Yo sí que me cuido

Patricia Pérez

Fragmento

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INTRODUCCIÓN

¿Y qué hace una persona como yo escribiendo un libro de cosmética natural? Ya se ha convertido en un clásico que mis libros comiencen con esta pregunta, planteándome y planteándote por qué escribo un libro sobre una temática determinada, bien sea la alimentación, la cocina o, en este caso, la cosmética. Yo también me lo pregunto porque, después de tantos años dedicándome a la televisión, no deja de sorprenderme el giro que ha dado mi carrera, y no solo porque pertenezca a un ámbito totalmente distinto sino por todo lo que estoy descubriendo y por las satisfacciones que me está dando. Pero voy a contestar a la pregunta. Como en los dos libros anteriores, lo que te quiero contar es mi experiencia personal con el mundo de las cremas, los aceites y todo lo que tiene que ver con el cuidado externo.

 

Siempre he sido una enamorada de mis momentos de cuarto de baño. Estar en el baño con mi música, mis productos para el pelo, para la piel, para las uñas. Sí, lo reconozco, es una de mis estancias favoritas de la casa porque me gusta cuidarme, como a muchísimas personas (o eso quiero creer yo) y, no solo me gusta, es que además me divierte. Ponerme cremas en el cuerpo y en el pelo, o cualquier producto que sirva para encontrarme mejor.

 

Puedo decir que lo he probado casi todo en cuestión de cosmética. Que veía el anuncio de una nueva crema, ahí estaba yo en la tienda la primera para comprarla. Que veía en una revista que había salido un nuevo aceite para la piel, era la primera en tenerlo. Que me recomendaban un nuevo anticelulítico, en cuestión de segundos formaría parte de lo que tengo en el baño. Al ser presentadora, he tenido que cuidar mucho mi físico para estar radiante delante de la cámara y cualquier ayuda era buena. Lo he probado todo, cremas para pieles grasas, secas, mixtas (era carne de cañón para las vendedoras), cremas que daban frío, cremas que daban calor, cremas con olor, cremas sin olor, sérums, mascarillas de noche, mascarillas de día... Vamos, se podía decir que era una perfumería andante. El problema era que ninguna me iba lo suficientemente bien como para que le fuese fiel e incluso alguna me provocaba reacciones en el cuerpo, signos que demostraban que me sentaban mal: picores, rojeces, eccemas o granitos en algunas zonas y algún que otro síntoma más grave como asma, e incluso desajustes hormonales. Sí, una crema te puede sentar muy mal, y hay veces que pensamos que se debe a otras cosas y puede deberse a algún producto que te estés poniendo en la piel. Por este motivo, después de mi problema con la alimentación que conté en Yo sí que como me empecé a preocupar, aparte de lo que comía, de lo que me ponía en mi piel.

 

 

INVESTIGANDO LO QUE ENTRA POR LA PIEL

 

Después de ser consciente de los efectos que la comida podía tener en mi salud empecé a pensar que por qué no iba a hacerlo cualquier producto cosmético que absorbiera mi piel. Es verdad que no penetra en el cuerpo de forma tan directa como por la boca, pero algo sí que entra en el organismo y hay que saber qué es y cómo nos afecta. Empecé a leer los ingredientes, a investigar, y descubrí que había más de seis mil componentes químicos. Algunos de ellos controlados y otros no tanto. Este dato me hizo plantearme por qué me aplico ese tipo de productos en la piel o en el pelo a diario. He leído una estadística seria que dice que las mujeres nos ponemos una media de doce productos al día para nuestro cuidado personal, y los hombres, siete, aunque, si me apuras, dentro de poco nos adelantan. Así a bote pronto dirás: «¡Qué exageración!», pero haz un repaso mental y te darás cuenta de que es cierto. Si contamos entre jabón, crema de día, maquillajes, laca, espuma, esmalte de uñas, crema para el cuerpo, crema de noche, sérum… ¿a que salen las cuentas? Todos estos productos nos los ponemos sobre la piel, que es un órgano del cuerpo como otro cualquiera, con lo cual afecta a nuestra salud. Puede ser para bien, pero también puede ser para mal, por eso hay que tener cuidado. No hay que alarmarse pero sí hay que fijarse. Y hay que ponerse serio porque, como te he contado en mis otros libros, nuestro cuerpo no está formado por «partes» independientes, es un todo que está compuesto por órganos que están de una u otra forma unidos entre sí, con lo cual, lo que le pasa a una de esas «partes» le afecta a todas las demás a la larga. Y lo que te pones en la piel afecta también al resto del cuerpo. Esto es así porque a través de nuestra piel las sustancias penetran en el cuerpo y pueden llegar a la sangre (y a la linfa) en unos quince minutos más o menos, dependiendo, por ejemplo, del tamaño molecular de los ingredientes, de la temperatura o del estado de la piel en el momento de contacto. Influyen, por tanto, queramos o no, en nuestro metabolismo.

 

Al ir estudiando y conociendo todos estos datos, empecé a tomarme más en serio el mundo de las cremas y decidí apuntarme en un curso de cosmética natural para hacer mis propios productos sin dejar de utilizar algunos artículos convencionales de grandes laboratorios que estaban muy bien. Después de este curso vinieron otros y, al final, me enganché totalmente. Lo mejor de todo es que, aparte de cuidarme, me divertía un montón. Porque hacer tú las mezclas o prepararte tus propias cremas se puede convertir en un pasatiempo, y hasta en un hobby, con el que disfrutar mucho. Yo he de decirte que lo paso realmente bien. Puedes hacer de cualquier martes noche un martes de lujo y el más especial de la semana, o los sábados puedes organizar con tu pareja un spa en casa; incluso, si tienes hijos, les involucras de una manera sencilla y bonita en sus cuidados e higiene personal, que estoy segura, les ayudará a respetarse el día de mañana.

 

La manera más natural de cuidar la piel es aportándole nutrientes y principios activos, para que ella misma se pueda autorreparar. El hacerme yo misma mis productos cosméticos me ayuda a estar pendiente de mí misma, porque muchas veces vamos tan rápido que no nos miramos, y para tener salud es muy importante ser y tener conciencia de uno mismo. Yo me miro al espejo y observo mi piel, mi pelo, mis manos, mis piernas, incluso mis pestañas, y les doy la atención y los cuidados que me demandan y, por supuesto, se merecen.

 

No creas que para hacerte tu propia cosmética natural se necesita tener una gran planificación o tener productos raros en casa. Seguro que en tu despensa tienes un montón de ingredientes para cuidarte la piel; por ejemplo, con el aceite de girasol y el limón te quedan unas manos preciosas, con la harina de avena te puedes limpiar la cara divinamente, con las claras de huevo tienes un cierraporos estupendo, con la sal o el azúcar puedes hacerte buenos exfoliantes. Pero esto lo veremos luego en las recetas que te voy a dar.

 

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