Prólogo
En este texto, Gloria Susana Esquivel nos ofrece la posibilidad de descubrir, o redescubrir, a catorce mujeres, quienes tenían todas, de alguna manera, esta bomba de dinamita en las manos, como nos lo recordó María Cano cuando dijo «mano pequeña, pequeñita, pero con ella puedo lanzar una bomba de dinamita». Y si fue cierto para ella, lo fue también para las otras trece mujeres cuya historia nos cuenta Gloria Susana.
Todas fueron transgresoras en una sociedad que las quería, y las necesitaba, silenciosas y obedientes; todas fueron pioneras de una nueva manera de habitar el mundo y de desmontar, o por lo menos fisurar, este andamiaje ancestral que las atrapaba en lo que llamamos hoy la cárcel del género; una cárcel que ni siquiera la pasión por la escritura, por el arte o la militancia política lograba romper por completo y que, aun cuando lo lograba, era, y me atrevo a decir que sigue siendo, a un precio que ningún hombre con esta misma pasión tiene o tuvo que pagar. Con más razón cuando estas catorce mujeres colombianas escogidas por Gloria Susana vivieron de pleno el siglo XX, un siglo aún muy patriarcal. Sus revoluciones marcaron dicho siglo porque dejaron hondas huellas políticas y estéticas por medio de la escritura o del arte. Y lo pertinente de la escogencia de estas catorce mujeres es que tomaron vías distintas para una lucha sin tregua en la conquista de más derechos y más equidad, en un mundo aún sordo a estas otras voces que son y eran las nuestras, las mujeres colombianas.
Tengo que confesar que, de las catorce mujeres escogidas por Gloria Susana Esquivel, conocía la vida de ocho de ellas y desconocía casi por completo la de seis. Y sí, lo valeroso de este texto es que no fueron escogidas sólo las más conocidas, aquellas que muchas de nosotras hemos tenido la suerte de trabajar, leer o conocer sus vidas, como Débora Arango, Esmeralda Arboleda, María Cano, Beatriz González, Virginia Gutiérrez de Pineda, Marvel Moreno, Emma Reyes y Ofelia Uribe de Acosta, quienes todas, de alguna manera, nos abrieron camino para este feminismo que nacía tímidamente en la Universidad Nacional al final de la década de los ochenta. Encontramos también otras seis, como Helena Araújo, Feliza Bursztyn, Emilia Herrera, Clemencia Lucena, Teresa Martínez de Varela y Elisa Mújica que, por lo menos en mi caso, si bien las había oído nombrar, no las había leído ni escuchado cantar ni conocía sus escritos, cuadros o esculturas.
Hoy este texto nos vuelve a reafirmar la peligrosidad de las mujeres cuando intentan escapar de las normas establecidas, una peligrosidad que permitió que muchas de ellas no fueran editadas ni expuestas al público. Como lo mostró Esther Tusquets en el prólogo de un bello libro de Stefan Bollmann, las mujeres que leen, que escriben, que pintan o toman la palabra sin permiso, todas aquellas que buscaron conquistar un cuerpo propio, un discurso propio por medio de una nueva estética, una nueva escritura femenina, fueron en las primeras décadas del siglo XX demasiado peligrosas, y era necesario tratar de silenciarlas como fuera. Hoy lo sabemos, la liberación de las mujeres pasa por el lenguaje, la escritura, la estética y el arte, y estas catorce mujeres lograron intuirlo.
Algunas ya tenían veinte años en los años treinta del siglo XX. La mayoría de ellas vivió esta peste de la violencia bipartidista, la dictadura de Rojas Pinilla, los tristes tiempos de Turbay y los inicios de la lucha armada de las guerrillas. Otras, más jóvenes, pudieron participar activamente en las primeras olas del feminismo colombiano. No obstante, todas son las verdaderas pioneras del feminismo o de los feminismos contemporáneos. Ojalá sus nietas y bisnietas, estas que tienen veinte años hoy, puedan conocer la vida de estas mujeres, quienes les dejaron una herencia invaluable. Claro, siempre y cuando exista una verdadera voluntad política, ¡Dinamita! debería ser lectura obligatoria en los colegios colombianos.
Quiero destacar también la escritura de la autora. Leer biografías no siempre es grato ni ameno, pero Gloria Susana encontró una manera de hacernos la lectura fácil y atractiva iniciando cada historia de vida de estas catorce mujeres por una o dos páginas de alguna anécdota particular, para después centrarse en lo que definitivamente marcó sus vidas. No son biografías clásicas ni exhaustivas. Son biografías que van a lo esencial en relación con sus luchas para dejar atrás una vida en simulacro, es decir, una existencia construida por los dictados de una cultura aún profundamente patriarcal que seguía soñando con mujeres de la ilusión, mujeres fantaseadas por los patriarcas. La verdadera revolución operada por estas catorce mujeres fue justamente intentar convencer al mundo de que los hombres ya no podían seguir siendo los únicos para expresar el mundo, para interpretarlo y actuar sobre él. Y, de hecho, desde expresiones distintas y lenguajes distintos, estas mujeres lo lograron en parte, pues después de ellas y de algunas otras que hubieran podido acompañarlas, el muro patriarcal empezó a fisurarse.
Por cierto, las ilustraciones de Powerpaola relativas a cada una de las catorce mujeres hacen la lectura de estas biografías aún más amena e inspiradora.
¡Dinamita! nos permite entonces recordar a estas mujeres que no tuvieron miedo de extraviarse y de vivir peligrosamente por intentar darles un sentido a sus vidas y, por consiguiente, a las nuestras. Todas empezaron a darle cuerpo a lo que Michel Foucault llamaba «la voluntad de saber», y hoy, gracias a la pasión por el saber, por los distintos saberes de estas catorce mujeres, nuestra manera de habitar el mundo cambió definitivamente y está ahora a la orden del día. No habrá retrocesos posibles.
FLORENCE THOMAS
Bogotá, septiembre de 2020