El sabor de tus labios (Siete noches 3)

Alys Marín

Fragmento

el_sabor_de_tus_labios-2

Capítulo 1

Flores

Flores. Flores. Flores. Casi ya puedo visualizar las pesadillas que padeceré esta noche cuando cierre mis ojos.

Mis manos se resienten de tanto sostener tallos en alto para que la hermosa mujer rubia con entolados ojos grises, rostro alargado y labios gruesos —que parece la madre de mi prima Adriana, en vez de su tía— los contemple.

Compartiremos sangre y defectos, sin embargo, ahí acaba todo. Soy una joven de color, curvilínea; en su lugar, mi madre, una mujer esbelta de piel cálida que ejercita su cuerpo a diario. Pero tengo suerte de tener su personalidad, la cual es amable y dulce.

Por eso recurro a mis recuerdos de que es la mejor madre del mundo para momentos así, en el que me irrita con tantos preparativos. Me alegra ver su sonrisa de felicidad por su inminente boda y me esfuerzo. Rebusco entre los ramos, rapiñando las flores que son preciosas para construir uno especial que la haga sentir única.

—Valentina.

Llamo su atención y entrego con todo mi amor las flores.

Los ojos de ella se abren de par en par, ilusionada como una niña pequeña con un juguete nuevo, y sostiene el ramo en sus manos antes de olerlas. Posa con él para que sus amigas lo elogien. La conocen tanto como yo y saben que, si no alaban mi trabajo, quedarán hasta desinvitadas de su boda.

Ella es el claro ejemplo de mamá osa, se ha enfrentado a más personas que un soldado en plena batalla. A lo largo de mi vida, he tenido que aguantar muchos comentarios racistas, y algo que he amado de Valentina es su elegancia a la hora de contestar y de humillar a aquellos que quieren dañarme.

La primera vez que presencié su ataque pasivo-agresivo fue con una mujer en una fiesta benéfica porque comenzó a burlarse del tartamudeo que sufría cuando me ponía nerviosa. Además, se llevó una dosis más, ya que Adriana le pateó la rodilla; lo que demostró que, si te metes con uno de nosotros, salimos todos a defenderlo.

Animada por el hermoso recuerdo, recibo el mensaje de mi prima.

—Mamá, me voy con Adriana —le aviso.

Me incorporo y aliso mi camisa violeta y transparente, que da un vistazo de mi sujetador-corsé negro con unos vaqueros del mismo color.

—Sí, pásalo muy bien —me desea con una de sus sonrisas enormes, antes de lanzarme un beso con su mano.

—Lo haré —le aseguro y le devuelvo el beso.

***

En la modesta casa de mis amigos —lo de humilde es porque la mía es el doble de esta—, su estilo es moderno y atractivo para los ojos, pero siempre acabamos en el jardín, sentados unos pocos de mis camaradas porque se han ido dispersando a atender o a entretenerse en otras cosas.

Me han obligado a permanecer ocupando un hueco en este enorme sillón con forma de U, con una mesa en su centro, en la que ya hay restos de refrescos de colegas que han huido, aunque otros han regresado y han afectado mi cordura en este instante.

La luz proporcionada por las luces es perfecta porque nos da cierta privacidad. Así que, recuperando la atención en lo que ahora me atañe, termino ingiriendo mi copa de un trago antes de posar el vaso sobre la mesa y alzo mis brazos, victoriosa.

Me he prestado a los absurdos juegos de fiesta. Esas dos granujas harán lo que sea con tal de ganar, y yo estoy tan aburrida hoy que sin pensar engullo como agua.

Solo quedamos unos pocos en el exterior de la casa. En concreto, Ángel y Serena, que son los incitadores del pasatiempo, con sus cabellos rubios y sus ojos claros. Aquiles, el pelirrojo, es más observador que participador. Y por último, la pareja del grupo, que es Helena y Adam, los guapos de pelo oscuro e iris bonitos.

Animada por las bebidas, me divierto provocando a mis rivales, al menos hasta que se retira la castaña. Su reacción espontánea es extraña, porque Helena se marcha muy enfadada y, aunque la considero un miembro de su grupo, no me interesan sus dramas. Y, como es coherente, va detrás de su novio.

Les saco la lengua cuando me dan la espalda. Adam echa su atención atrás, por lo que caen en mí esos iris felinos y sonríe al atraparme. El amor es complicado. Es decir, quien baja la guardia pierde, y yo me distraje. No obstante, me enamoré una vez. No más, gracias.

—¡Ezra!

Se alegra Ángel de pronto, lo que atrae mi interés al captarlo incorporándose y acercándose hasta un joven que se aproxima. La pareja ha desaparecido dentro, y solo contemplo al rubio lanzarse a los brazos de ese castaño de tez pálida, ojos azules y rasgos redondeados.

El cuerpo musculoso del recién llegado es un poco cubierto por el delgaducho Ángel. Le da unas cuantas palmadas en la espalda antes de empujarlo hasta nosotros.

—Él es mi mejor amigo de la infancia. Íbamos juntos al colegio hasta que se mudó de país —explica Ángel eufórico.

—Sí, así es —respalda Ezra con una sonrisa amistosa.

—Únete a nosotros —lo invita Serena, emocionada por ver a Ángel feliz.

Es tan evidente mi querida amiga. Y reprimo mi risa, que casi escapa por mi agitado estado por el alcohol.

—Sí, encantado.

Se anima y sin meditar se sienta a mi lado.

En ese instante su rostro se voltea y esos ojos impactan contra los míos con una fuerza que ni un tsunami golpea con tanta potencia. Y entonces en su cara se dibuja una sonrisa cordial sin dientes, solo para mí, y ya no necesito nada más.

No alcanzo a juntar más de dos letras en mi mente como para intentar pronunciarlas. Sobre todo, cuando se inclina hacia mí y susurra unas palabras. Me estoy mareando más por su cercanía que por los efectos de la bebida.

—¿He cometido un error al aceptar? —me pregunta Ezra, curioso, proyectando una seguridad cautivadora.

—Un poco —consigo decir sin balbucear.

—Mi primera fiesta tras pisar el país, después de años, y ya me lanzo de cabeza a un juego desenfrenado. Muy bien, Ezra.

Le da una palmada a su propia espalda antes de reírse, una suave y agradable.

—Tu alarma de peligro está estropeada. Debería estar sonando mucho y muy fuerte —bromeo más serena al comprobar que es un chico simpático.

—Entonces voy a necesitar que alguien me indique...

Muerdo mi labio para no desatar mi enfado contra Ángel por entrometerse y cortar a Ezra, ya que deseaba saber qué quería decir.

—Empezábamos con uno de beber para calentar motores —explica el rubio con una energía desbordante que explota esa luz aguamarina—. Por ahora Enara va ganando la ronda con tres copas.

—He podido verlo justo a tiempo —admite Ezra animado, intercambiando miradas conmigo—. Voy por un vaso y me uno —dice a la par que se pone en pie y arregla su vestimenta de vaqueros y camisa marrón de manga corta.

Doy un brinco al sentir algo en mi pierna que me empuja a ojear a Aquiles, quien me patea una segunda vez con suavidad. No voy tan mal como para no entender la orden no pronunciada de los ojos de miel de mi pelirrojo favorito, y es que vaya detrás del castaño.

Con ligera torpeza, me yergo y acomodo mi ropa. Su atención, que parece descarada desde mi punto, desciende por mi cuerpo como si le gustara lo que ve. Pese a eso no evito esos pensamientos dañinos, aunque me repongo y me abo

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos