar las cuerdas!!!!!!!!!!de pelo y fibra que ahora!!!!!!!!!!usamos para contar de otra manera, porque!!!!!!!!!!ahora el tiempo ya es otro.

Título

Veinte

(18.238 / -92.748)

El milagro que habíamos estado aguardando desde hacía tantas jornadas finalmente ha acontecido.

Pero antes de dejar constancia de éste, debo explicar mejor aquello que apenas señalé la última vez que escribí aquí. Lo que Lucho nos ha enseñado es mucho más de lo que yo podría anotar y es también mucho más hondo.

Gracias a él sabemos, por ejemplo, que varios de esos grupos que son como el nuestro, aunque no tienen un bulto y a pesar de que no tienen un libro que resguarde su memoria, se han alejado menos que nosotros de nuestros libros antiguos. Lucho repite esto todo el tiempo.

Igual que nos explica todo el tiempo cosas que ellos aprendieron de esos libros. Por eso saben, por ejemplo, que se debe desollar a cada muerto y que las pieles, una vez que se han secado, deben guardarse para vestir al siguiente desollado. Si un muerto quiere atravesar a la otra orilla, deberá presentarse ante la diosa de las sombras siendo varios, pues sólo así habrá de engañar a sus serpientes.

Por eso saben, además, insiste Lucho una y otra vez, que es esencial reaprender a contar nuestras jornadas y las cosas, tal y como éstas se contaban hace siglos. Utilizando las tiras que hacemos con el pelo de los muertos y las fibras que arrancamos de las plantas y las bestias. Esas tiras en las que cada nudo y cada atado son un recién nacido o un enfermo, una camada de lobos o un grupo de exterminadores recién aniquilado. Un galón de agua o un saco de piedras blancas.

Y por eso también saben que no hacen falta mapas, que hay mucho más que norte, sur, este y oeste, asevera Lucho, a quien, por cierto, otra vez!!!!!!!!!! le estoy fallando, por no escribir!!!!!!!!!! como le había dicho que haría, de!!!!!!!!!! esta manera en que ahora sigo, buscando!!!!!!!!!! dar con la respiración que!!!!!!!!!! es sólo nuestra: por eso!!!!!!!!!! saben, pues, que basta con poder!!!!!!!!!! leer en el cielo, lo que!!!!!!!!!! dicen las estrellas y las!!!!!!!!!! bestias aparentes que éstas forman, para saber!!!!!!!!!! a dónde vamos.

Y así vuelvo!!!!!!!!!! al milagro que hoy por fin!!!!!!!!!! aconteció. Ese que tanto habíamos suplicado y del cual!!!!!!!!!! debía dejar aquí constancia. Hace un momento,!!!!!!!!!! mientras Lucho nos mostraba cómo leer!!!!!!!!!! las huellas de los que son!!!!!!!!!! como nosotros, ellos por fin aparecieron.!!!!!!!!!! ¡Sirvió torturar a!!!!!!!!!! los ú

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos