Eternamente

Pablo Pérez Rueda (Blon)

Fragmento

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Como Sal Paradise y Dean Moriarty por América. Como Robe en acústico. Como Biggie improvisando. Como Neruda al escribir un libro. Así me sentí después de leer cada poema. Tan vacío y lleno a la vez, en un constante viaje a través de las palabras, desde París hasta sus brazos, en una travesía que no quería que acabase nunca. Pasé de las noches para uno a la vida compartida, de la soledad del cenicero al paquete de tabaco, de un beso sin futuro a uno sin medida, del guerrero a la batalla.

Cuando el caos reina en las cosas, Blon te lo describe con la sutileza de un templo griego. Cuando ya no queda esperanza, Blon te abre los ojos, te pone tu sueño delante y te dice: «Lucha». Para todos los que alguna vez lo hemos perdido todo, estos versos deberían representar un motivo por el cual levantarnos cada día, con la frente alta por haberlo intentado. Entre luces, destellos y sombras, vas a encontrar al poeta que, de tanto estar callado, aprendió a gritar; que de tanto temer, aprendió a amar; al ser humano que, por estar encerrado, comenzó a soñar en formato libertad y ahora no hay bala que lo pare.

El amor que tengo para dar a los demás es la parte de mí que más quiero. Blon sabe muy bien de lo que hablo, porque él escribe en un poema todo lo que es capaz de sentir. Desde el Infierno, las llamas se tragan la Tierra, pero unos ojos certeros, una boca que apaga incendios, te saca la oscuridad que llevas dentro y te hace ver todo lo que vales, te enseña que todo lo que antes era miedo, ahora es orgullo; que todo lo que antes era silencio, ahora es un grito sobre un escenario. Y nunca vuelves a ser el mismo: un ir y venir, pero con ella, un hola sin adiós en su espalda. De eso van estos poemas, pues ella es eso, «cine de verano, conversación en la cama, paseo por las rocas y risa de madrugada».

Cuando alguien te saca del hoyo y te enseña que tu vida solo tiene sentido cuando dejas de esperar, y te hace correr hasta el agotamiento, entonces sabes que cada paso va a merecer la pena.

Blon dice que escribe para detener la hemorragia que le provoca escribir. Y yo le digo que, realmente, escribe para que nosotros, los derrotados de primera, empecemos a creer que somos capaces de cambiar el mundo y volvamos a confiar en que el amor va a ser lo único que llevemos siempre encima. Eternamente.

MIGUEL GANE

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INTRODUCCIÓN

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Un genio griego dijo que la eternidad es tiempo que perdura siempre. Nosotros, en el significado amplio de la palabra, somos tiempo. Vivimos por y para él, desde que abrimos los ojos por primera vez nos encontramos a merced de sus caprichos. No importa la forma en la que se manifieste, se esconda dentro de un cilindro de arena o empuje las manillas de un lujoso reloj, su victoria está más que asegurada.

Y es que el tiempo no pasa para nosotros. Nosotros pasamos para el tiempo. Nos convertimos en breves huéspedes de sus interminables estancias. Pero la eternidad está a nuestro favor, pues quien vive en un momento concreto, deja su rastro en el suelo donde camina, en el cielo que observa y en las palabras que escribe. Los recuerdos y los deseos nos van forjando como personas a la par que dejan una huella imborrable en el sendero del tiempo, pues cada mente es una historia que perdura para siempre. Todo lo que hagamos y digamos cambiará el transcurso de nuestra existencia, porque aunque somos pequeñas piezas, nuestros movimientos, mínimos y discretos, dirigirán los engranajes en una u otra dirección.

Construiremos nuestro entendimiento alrededor de los actos a los que la vida nos vaya exponiendo. Viviremos momentos oscuros donde las sombras se apoderen de todos nuestros rincones, instantes que nos enseñarán a apreciar la luz y sus destellos. Cuando aparezca la claridad, habremos conseguido comprender mejor la penumbra.

Cambios constantes, instantes, fantasía, realidad, anhelos, evocaciones, emociones.

Pase lo que pase, nuestra mente es eterna, y el arma más poderosa para ganarle la batalla al olvido.

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CALÍOPE

Cuando estás tan callada,

ajena al mundo,

alzo mi pluma

y obligo a tu silencio a crear otro capítulo.

Te compongo con todas tus acciones y efectos,

ensalzas mis virtudes

e idealizo tus defectos.

Cuando estamos desnudos,

frente a frente,

es cuando el poeta se reencuentra con su musa.

              Tus sueños son copla;

              tus piernas, romance.

              Tu piel es soneto.

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REFLEJO

Conocí al día cuando desperté

en tus manos,

y a la noche

durmiendo entre tus piernas,

al cielo asomando por tu lado

más humano

y a las llamas del infierno

bailando en tus caderas.

Rozando tu piel ígnea

sentí que fueras verano,

pero te volviste invierno

como si el frío no doliera,

para acabar siendo otoño

en mis ojos apagados;

marchitándome en tu pecho

nos dejó la primavera.

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