Corrupción en la India: Deepti Kappor y los vicios de un país envenenado
«Los efectos de la endogamia político-empresarial desde el advenimiento del capitalismo son devastadores en la India actual. Los grandes empresarios, los políticos, la policía, los funcionarios y los matones se reparten el pastel y el resto del país sufre». Con una pluma contundente y veraz, emotiva y poética, la escritora Deepti Kappor denuncia en «La edad del vicio» (Alfaguara) la demoledora corrupción endémica de su país natal y el monstruoso abismo entre los poderosos y los desheredados de la India contemporánea.
Por Carmen Cocina

Deepti Kappor. Crédito: Matthew Parker.
Pocos personajes despiertan tanta ternura como el Ajay cuya infancia y juventud vertebran ese poliedro que es La edad del vicio, la primera entrega de lo que Deepti Kapoor ha anunciado como una trilogía sobre la extrema desigualdad y la corrupción inherente a la India contemporánea. Con la ilícita y letal alianza entre el poderoso y temible hombre de negocios y el carismático líder político orquestando la acción, la escritora describe con todo lujo de detalles la perniciosa realidad de lo que en inglés se conoce como crony capitalism: el Estado como un pastel que se reparten en feliz connivencia los políticos, los empresarios, la policía, los funcionarios y sus matones a sueldo a costa del conjunto de los ciudadanos. Ciudadanos como el pequeño Ajay, perteneciente a una clase social tan miserable que el azaroso, frágil y precario equilibrio familiar se hace añicos por algo tan baladí como el paseo díscolo de una cabra, desembocando en una infancia robada y un profundo desarraigo que agrietan la bondad y la generosidad más genuinas en aras de la supervivencia. Un relato dolorosamente real, tan lírico como documentado, en el que Kapoor desciende a los infiernos de la indigencia más absoluta y la inescapable sumisión a la extorsión de los cruentos poderes fácticos de la India.
LENGUA: La edad del vicio retrata un país en el que un poderoso empresario con negocios multisectoriales (especialmente el de bebidas alcohólicas y el inmobiliario) mantiene una longeva alianza con un gobernador que les permite controlar a todos los órganos de poder (la policía, los jueces, los altos funcionarios de Sanidad, la prensa...), de tal modo que ambos pueden delinquir y extorsionar sin consecuencia alguna. ¿Hasta qué punto se ajusta esta descripción a la realidad de la India?
Deepti Kappor: Los políticos y empresarios de India llevan confabulados desde hace más de 20 años. El libro está totalmente basado en la vida real. Para mí, lo principal era poner de relieve el «capitalismo de amiguetes» (lo que en inglés se conoce como crony capitalism) y sus efectos en la India actual. Las alianzas ilegítimas entre políticos, empresarios, policía y los propios ciudadanos son muy reales, en especial la connivencia entre las élites para repartirse el Estado. Básicamente, todo esto arrancó con la liberalización de la economía, en 1991, pero los efectos reales del libre mercado empezaron a manifestarse en los primeros años del nuevo milenio. La delincuencia de los políticos siempre ha sido un lastre en India, especialmente en el norte del país. Ya en los años setenta 70 los partidos políticos empleaban a matones para intimidar y reprimir a la población local y así ganar las elecciones. Más tarde esos mismos gánsteres se dieron cuenta de que no tenían por qué ayudar a los políticos a ganar las elecciones, ya que podían presentarse ellos mismos como candidatos. Eso les da inmunidad ante la ley, ya que el proceso judicial en India es muy lento. Incluso cuando un cargo público tiene cargos por secuestro, extorsión, violación o asesinato, normalmente pasan años hasta que los tribunales se pronuncian sobre el caso. Los mafiosos tenían barra libre para delinquir, así que muchos entraron en la política al mismo tiempo. Por añadidura, la liberalización supuso la entrada de mucho dinero en India, así que de repente había un botín mucho mayor para repartir. Una de las particularidades de la actividad económica en India era que incluso las acciones más pequeñas requerían una licencia. Ahora ya no es así, pero los hombres de negocios siguen confabulados con los políticos. Un empresario tendrá más éxito cuanto más estrechos sean sus lazos con el gobierno, ya se trate de altos cargos o de los burócratas que otorgan permisos para abrir fábricas, para desarrollar las minas o para la adquisición forzosa de las tierras de los agricultores. Los grandes empresarios, los políticos, la policía, los funcionarios y los matones se reparten el pastel y el resto del país sufre. Eso es lo que quería contar con esta novela.
