Sobre el placer de la relectura

¿Eres lector de una sola vez? ¿O te gusta volver a leer los mismos libros una y otra vez? En este artículo exploramos los placeres de la relectura, y recomendamos algunos libros perfectos para una segunda, tercera o, incluso, cuarta lectura.

25 julio,2022

Crédito: Daniel Grizelj/Getty Images.

«Aunque parezca extraño, los libros no se deben leer, se deben releer», dijo Vladimir Nabokov en sus Conferencias sobre Literatura (publicadas posteriormente en un libro). «Un buen lector, un lector de primera, un lector activo y creativo, es un relector». Y lo puso en práctica: cualquiera que haya leído Lolita más de una vez, se habrá dado cuenta del spoiler oculto en su segunda página.

¿Te gusta releer libros? ¿Tienes algunos de tus libros favoritos siempre a mano, con el lomo agrietado y las esquinas desgastadas, mientras que los nuevos se encuentran en la pila de pendientes, inmaculados, esperando a que alguien se digne a prestarles atención? Si es así, no eres el único: C. S. Lewis equiparaba la relectura a pasar tiempo con sus amigos más íntimos: «No podría estar satisfecho de reducir el contacto con mis personas favoritas a una sola experiencia».

Volviendo a Nabokov, es a la relectura de su obra y a la de Roland Barthes a las que Zadie Smith dedica el primer ensayo completo de su libro Cambiar de idea. Ian Rankin, famoso por sus novelas policíacas escocesas, vuelve con frecuencia a la novela romántica Rivals, de Jilly Cooper, «por puro escapismo». En cuanto a la propia Cooper, es una fanática de la relectura de Proust, quien a menudo también interpela a sus lectores para que vuelvan atrás en las páginas de sus libros.

¿Por qué releer? Hay varias razones. Una de ellas es para buscar inspiración: durante la escritura de su libro A fuego lento, la autora Paula Hawkins releyó mucho. Varios libros de Shirley Jackson, Jardín de cemento de Ian McEwan, o Blow your house down de Pat Barker. Por su parte, Tessa Hadley leyó por primera vez a Elizabeth Bowen a los 13 años, cuando descubrió la sección de adultos de la biblioteca; se olvidó por completo de ella, y la redescubrió 20 años después. «Ahora», escribió en el London Review of Books, «siempre tengo algún escrito suyo abierto sobre mi mesa».

Hay autores que descubren el enorme impacto que han tenido ciertos libros en su propia obra cuando los releen: Las tumbas de Atuán de Ursula K. LeGuin «dejó tal huella» en el novelista Alexander Chee, que cuando lo retomó décadas después se quedó asombrado al descubrir «que esa huella se convirtió más tarde en mi segunda novela, The Queen of the night».

Tal vez, lo que más seduce de la relectura es la familiaridad: la que se desprende del olor de un ser querido o de un chiste entre amigos. Ciertos libros son capaces de reconfortarnos en los días de mayor desánimo, o frente a la tediosa rutina, de una forma en la que pocas cosas pueden hacerlo. Por eso no es de extrañar que queramos volver a leerlos.

La periodista y escritora Vivian Gornick tuvo que leer y releer algunos libros como parte de su trabajo, y en Cuentas pendientes: reflexiones de una lectora reincidente llegó a la conclusión de que la relectura puede ayudarnos a conseguir «la apariencia de un yo más completo»: puede ayudarnos a enmendar nuestros errores pasados, sean literarios o de otro tipo. En este libro habla de sus experiencias personales cuando vuelve a leer libros que no había leído durante años, y descubre nuevas reflexiones sobre los libros, pero también sobre sí misma.

Uno de los beneficios innegables de la relectura es que, si se hace a intervalos adecuados, el lector podrá ver cómo ha cambiado desde la última vez que cogió el libro. La escritora Tanya Shadrick recurrió a los diarios de Sylvia Plath, Anais Nin y Virginia Woolf a los 20, 30 y 40 años, y pretende retomarlos a los 50, «para sentir que llego (o voy más allá, en el caso de Plath) a sus edades y encontrar nuevas perspectivas en ellos a medida que envejezco».

Y luego están los rituales de la relectura. Tal vez seas de los que siempre se llevan de vacaciones El silencio de los corderos, o de los que dedican algunas semanas entre finales de septiembre y Navidad para volver a releer la saga La materia oscura, de Philip Pullman. Jane Eyre y Casa desolada pueden ser tus lecturas favoritas de noviembre, o quizás reserves El castillo soñado para el inicio del verano. Hay quienes regresan a las páginas de La señora Dalloway el 16 de junio, día en que sucede la novela, y otros prefieren dedicar los días entre el 2 de febrero y Bloomsday (también el 16 de junio) a releer ciertos capítulos del Ulises de James Joyce.

Tal vez, lo que más seduce de la relectura es la familiaridad: la que se desprende del olor de un ser querido o de un chiste entre amigos. Ciertos libros son capaces de reconfortarnos en los días de mayor desánimo, o frente a la tediosa rutina, de una forma en la que pocas cosas pueden hacerlo. Por eso no es de extrañar que queramos volver a leerlos.

Texto de Alice Vincent publicado originalmente en Penguin.co.uk.



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