Cengiz Kahraman Collection
Cengiz Kahraman Collection
Yapi Kredi Historical Archive, Museum of Selahattim Giz Collection
Yapi Kredi Historical Archive, Museum of Selahattim Giz Collection
Yapi Kredi Historical Archive, Museum of Selahattim Giz Collection
Asil Samanci (Achilles Samandji) — Eugene Dalleggio
Ara Guler
Asil Samanci (Achilles Samandji) — Eugene Dalleggio
Yapi Kredi Historical Archive, Museum of Selahattim Giz Collection
Asil Samanci (Achilles Samandji) — Eugene Dalleggio
Cengiz Kahraman Collection
Cengiz Kahraman Collection
Foto Muhabirierinden (Kimin Cektigi Belli Olmayan)
Foto Muhabirierinden (Kimin Cektigi Belli Olmayan)
Yapi Kredi Historical Archive, Museum of Selahattim Giz Collection
Yapi Kredi Historical Archive, Museum of Selahattim Giz Collection
Asil Samanci (Achilles Samandji) — Eugene Dalleggio
Asil Samanci (Achilles Samandji) — Eugene Dalleggio
Ara Guler
Ara Guler, Henri Cartier- Bresson © Magnum Photos
Ara Guler, Orhan Pamuk’s Archive
Ara Guler
Henri Cartier- Bresson © Magnum Photos
A mi padre, Gündüz Pamuk
(1925-2002)
La belleza del paisaje está en su amargura.
AHMET RASIM
Yapi Kredi Historical Archive, Museum of Selahattim Giz Collection
Introducción
UNA CIUDAD DE FOTO
En 1962 mi padre me compró una cámara de fotos. Dos años antes le habían regalado otra a mi hermano. La suya parecía una auténtica cámara oscura. Consistía en una caja negra de metal totalmente cúbica con una lente en un lado y un cristal en el otro donde se proyectaba la imagen del interior. Y mi hermano, para plasmar el recuadro y la imagen difusa del cristal en la cinta de dentro, bajaba una palanca con un clic y se producía la magia: una nueva fotografía.
El momento de hacer una foto era «un momento especial». Por tanto había que prepararse, que llevar a cabo una ceremonia. En primer lugar el carrete costaba un dinero. El tema de cuántos disparos le quedaban era de suma importancia y la cámara indicaba en todo momento el número de fotos que ya se habían tomado. Hablábamos de los carretes, de las películas y del número de fotografías igual que un soldado del ejército pobre que dispusiera solamente de un número limitado de balas: comprobando cada dos por tres la cantidad de disparos efectuados y preguntándonos si la foto que acabábamos de tomar era buena. Por eso mismo, antes de cada foto, había que recapacitar, que plantearse si era verdaderamente oportuna. Así es como alimenté mis primeras refle