Puro vicio
LENGUA: Hay un pasaje de la novela en el que escribes que si alguien quería montar su propio negocio, como una tienda de licores, tenía que pagar una cuota al gran empresario. Defines el sistema indio como una rueda que empujan policías, políticos y burócratas, extorsionando a los pequeños empresarios e incendiando sus locales o rompiéndoles las piernas si no pagan lo que les piden. «Si quieres ser un héroe, olvídalo», enfatizas. Parece que no hay escapatoria alguna para esto. ¿Cómo cambian esto en función de la casta a la que pertenezcas?
Deepti Kappor: Esta alianza de fuerzas se da en toda la India, pero hay lugares donde ocurre más, como el norte del país, concretamente de Uttar Pradesh y Delhi. Y hay otros que tienen un gobierno bueno y honesto, así como personas en todo el país que también intentan hacer cosas buenas. No todo el mundo es corrupto, pero es más fácil serlo. Conozco a una policía de Uttar Pradesh que no es corrupta, pero le resulta difícil mantenerse al margen porque la idea general es que si todos lo son, todos ganarán dinero, pero si una persona se mantiene al margen, sospechan de ella porque podría acabar con ellos. La corrupción política y empresarial campa a sus anchas en la India. Esa es la historia de la India moderna. En cuanto a la casta, se trata de un factor determinante, aunque su prevalencia varía de una región a otra. En los pueblos y las ciudades pequeñas la casta determina con quién te casas, qué tipo de trabajo consigues, qué tipo de amigos tienes. Todos los aspectos de tu vida están determinados por tu identidad de casta. Ha habido muchos cambios y existe la idea de que con la modernidad llegará la movilidad social, de modo que quizá puedas escapar de tu pequeño pueblo o aldea e irte a la gran ciudad anónima, donde no tienes por qué revelar tu casta, y así liberarse en parte de su influencia. Cada día aparecen en los periódicos noticias sobre casos de abusos de las castas superiores a los inferiores. La semana pasada la vaca de una mujer se fue a pastar al campo de una casta superior, y sus dueños se enfadaron tanto que le dieron una paliza.
LENGUA: Eso es exactamente lo que ocurre al principio del libro. Toda la tragedia arranca con una cabra perdida.
Deepti Kappor: Sí. Son cosas que pasan a diario. El otro día un estudiante de ingeniería de Bombay se suicidó porque sus compañeros se enteraron de que pertenecía a una casta inferior y lo acosaban. Ha habido muchos avances, pero también persiste un profundo sentimiento de desigualdad y jerarquía. A la India le queda mucho camino por recorrer.
«Cuando un cargo público tiene cargos por secuestro, extorsión, violación o asesinato, normalmente pasan años hasta que los tribunales se pronuncian sobre el caso. Los mafiosos tenían barra libre para delinquir, así que muchos entraron en la política al mismo tiempo. Por añadidura, la liberalización supuso la entrada de mucho dinero en India, así que de repente había un botín mucho mayor para repartir».
LENGUA: En el libro hay gente cruel por todas partes, no solo entre los mafiosos. Por ejemplo, hay un personaje que dice: «Yo era un mendigo y la gente me escupía por la calle». También hay médicos que no atienden a ancianos moribundos, policías que no llaman a la ambulancia al encontrarse a un hombre desangrándose y unos marginados que suplantan a una famosa banda de criminales y que llegan a ser más crueles que los originales. ¿Cómo es que todas estas personas de distintas castas y estatus pueden ser tan crueles?
Deepti Kappor: La crueldad es muy común en India. Llamé a este libro La edad del vicio porque trata de la corrupción, del mal, de las barbaridades que se infligen a la gente buena. Con el personaje de Sunil Rastogi, un psicópata de manual, quería ilustrar que ninguno de estos sádicos vive en una burbuja. El Estado se ceba brutalmente con ellos, lo que les lleva a desquitarse con otras personas. Quería mostrar que las personas malvadas no siempre nacen siéndolo, sino que son producto de la crueldad del Estado. Una crueldad que se extiende a los médicos, a los profesores de la escuela y a casi todos los aspectos de la vida de los ciudadanos indios. Esto es especialmente notorio entre quienes nacen en zonas marginales y desfavorecida, donde que no hay dinero suficiente para escuelas y hospitales y todo el mundo saquea lo que puede. Y esto es, por desgracia, un aspecto de la vida cotidiana en la India. Debo decir que provengo de un entorno relativamente privilegiado, sobre todo en comparación con otras personas de la India, así que para mí escribir esta novela fue también una forma de reconocer mi privilegio y decir que en la India tenemos la clase media, la clase media-alta, los privilegiados y los ricos. Estos renuncian constantemente a su moralidad para vivir bien, seguros y cómodos. Por el contrario, los pobres no tienen más remedio que renunciar a su dignidad para sobrevivir, alimentarse, tener un hogar. Eso quería contar en esta novela. En el caso de los pobres, muchos se sacrifican creyendo que algún día serán ricos y ya no tendrán que hacerlo. Esa creencia es la que encarna el personaje de Ajay, que cree que si está junto a Sunny podría convertirse en alguien como él. Tiene un gran sentido de la lealtad, pero también de la identidad. Empieza a identificarse con Sunny lo ve como a un padrino para él. Es trágico.

Deepti Kappor. Crédito: Matthew Parker.
LENGUA: De hecho, aunque lo han explotado durante toda su vida, Ajay es amable, trabajador, servicial, compasivo, leal y valiente. Es un luchador con un gran corazón, pero la extorsión es tal que acaba claudicando y acatando las órdenes de la mafia. Con todo esto, ¿qué crees que es más determinante en nuestra personalidad, lo que viene de dentro o de nuestro entorno?
Deepti Kappor: Es una pregunta interesante. Creo que depende, pero en el caso de Ajay, lo que muestro es el maltrato a un niño muy tierno, leal e inocente. Es tan leal que Sunny sabe que puede utilizarlo, que hará todo lo que le pidan. Hay otros personajes que hacen lo mismo con él. En su caso las fuerzas externas acaban imponiéndose y lo llevan a actuar de una forma contraria a su naturaleza. Durante mucho tiempo, por su compasión y su bondad, se resiste a ello, pero una vez en la cárcel le resulta demasiado doloroso porque cree que ha abandonado a su familia y se siente muy culpable por ello.
LENGUA: Es justo cuando la mafia amenaza con asesinar a su hermana cuando se da por vencido y, para protegerla, renuncia a su empatía. ¿Por qué cree que los lazos de sangre son tan influyentes? ¿Hasta qué punto pueden prevalecer sobre una naturaleza bondadosa y compasiva?
Deepti Kappor: En la India, más que en ningún otro lugar del mundo, tu familia y tus lazos con tu comunidad o tu casta son vitales. A Ajay lo separaron de su familia cuando era un niño, así que creció en el desarraigo y se siente culpable a lo largo de toda su infancia y adolescencia. Cuando empieza a trabajar para Sunny está tan traumatizado que tarda mucho en ir a buscar a su madre. Y cuando va a la cárcel tiene mucho tiempo para pensar y se da cuenta de que Sunny, y todos los demás, lo han utilizado. Se atreve por fin a mirar de frente a las cosas que se había estado ocultando a sí mismo, porque una parte de él siempre supo lo que iba a pasar. Cuando estaba con Sunny le emocionaba formar parte de esa poderosa familia, pero en prisión no le queda nada. Está vacío. Y ahí es cuando vuelve toda su culpa, y también la idea de que tiene que proteger a su hermana porque por entonces es el único vínculo que tiene.
LENGUA: El azar desempeña un importante papel en la novela. Hay al menos tres fatalidades: la cabra perdida, el perro callejero que provoca el accidente y la muerte prematura de ese supuesto padre adoptivo que había prometido llevar a Ajay a reencontrarse con su verdadera familia. Estas pequeñas casualidades retratan la fragilidad del precario equilibrio en el que se debate la comunidad pobre. Y es, literalmente, una cabra perdida lo que genera unas represalias y una tragedia desproporcionadas. ¿Cómo puede esto ocurrir tan fácilmente? ¿Son frecuentes los niños esclavos en la India?
Deepti Kappor: La arbitrariedad de estos sucesos, como que una cabra perdida provoque el linchamiento de un hombre, por desgracia es algo frecuente. Y también los accidentes; por ejemplo, cerca de las montañas del Himalaya, donde las carreteras son muy empinadas y los conductores de autobús van como locos porque apenas tienen formación y trabajan 16 horas al día. Así que lo metí en la historia. Todo que he escrito se basa en cosas que he visto o me han contado, cosas que han pasado de verdad. En mis ficciones siempre trabajo a partir de historias reales. En cuanto a los niños esclavos, a menudo los venden o los envían a trabajar porque sus familias no tienen dinero para cuidarlos. El personaje de Ajay se basa en parte en un chico que conocí en una pensión en las montañas. Me contó que su familia lo había enviado lejos con otros chicos, que cogieron un avión y aparecieron allí. Y que caigas en unas manos u otras es completamente aleatorio. En el caso de Ajay, sus primeros dueños, llamémosles padres adoptivos, lo trataron muy bien, así que tuvo una vida mejor de la que habría tenido con su propia familia.
