Un toque de magia (Nunca digas nunca. Capítulo extra 4)

Fragmento

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Un toque de magia

—Tú, indignao, ¿por qué no nos haces otra vez el truco del otro día?

Eran pocos los clientes habituales del bar que conocían a Iván por su nombre. Algunos simplemente le llamaban «el hijo de El Pesca», otros, «chaval» o «el pelos», aunque en los últimos tiempos eran cada vez más los que se referían a él como «el indignao». Y todo por las rastas y el tatuaje. Pero no le importaba. Se había criado con ellos, entre sus carajillos y sus solisombras, así que casi formaban parte de su familia. Asumía que en el trato con ellos iba implícito que lo rebautizaran cada cierto tiempo.

No hizo caso. Ni siquiera desvió la vista de la cristalera que dejaba ver el río. Llevaba un buen rato con la mirada clavada en sus rápidas aguas, todo el tiempo que había pasado secando el vapor de agua que el lavaplatos había dejado en los vasos. Pero no miraba el río. No miraba nada. Solo pensaba en ella. Y en esa noche.

—¡Tsssss! ¡Indignao! ¿Pero se puede saber qué te pasa, empanao? Anda, relléname el digestivo y hazme el truco ese de la carta.

Dejó el paño y el vaso aún humeante sobre la encimera y se dirigió hacia Marcial con la botella de pacharán.

—Coge una carta —dijo después de rellenarle la copita mientras le presentaba el mazo abierto en forma de abanico.

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