«Pelusa Baby», de Constanza Gutiérrez: una escritora en la superficie
Todo mapa es una representación del mundo que refleja la visión de quien lo dibuja, y el Mapa de las Lenguas no tiene fronteras ni capitales: trece libros, un año y un territorio común para la literatura de veintiún países que comparten un idioma con tantas voces y lenguas como hablantes. Invitados por LENGUA, los autores de la edición de 2022 exponen su geografía literaria y explican cómo ésta encaja en esta colección panhispánica global que presenta la mejor literatura en español. Aquí, Constanza Gutiérrez escribe sobre «Pelusa Baby».

Constanza Gutiérrez. Foto de Gonzalo Puebla Araya.
Que el público me perdone: mi territorio es la superficie. Más allá de lugares geográficos o temas en común, que los hay, las historias que invento o elijo contar se parecen en que las narro por encima, con ligereza. Ni una sola floritura en mis oraciones, ni un rodeo para decir las cosas. ¿Les parece que soy floja o no tengo tacto? Podrían ser esas características mías, sí, pero no tiene nada que ver con esto. Se trata de una convicción: no creo que lo esencial sea invisible a los ojos ni que haya que ir muy lejos para encontrarlo.
Si tengo que elegir entre estar en el aire, volando ligera, o en las profundidades, pegada al suelo, atrapada por tentáculos vegetales gigantes y espinudos, elijo lo primero casi todos los días. En este momento de mi vida creo que el misterio que está allá abajo es el mismo de acá arriba, pero con distinta forma. Por lo demás, ¿quién sabe si realmente el mundo está dominado solo por dos fuerzas opuestas (bien y mal, superficie y profundidad, etcétera)? Yo no.
Si solo dices o apuntas lo que quieres —y nada más—, sin esconder ni disfrazar nada, unas veces habrás hablado mucho y otras muy poco. En Pelusa Baby hay 19 cuentos y todos varían en longitud. Sobre algunas cosas tengo mucho que decir, considero en ese momento que hay mucha información que puede aportar, y me sale un cuento de cinco páginas; otras pienso que basta con una sola observación para probar mi punto o hacer reír a quien lee, entonces tengo con un párrafo.
Mis pretensiones son muy modestas: exponer algo que pienso o sacar una sonrisa.
En frascos pequeños
Hay quien dice que un párrafo no puede ser un cuento. Lo que yo contestaría a esas personas dependería de mi ánimo: si anduviera de malas, atrapada por los tentáculos que sostienen a la gente seria y profunda, diría: «Por favor, ¡léete un clásico escolar siquiera! Siempre se han escrito cuentos cortos». Pero si anduviera de buenas, ligera como el viento, diría que se puede evocar un arco narrativo completo escribiendo solo una parte de la historia, quizás en una sola línea, y que ese desafío me estimula. Y quizás entonces mi interlocutora me contaría a cambio alguna cosa que la entusiasmara mucho a ella, como el básquetbol o el canto lírico y sus particularidades, y sentadas sobre la superficie de esas pasiones nos haríamos amigas.
Llegadas a este punto, ya sabrás cuál es mi estilo. No es mejor ni peor que otros, simplemente son algunas convicciones mías expresadas en mi manera de contar las cosas. Escribí este libro de cuentos sobre fantasmas, bebés con cola de mono, adolescentes desquiciadas y hombres que un día despiertan sin pene, pero no voy resumirte esas historias aquí. Si quieres saber más, lee Pelusa Baby. Pero si no quieres no, la vida es muy corta para perderla con libros que no te llaman de verdad.
Mapa de las Lenguas es una colección panhispánica global que presenta la mejor literatura de veintiún países que comparten el idioma. Pero es, sobre todo, un itinerario de viaje por trece de los libros que el año pasado tuvieron mayor trascendencia en su país de origen y que, a lo largo del 2022, recorrerán el resto del ámbito del español.
Adentrarse en la obra de estas trece voces es transitar un territorio físico, tangible, pero también un espacio moral, intelectual, anímico, político y sociocultural. La lectura de un autor contemporáneo de cualquier país de habla hispana es una ventana a una forma de expresarse y escribir en español, pero también un modo de tomarle la temperatura a las preocupaciones y los anhelos de cada uno de esos lugares.