«Escribir esta novela fue también una forma de reconocer mi privilegio y decir que en la India tenemos la clase media, la clase media-alta, los privilegiados y los ricos. Estos renuncian constantemente a su moralidad para vivir bien, seguros y cómodos. Por el contrario, los pobres no tienen más remedio que renunciar a su dignidad para sobrevivir, alimentarse, tener un hogar».
LENGUA: De hecho, hay un pasaje que relata que él piensa precisamente eso y se siente culpable por ello.
Deepti Kappor: Sí. Es algo extraño. No sé si usaría la palabra esclavitud, pero muchos niños de 13 o 14 años dejan la escuela porque su familia no puede mantenerlos. Se van a Bombay o a ciudades más grandes y consiguen trabajo en pequeños restaurantes y cafés, como cocineros, friegaplatos o lo que haga falta, tal como cuento en el libro. Los hay en toda la India. De hecho, cuando empiezan algunos tienen solo ocho o nueve años, porque las leyes para evitar el trabajo infantil a menudo no se aplican. Es frecuente oír a mujeres de clase media diciendo que ya no pueden tener a un menor trabajando en su casa porque si les pillan irán a la cárcel. A tenor de esto escribí un cuento satírico para la revista literaria Granta sobre una mujer de clase media y su criado, y cuando llega la mujer de este, que es menor, los apresan y es todo un drama. En realidad, el personaje de ella intenta ayudar al criado, pero la policía la detiene porque cree que ambos son sus empleados. Es una sátira, pero está basada en la vida real.
LENGUA: La situación en la cárcel es especialmente desgarradora, con violaciones continuas, proxenetismo, asesinatos y sobornos a los inspectores. ¿Cómo te documentaste sobre lo que sucede en las prisiones indias?
Deepti Kappor: Leí muchos informes, como el de Human Rights Watch. Hablé con policías y con personas que habían salido en libertad bajo fianza, expresidiarios que, sin estar condenados, habían estado en la cárcel por delitos menores. Leí diarios suyos. Todo lo que cuento se basa en lo que ocurre allí, especialmente las violaciones y el hecho de que si pagas vivirás mucho mejor que si no tienes dinero. En la cárcel todo y todos están a la venta.
LENGUA: Me ha llamado la atención lo que dice Dinesh de que su padre, un poderoso gobernador, se olvida de que los pobres también votan. A muchos les arrebatan tus tierras y derriban sus casas para especulación inmobiliaria. ¿Cómo son de numerosos para que el conjunto de sus votos no sea suficiente para hacerles ganar las elecciones? ¿O es que piensan que aquellos a quienes votan van a salvarles, y en realidad son quienes les están explotando?
Deepti Kappor: Dinesh se da cuenta de que su padre (el político) y el de Sunny (el empresario) están saqueando el Estado, que se han unido para repartírselo como si fuera su feudo, su propio reino. Pero, al menos legalmente, India es una democracia, así que cada cuatro años la gente tiene la oportunidad de decir: «No nos gusta cómo nos gobiernan. Vamos a intentarlo con otra persona». Eso es lo único que todavía tiene India, unas elecciones que se desarrollan con bastante libertad. Lo que quería decir es que si eres corrupto eso se volverá en tu contra cuando llegue un líder político que no se venda. El personaje de Sunny dice que su padre comprará a todo el mundo, y así suele pasar. Pero puede haber alguien que irrumpa en el panorama político con su ideología, y eso puede ser incluso más peligroso. Por eso quise escribir una trilogía, para analizar cómo la corrupción lleva a la gente a hartarse de los políticos de siempre y a elegir a líderes carismáticos y autoritarios, a demagogos populistas, que es básicamente lo que está pasando ahora en la India. Y eso ocurre en todas partes. La democracia está en peligro porque la gente está harta de la corrupción. Y en la India, la corrupción es especialmente disparatada, frecuente y endémica. Está en todos los aspectos de la vida. Y también quería enfrentar a los personajes entre sí: los que tienen buenas intenciones frente a los corruptos.
