Activa tu ritmo biológico

Satchin Panda

Fragmento

cap-1

Prefacio

Tener un ritmo, estar en sincronía, es estar sano.

Pero no sirve cualquier ritmo.

La teoría microbiana, y los avances que trajo aparejados en la higiene, las vacunas y los antibióticos, fue el descubrimiento más revolucionario de la medicina en el siglo pasado. Nos protege de las enfermedades infecciosas y es la responsable del aumento en la longevidad más espectacular de la historia de la humanidad. Pero vivir más no siempre significa vivir más sanos. De hecho, en la actualidad estamos presenciando un rápido aumento de las enfermedades crónicas, tanto mentales como físicas, desde la primera infancia hasta la tercera edad. Por suerte, estamos empezando a comprender lo que ocurre: el modo de vida moderno desequilibra un código universal, primordial y profundamente enraizado que regula nuestra salud.

Las observaciones de las que he sido testigo durante los últimos veinte años, junto con otros colegas e investigadores del reducido campo de la biología circadiana, están cambiando de forma radical nuestras creencias sobre el funcionamiento óptimo del cuerpo y la mente. La ciencia de los ritmos circadianos, de hecho, es un campo multidisciplinar en el que participan biólogos, fisiólogos del deporte, matemáticos, psicólogos, investigadores del sueño, nutricionistas, endocrinólogos, oftalmólogos, genetistas, oncólogos y muchos más. Juntos hemos descubierto que ajustar el orden de nuestra vida y cambiar con facilidad algunos comportamientos es el secreto para restaurar el ritmo circadiano y, con toda probabilidad, será la próxima revolución de la medicina.

Os invito a descubrir lo que he aprendido durante mi propia investigación y trabajando con las mejores mentes de cada uno de estos campos. Lo he llamado el «código circadiano» y, gracias a estas lecciones, será posible cambiar nuestra forma de dormir, comer, trabajar, aprender, hacer deporte o iluminar nuestros hogares, que tendrán un efecto profundo en todos los aspectos de nuestra salud. De hecho, los beneficios que obtendremos serán más efectivos y duraderos que los de cualquier medicación o dieta especial.

Es posible que ya hayáis oído hablar de los ritmos circadianos. En 2017, los Premios Nobel reconocieron el valor de este campo de investigación por su impacto en la salud. Pero si no os suenan de nada, no hay de qué preocuparse. El concepto es muy sencillo. La palabra circadiano proviene del latín circa, que significa «alrededor» (o «aproximadamente») y diem, que significa «día». Los ritmos circadianos son procesos biológicos que se manifiestan en las plantas, animales y humanos a lo largo del día. Estos ritmos están interconectados entre las especies y se rigen por relojes circadianos o biológicos internos, que son muy diferentes del «reloj biológico» que a algunos les vendrá a la mente si están pensando en tener hijos a cierta edad. Como explicaré más adelante, casi cada una de las células contiene uno de estos relojes, que está programado para activar o desactivar miles de genes en diferentes momentos del día o de la noche.

Los genes influyen en todos los aspectos de la salud. Por ejemplo, las personas sanas suelen dormir del tirón. Por la mañana se sienten descansadas y llenas de energía, listas para trabajar. El funcionamiento de los intestinos es normal. Tienen un apetito saludable y la mente clara. Por la tarde, todavía les queda energía para hacer ejercicio, y por la noche están lo bastante cansadas como para irse a dormir sin mucho esfuerzo.

Pero cuando perturbamos estos ritmos diarios, aunque solo sea un día o dos, los relojes no pueden enviar los mensajes correctos a los genes, y el cuerpo y la mente no funcionan como es preciso. Si este desequilibrio se mantiene durante unos días, semanas o meses, seremos más proclives a todo tipo de infecciones y enfermedades, desde el insomnio, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), la depresión, la ansiedad, las migrañas, la diabetes, la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la demencia e incluso el cáncer.

Por fortuna, no es complicado volver a sincronizarse. Podemos actualizar los relojes en solo unas semanas. Al restaurar los ritmos circadianos incluso podemos revertir algunas enfermedades o acelerar la curación para volver a estar sanos.

MI VIAJE: DESCUBRIENDO LOS SECRETOS DE LA BIOLOGÍA DEL TIEMPO

Tuve la suerte de nacer y crecer en India (en 1971) durante una época única en la historia. Viví de primera mano cómo una sociedad moderna que evolucionaba a toda velocidad desequilibraba la interconexión de la vida y de nuestros ritmos biológicos. De niño residía en una pequeña ciudad cerca de mis abuelos maternos. Mi abuelo trabajaba como encargado de la estación de tren, donde a menudo tenía el turno de noche. Mis abuelos vivían en una casa con un gran jazmín frente a la puerta de entrada. Para mí, aquel arbusto era mágico: florecía generoso de noche y dejaba caer sus flores antes del amanecer, formando una preciosa alfombra que daba la bienvenida a mi abuelo cada mañana.

Durante las vacaciones de verano e invierno visitábamos a la familia de mi padre, que vivía en una granja en una zona rural del país. El trabajo nocturno de mi abuelo materno en la estación de tren y la vida de mi abuelo paterno en la granja, en sincronía con la naturaleza, hacía que parecieran estar separados por al menos un siglo, aunque bastaban dos horas para ir de un lugar a otro.

Durante gran parte de mi infancia en el pueblo no hubo electricidad, de modo que, como es fácil imaginarse, la vida en la granja era muy diferente a la de mi casa. Mi familia cultivaba o criaba casi todo lo que comía. Aunque no recuerdo que mi abuelo llevara reloj, su rutina diaria tenía una precisión milimétrica que estaba en sincronía con el sol y las estrellas. Al romper el alba, los gallos hacían sonar el despertador para todos. Dedicábamos el día entero a cuidar de las plantas y los animales y preparar la comida. Recogíamos vegetales y frutas o ayudábamos a mi tío a pescar en el estanque familiar.

El desayuno y la comida era los momentos más importantes: banquetes de pescado y vegetales recién cosechados. Casi siempre cenábamos antes de anochecer lo que había sobrado de la comida, puesto que era imposible almacenar alimentos cocinados de un día para otro.

Las noches también eran diferentes. La única luz disponible era la de las lámparas de queroseno. En aquella época, el combustible era caro y estaba racionado por el gobierno. Mis abuelos tenían una casa relativamente grande, con seis dormitorios, pero solo podíamos utilizar las lámparas durante un par de horas, excepto aquellas que estaban en la terraza y que titilaban toda la noche. Después de la cena, todos los niños nos apiñábamos alrededor de una lámpara, y mi madre, que era maestra de escuela, nos hacía preguntas sobre lo que habíamos aprendido. A veces, se unía alguna de mis tías para explicarnos historias, o mi tío nos llevaba al patio para enseñarnos las fases de la luna.

Recuerdo que mis primos me miraban con extrañeza cuando pedía ciertas frutas o verduras que me gustaba comer en casa. Para ellos, yo era un pobre niño de ciudad que no sabía qué verduras o frutas se cosechaban en cada estación. Pero lo que ellos no sabían era que mi padre, que había estudiado agronomía en la universidad, había introducido muchos ár

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos