Almas perdidas

Ariana Godoy

Fragmento

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I

Cazar o ser cazado.

Es simple, pero así es como funcionan las cosas en mi mundo. El aire nocturno me acaricia la piel, los enormes árboles a los lados permanecen en silencio mientras camino flanqueada por ellos. Mi cabello largo y oscuro cae hasta el final de mi espalda y baila a mi alrededor al ritmo del viento. Gotea sangre de mis ropas, y me consuelo al pensar que por lo menos no es la mía. Estoy descalza, siguiendo un camino solitario; el reloj marca casi la medianoche. Una gloriosa luna llena ilumina el sendero; aunque hermosa e imponente, es la culpable de mi precario estado.

Tuve que luchar contra un cruentus: una bestia que me dobla en altura cuya dieta incluye sangre caliente y carne. Por lo general, son criaturas calmadas y se alimentan de animales; sin embargo, cuando hay luna llena, se vuelven incontrolables y matan a quien se atreva a merodear por sus territorios, y el norte del Bosque Oscuro es conocido por ser suyo. No debí ir. Pero no me di cuenta de lo mucho que me había adentrado en el bosque hasta que ya fue demasiado tarde.

He sobrevivido, pero apesto; mi cuerpo está cubierto de sus fluidos asquerosos.

Quiero limpiar la sangre de esa bestia maloliente; el olor es similar al que emite un cadáver putrefacto. A veces mi avanzado sentido del olfato puede ser una maldición.

El camino es largo, pero debo seguirlo. Media hora más tarde, llego al refugio donde vivo con mi clan. Nos llamamos Almas Silenciosas porque somos expertos en entrar y salir de lugares, acechando desde las sombras. Somos un grupo pequeño formado por alrededor de doce vampiros. Sin embargo, la mayoría siempre está de caza o viajando, y algunos nunca regresan. Somos menos de diez los que solemos permanecer aquí.

Llego a la entrada de la guarida: un agujero de tamaño medio que me lleva a una red subterránea de túneles. La mayoría de nuestros escondites siempre han estado bajo tierra y este ha sido el más duradero. El Bosque Oscuro es extenso y espeso, hogar de muchos clanes como nosotros. Nos hemos resguardado en su grandeza por décadas.

Me dejo caer en el agujero y aterrizo en el fondo. Hay un gran pasillo de paredes de tierra. Troto a mi habitación, intentando pasar desapercibida.

—¿Morgan? —llama alguien detrás de mí. Por supuesto, no puedo ser invisible en un escondite de vampiros con sentidos avanzados.

—Ian —saludo.

En un segundo, está frente a mí, revisándome. Es alto, de cabello castaño y ojos grandes color chocolate, atractivo, como suelen ser los vampiros; la naturaleza nos ha hecho así con el fin de atraer a nuestras víctimas humanas.

—¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien? —Su expresión se oscurece. Ian es como mi hermano; hemos estado juntos desde que me convertí, aunque él es mayor que yo. Ya es un vampiro maduro; domina el elemento fuego.

—Estoy bien. Solo un cruentus en el camino —digo, empezando a caminar de nuevo a mi habitación.

—¿Un cruentus? ¿Cómo es que estás viva? Un cruentus en luna llena es una muerte segura para una vampira joven como tú. —Me tenso. Tiene razón. Aún no he alcanzado mi madurez vampírica y no controlo ningún elemento—. ¿Qué hacías en el norte del Bosque Oscuro? Es peligroso y lo sabes.

—Estoy bien, no es para tanto. —Entro en mi habitación con él pisándome los talones.

—Eres tan terca… Vas a conseguir que te maten. —Suspira con cansancio—. Por mucho que me gruñas, no dejaré de cuidarte —me asegura antes de salir de la habitación.

Me acerco a uno de los recipientes de agua de la esquina y mojo un par de toallas para limpiar la sangre de ese monstruo apestoso. Cuando me siento lo suficientemente limpia, me envuelvo en una toalla y me miro en el espejo. Contemplo mi piel pálida y mis ojos de jade. Los rasguños ya están sanando. Me pongo un pantalón y una camiseta negra. La ropa oscura es útil para camuflarse por las noches y es el color que más envían los humanos a nuestro territorio siguiendo el acuerdo de cooperación que tenemos con ellos. Supongo que asumen que es nuestro favorito.

Salgo del refugio de un salto e inspiro tan hondo como puedo mientras el aire me roza la piel una vez más. Me encanta el exterior. El Bosque Oscuro es peligroso y terrorífico, pero ya hace tiempo que es mi hogar y le he tomado cariño. Me gusta el olor de la naturaleza; hay algo en ella que me relaja y me llena. Respiro de nuevo profundamente y, cuando dejo salir el aire, veo a nuestro líder —mi creador— llegar. El vampiro convertido más antiguo que conozco.

Noto una punzada de nerviosismo. No sé por qué siempre me he sentido atraída por él; tal vez porque su sangre corre por mis venas, y el hecho de que sea un enigma también tiene algo que ver, al igual que su cara de expresión impenetrable y rasgos perfectos y su cabello negro con reflejos azules que hacen juego con el color de sus ojos.

—Buenas noches, Morgan —me saluda con frialdad cuando pasa por mi lado. Nunca me mira; tal vez no existo para él. Solo me habla cuando es necesario o por cortesía.

—Buenas noches, señor. —Como mi creador, debo dirigirme así a él, aunque sé que su nombre es Aidan. Si me ordena algo, tengo que hacerlo. Pero ni siquiera me habla. Todo lo que he obtenido de él a lo largo de los años han sido saludos fríos. Es como si estuviera en un nivel superior, inalcanzable.

«Tengo que sacármelo de la cabeza. Soy una miembro más en el clan para él; eso es todo», pienso. Me convirtió porque yo estaba muriendo cuando me encontró; no tuvo opción.

Nostálgica, suelto una bocanada de aire y observo los altos árboles poblados a mi alrededor. Ramas caídas cubren parte del suelo. Tuvimos una tormenta hace un par de días que causó algunos estragos, nuestra guarida casi se inunda. Creo que necesito correr un poco, eso siempre me ayuda a dejar de pensar estupideces. Corro tan rápido como puedo, sintiendo el aire en mi piel; solo me detengo cuando me doy cuenta de que estoy muy lejos de nuestro refugio; no me gustaría encontrarme otro monstruo en el camino.

Algo se mueve a mi izquierda y mis sentidos se ponen alerta. No puedo tener tanta suerte, no puede ser otro cruentus. Olfateo el aire, buscando la esencia que podría revelarme de qué se trata. Sin embargo, un olor desconocido me golpea la nariz: huele como un vampiro, pero no del todo. Y proviene de atrás. Me doy la vuelta con brusquedad para encontrarme con un vampiro alto a unos metros de mí. El poder que emana sale de él en ondas invisibles, haciéndome dar un paso atrás; nunca he sentido algo así. En silencio, nos evaluamos mutuamente. Él va todo de negro y su rostro mantiene una expresión de cautela. Entonces veo el tatuaje en su pálido cuello y me quedo congelada.

«¡Mierda!».

Tengo frente a mí a mi enemigo natural: un vampiro Purasangre. Nunca me he enfrentado a uno en toda mi vida, a pesar de que los convertidos estamos en una lucha constante con ellos, ya que se alimentan de nosotros y son conoc

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