LENGUA: ¿Crees entonces que algunos pretenden ser diferentes, pero al final hacen lo mismo que los corruptos?
Deepti Kappor: Sí, muchos hacen lo mismo. Pero son más peligrosos porque en India, aunque reina la corrupción, es legalmente un Estado democrático con unos medios de comunicación relativamente libres, y ahora están cerrando muchos de ellos. Creo que la corrupción llevará al poder a los populistas que prometan solucionarlo todo. Y harán todo lo contrario.
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Deepti Kappor. Crédito: Matthew Parker.
LENGUA: Salvo excepciones, en la novela retratas a la prensa como un órgano servil. Incluso Dean, que quiere revelar lo que ocurre realmente en India, se encuentra con que sus superiores no le dejan hacerlo. Entonces, ¿existe la prensa libre o no? ¿Hay medios más fiables que otros?
Deepti Kappor: El panorama de la prensa en India es enorme y muy variado, sobre todo de una región a otra: muchos periódicos locales en lenguas distintas del hindi o el inglés, muchas cadenas de televisión, sitios web... Su endogamia con el poder arranca a mediados de la década de 2000, cuando los periodistas averiguaban que tal o cual político o empresario era corrupto y le decían: «O nos das dinero o publicamos esto». Esta dinámica era muy frecuente. En el libro, a Dean le impiden publicar su reportaje porque el empresario tiene suficiente poder como para sobornar a todo el mundo. Quería mostrar cómo hay excelentes periodistas atados de pies y manos en el sistema, periodistas que quieren hacer lo correcto pero son incapaces de publicar sus artículos. Muchos se frustran tanto que dejan la prensa y escriben ensayos muy documentados sobre la relación entre el poder político y el económico.
LENGUA: ¿Se ha publicado La edad del vicio en la India? ¿Cuál ha sido la reacción?
Deepti Kappor: De momento, muy buena. Es interesante porque, a diferencia de los occidentales, que leen sobre algo que desconocen, a la población india todo esto le es muy familiar. De hecho, ayer leí una crítica que decía que retrataba el país perfectamente. Los indios aceptan que todo esto ocurre, y es horrible. Pero luego, si leen sobre ello en una novela, les vuelve a resultar impactante. La respuesta de la prensa y el público de mi país a esta novela ha sido estupenda porque todo el mundo sabe lo que está pasando, pero normalmente se cuenta en ensayos, no en novelas.
LENGUA: Las drogas y el alcohol tienen gran importancia en la novela. En la cárcel se consumen para escapar del dolor, los ricos las usan para de modo recreativo o para escapar de la frustración y sus violentos tejemanejes, y los más pobres beben alcohol, que señalas como un mecanismo del sistema para que los pobres olviden su miseria y así tenerlos controlados. ¿Es así como funciona?
Deepti Kappor: Es exactamente así. Los ricos consumen drogas de clase A como lo hacen en todas partes del mundo. La frecuencia aumentó especialmente a mediados de los noventa y principios de los 2000 con la globalización y la apertura de la economía india. Con ellas surgió la idea del ocio y de salir de marcha y drogas como la cocaína. Luego está el alcohol barato que el padre de Sunny fabrica para la gente pobre, que lleva una vida tan miserable que necesita olvidar. De hecho, existe una palabra hindi para esto: nasha, que básicamente se traduce como intoxicación. Lo que quería mostrar es que, sea rico o pobre, todo el mundo intenta olvidar a su manera.
LENGUA: El personaje de Sunil utiliza el alcohol para despertar la brutalidad de su pandilla y que se hagan pasar por una banda de ladrones muy buscada. Después de beber masacran a un grupo de personas de forma especialmente cruel, y más tarde se sienten culpables por ello. Es llamativo porque la mayoría de las personas que cometen asesinatos y se ensañan son psicópatas, por lo que no sienten empatía ni culpa. Es difícil imaginar esta dualidad en la misma persona.
Deepti Kappor: Quería mostrar cómo estos hombres son tentados por este persuasivo líder. Le da charas, marihuana y alcohol, una combinación que dispara la agresividad y lleva a cometer vilezas. Más tarde, ya sobrios, ven que han matado, violado y saqueado con regocijo y asumen la culpa. Esto es lo que quería describir, para que el lector pueda imaginarse a sí mismo en esa situación y empatizar con los asesinos. No quiero decir que no sean culpables. Lo son. Para hacerme una idea de lo que ocurre me documenté sobre una banda real. La idea es que, al beber, llegan a un estado de intoxicación que les hace actuar así. El sentimiento de culpa es cosecha propia, algo que desconozco y que trato de imaginar, porque no hablé con ellos.
