Dulce amor

Bella Simmons

Fragmento

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Prólogo

—¿Sitka? ¡¿Sitka?! ¿Te refieres a Sitka en Alaska?

Sofía Aritza apenas podía creerlo. Y seguía esperando que el hombre parado frente a ella le dijera que estaba bromeando. Se negaba a creer que le estuviera diciendo que estaba a punto de enviarla al otro extremo del continente americano. ¡Y justo cuando sus vacaciones de verano estaban por comenzar! Justo cuando al fin podría viajar a Buenos Aires para pasar un tiempo con su familia argentina. Además, esperaba planear todo para empezar la universidad en otoño y no tener que soportar el horrible invierno de América del Norte que siempre se desataba durante la temporada navideña.

—Exactamente, Sophie. Sitka, Alaska. Ya hablé con un viejo amigo mío… Él y su esposa me aseguraron que estarían encantados de tenerte allí.

—¡Espera! ¡¿Qué?! —exclamó mientras abandonaba el sillón en donde había estado sentada mientras recibía la muy desagradable noticia.

Ahora estaba algo más que alarmada. Una cosa era un viaje inesperado a uno de los lugares más fríos del mundo por un corto tiempo, pero lo que Joel le estaba proponiendo no era solo eso. Por alguna razón, sospechaba que se trataba de algo a largo plazo.

—Siempre has considerado estudiar en el extranjero durante un semestre, ¿verdad? Bueno, terminar tu escuela secundaria allí te ayudará a lograr eso... —intentó justificarse el hombre deteniéndose frente a ella.

—¡¿De verdad me estás diciendo que te estás lavando las manos de mí durante medio año? ¿Y con una sonrisa en el rostro?

Sofía estaba furiosa. Como si el repentino fallecimiento de sus padres hacía poco no fuera lo suficientemente malo.

Todo ocurrió justo antes de las vacaciones de verano. Ahora, la única persona con la que siempre pensó que podía contar la estaba abandonando con los esquimales solo para que él pudiera... él pudiera ¿qué? La sospecha se apoderó de ella al instante cuando ese nuevo pensamiento cruzó por su mente.

—Esta no fue idea tuya —susurró, y la forma en que las mejillas de Joel se pusieron de un rojo intenso le indicó que tenía razón—. Angélica te convenció de todo esto.

Ella siempre supo que la última novia de su padrino no la quería, pero descubrir que había logrado que Joel aceptara su plan le dolía.

—Sé que piensas que no le gustas a Angélica…

—No tengo que pensar nada porque acaba de demostrarlo todo al manipularte para que hagas esto. —Y, de repente, la frialdad la embargó.

Sofía se acercó a la pequeña mesa junto al sillón, recogió su tarea de literatura y se retiró. Estaba casi en la puerta de su habitación cuando Joel volvió a hablar.

—Realmente creo que esto es lo mejor para ti, Sophie. Te amo, chiquilina, y sentiré que alguien rasga una parte de mi corazón al verte partir, pero mereces algo mejor que tener gente que se compadece de ti todo el tiempo y que de forma constante te pregunta cómo te sientes…

El recordatorio de cómo la habían tratado durante los últimos meses la detuvo en seco. Sí, se sentía abandonada de nuevo, pero también estaba cansada de que todos la trataran como si estuviera hecha de cristal.

—¿Cuándo me iría? —preguntó con cautela.

—El sábado por la mañana. Tienes suficientes créditos para comenzar en una clase avanzada el lunes siguiente —le informó, sabiendo que eso atraparía su interés, pero aun así ella no le ofreció reacción alguna.

Sin decir una palabra más, entró en su habitación y se arrojó sobre la cama. Quiza debería estar empacando, ya que en tres días esa ya no sería su habitación, pero no podría reunir la energía para hacerlo en ese momento.

Ella deseaba que todo fuese como antes. Como todos los años anteriores, en que ella y sus padres se preparaban a esa altura del año para viajar de regreso a Buenos Aires para pasar las fiestas con su familia.

Ella debería estar hablando con su madre sobre la Navidad y qué regalo le darían a su padre. Hablando sobre dónde querían ir y qué iban a hacer durante las vacaciones, y planeando cómo convencer a Joel de que pasara todo su tiempo libre con ellos.

En cambio, ella estaba en la casa de Joel. No es que su padre, un contador, no hiciera los arreglos necesarios para asegurarse de que la cuidarían si algo le sucedía a él. Pero Sofi no tuvo el coraje de volver a su casa y como Joel, además de ser su padrino, también era su tutor y tenía un lugar enorme para él que estaba cerca de su escuela, quedarse con él había terminado siendo lo mejor para los dos.

Al menos hasta que se formalizaron todas las legalidades y terminase la primera mitad de su último año en la escuela secundaria, lo que coincidiría con el final del año escolar en Buenos Aires.

Mudarse a su condominio era lo lógico. Pero todas sus esperanzas y sueños estaban en Buenos Aires, no en Alaska.

—¡Cariñito! —La voz nasal de Angélica penetró a través de sus pensamientos cuando la mujer irrumpió en el lugar. Los tacones de sus caros Jimmy Choo repiquetearon sobre los pisos de madera, mientras que se apresuraba a abrazar y besar al hombre.

A pesar de lo que dijo Joel, Sofi estaba segura de que la intrigante mujer había desempeñado un papel muy importante en la decisión de su padrino por enviarla lejos. Lo que ella no sabía y Sofi estaba segura de que Joel tampoco le había mencionado a su cariñito era que nadie podía tocar su herencia. Ni siquiera la gran cantidad del acuerdo judicial después de que todos los damnificados demandaron a la compañía del conductor del camión responsable del horrible accidente y ganaron el juicio.

Porque, como siempre habían hecho en la vida, sus padres se aseguraron de que no le fuese a faltar nada si alguna vez algo llegaba a ocurrirles.

—Excepto una familia... —susurró Sofi con tristeza. Entonces cerró los ojos y cayó en un sueño profundo.

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