«Quise situar la acción de la novela en la India de mediados de los 2000, cuando se acentuó la transición de una economía socialista a una capitalista. Todavía había muchas divisiones, de clase y de casta, pero hasta entonces los ricos no lo eran tanto. El capitalismo alumbró una nueva clase social tan adinerada que podía controlar a gran parte de la población».
LENGUA: En la novela hay un pasaje en el que una turista europea (española, de hecho) le dice a Sunny que ha traicionado a su cultura. Y él replica que si la conociera lo más mínimo sabría que el respeto es importante, pero al final todo es cuestión de dinero. Y eso es exactamente lo que describe el libro. ¿Por qué, de entre todos los países capitalistas, es India aquel en el que el poder del dinero es más exacerbado?
Deepti Kappor: Quise situar la acción de la novela en la India de mediados de la década de 2000, cuando se acentuó la transición de una economía socialista a una capitalista. Todavía había muchas divisiones, de clase y de casta, pero hasta entonces los ricos no lo eran tanto. El capitalismo alumbró una nueva clase social tan adinerada que podía controlar a gran parte de la población. En ese pasaje volqué la mentalidad poscolonial de quien entiende que ya no necesita a los extranjeros. La generación de mis padres vivió su niñez justo después de la declaración de la independencia, y ellos sí tenían la convicción de que eran inferiores a los occidentales. Pero mi generación y las posteriores tienen una identidad mucho más asertiva, un sentido más fuerte de quién eres. Ese pasaje tiene su parte irónica, porque quien habla así es Sunny, el hijo del hombre más rico de la India. Es su dinero lo que le permite hablar así, no el hecho de que India ya no sea una colonia. Los pobres de India, como Ajay, no pueden hablar, ni siquiera pensar así. Las viejas divisiones persisten, porque solo un indio muy privilegiado le diría eso a un extranjero.
LENGUA: Existe en Occidente un estereotipo de la India como una cultura muy espiritual a la que muchos desencantados van para encontrarse a sí mismos y lo que es realmente importante. Turistas que dicen que en India la gente es feliz con muy poco, que idealizan la pobreza. ¿Qué le dirías a quienes pasan diez días allí haciéndose selfis con niñitos sonrientes?
Deepti Kappor: Que lean la novela (sonríe). Antes de mudarme a Portugal viví unos años en Goa. Allí trabajé como profesora de yoga y me juntaba con extranjeros que venían a la India exactamente por esas razones: la India como un país espiritual, como la cuna del yoga. Llevan dentro la idea de que a los pobres les da igual serlo, que son felices por dentro. Y no es más que una excusa para cerrar los ojos ante la inmensa pobreza que ven, porque hay que estar ciego para no verla. Así que mi respuesta ha sido escribir sobre ello. Tengo una novela, Guruji, que aún no he publicado. Trata de un extranjero que viene a la India a estudiar yoga o espiritualidad y de los prejuicios inversos que trae consigo. Hay muchos diarios de occidentales, no solo blancos, que hablan de lo desilusionados que estaban y de cómo al llegar a la India se encontraron a sí mismos. Así que quería decirles: «Voy a contarte un par de cosas sobre el terreno de juego». Es increíble, porque cuando vivía en Goa a mi marido y mí nos invitaban a cenar a lugares frecuentados por occidentales, como un retiro de yoga, un restaurante o un hotel. Y si intentabas hablar de política con ellos o de cualquier cosa que no encajara con sus esquemas, se alejaban de ti. Decían: «No queremos energía negativa». Era una locura. Así que al cabo de un tiempo dejamos de relacionarnos con ellos porque les resultábamos muy negativos. Pero solo hablábamos de lo que pasa.
LENGUA: Al leer sobre el sufrimiento de Ajay o Prem, que además son tan bondadosos, lo primero que viene a la cabeza es si hay algún modo de ayudarles, de aliviar su dolor y contribuir a que tengan una vida menos mísera y violenta. ¿Hay algo que podamos hacer desde fuera?
Deepti Kappor: Hay muchas organizaciones que surgieron después del COVID, porque el confinamiento disparó aún más la pobreza en la India. Estos equipos van a los pueblos y les dan comida, abren comedores y enseñan a cocinar a las mujeres. Son oenegés muy conocidas y arraigadas en todo el mundo, y toda su actividad es de gran ayuda.