Solo Bono puede salvar el «rock 'n' roll»
Tres músicos de acompañamiento, unas sillas, un micrófono y mucho, mucho carisma. «Stories of Surrender», la adaptación teatral de las memorias del líder de U2 que él mismo se encarga de llevar a escena en un evento a caballo entre el «rock» de estadios y una función de bajo presupuesto, evidencia algo que no podemos olvidar: Bono sigue siendo la estrella que más brilla en el firmamento de la música popular.
Por Suso Merlo

Bono, una superestrella en un miniescenario. En la imagen, el líder de U2 durante un momento del espectáculo Stories of Surrender. Crédito: Getty Images.
Lunes 28 de noviembre de 2022. Noche fría y cerrada. Teatro Coliseum, en el número 78 de la Gran Vía de Madrid. 1.300 personas en el patio de butacas. Cinco sillas, un butacón, una mesa y una mesita de té a modo de puesta en escena, tan sobria como el juego de luces de baja intensidad que la acompaña. Sobre las tablas están una chelista (Kate Ellis), una arpista (Gemma Doherty) y un percusionista y teclista (Jacknife Lee). Ah, sí. Qué despiste. También está Paul David Hewson. Bono. Sí, el de U2. La estrella de rock más importante de los últimos 40 años. Una leyenda fuera de su contexto habitual: acostumbrados a verle actuando en estadios con capacidad para decenas de miles de fans (concepto que cobra una forma especial en el caso de los seguidores de U2), tenerle ahí -tan cerca, tan humano- provoca un brote repentino de mitomanía.
Es Bono. Sí, el de U2. Realmente es el Bono de U2. Y está ahí arriba, vestido con vaqueros ajustados, camisa abrochada hasta mitad de pecho y americana. Todo en tonos oscuros. Salvo sus habituales gafas de sol de lente ahumada en color naranja. Cuando abandona las bambalinas, se presenta en escena como el mesías que es: sonríe y saluda, pero apenas se le escucha porque su voz queda solapada por los gritos, aplausos y vítores de quienes le siguen desde los años 80. Aún no pueden creer que su Bono esté situado a apenas un par de metros de las primeras filas y a no más de 15 de las últimas. Que esté allí para presentar Stories of Surrender, una adaptación musical y teatralizada de su libro de memorias -Surrender: 40 canciones, una historia-, un título con más de 600 páginas de vuelo literario publicado hace apenas unos días por Reservoir Books.
El secretismo ha marcado una gira que previamente ha pasado por EE UU, Canadá y algunos otros países de Europa: al no permitir entrar teléfonos móviles a la sala -ni cámaras, ni siquiera fotoperiodistas-, uno no sabe muy bien qué esperar hasta que lo tiene frente a sus ojos. Y lo que se presenta ante la mirada de estos mil y pico afortunados es una experiencia tan emotiva como inclasificable. Siguiendo el hilo del libro, Bono narra pasajes de su vida -que son, en realidad, mil vidas en una sola- al tiempo que los vincula con todas esas canciones que forman parte de la banda sonora de dos o tres generaciones ya entradas, desde hace un tiempo, en la vida adulta (un rápido vistazo al teatro sirve como completo estudio demográfico: apenas un puñado de asistentes baja de los 30 años de edad). Sabemos que Bono tiene dotes de frontman: es, de hecho, el mayor frontman del rock 'n' roll desde David Bowie. Lo que no teníamos tan claro es que Bono, además, tiene unas dotes fabulosas de dramaturgo. Durante el evento, el músico y activista jugó con tonos, recreó voces de diferentes personas, marcó pausas y giros narrativos con soltura, se movió de aquí para allá e incluso se encaramó a la mesa para arrodillarse en un momento de lo más shakesperiano. Como decorado, sus propios dibujos proyectados sobre dos lonas negras. Porque en Surrender, el libro, Bono escribe, pero también dibuja.
La persona y el mito
A caballo entre el rock de estadios y el microteatro en algún sótano de Lavapiés, Bono repasa hitos de su existencia durante hora y media larga: el momento en que conoce a The Edge, Adam Clayton, y Larry Mullen Jr, los otros miembros de la banda irlandesa; la muerte de su madre cuando él era apenas un adolescente, drama que le hundió y marcó su posterior relación con su padre; el celebérrimo concierto de Live Aid y las consecuencias de su labor humanitaria; la divertida ocasión en la que se topó con la princesa Diana de Gales o el día en que negociaron su futuro con el que acabaría siendo su mánager, el afilado Paul McGuinness; también mencionó a su mujer, Alison Hewson, con quien lleva casado desde 1982, y a esa Irlanda castigada por el IRA y los paramilitares unionistas. Lo dicho: mil vidas en una sola.

Las ilustraciones proyectadas corren a cargo del propio Bono, quien salpicó sus memorias de dibujos para contextualizar determinados lugares y momentos. Crédito: Getty Images.
Al tiempo, los músicos que le acompañan en la gira generan un sonido ambiente que explota cuando Bono comienza a entonar alguna de las diez canciones de U2 que vertebran el evento. El público le corea, le acompaña en cada nota de estas versiones adaptadas (tempos lentos, casi crepusculares) que desprenden tanta nostalgia como mística. Arranca con City of Blinding Lights y Vertigo para volver después a los orígenes a modo de guía de lo que está por venir: Out of Control, una versión interrumpida -qué pena- de I Will Follow, Sunday Bloody Sunday, With Or Without You, Desire, Pride (In the Name of Love), Where the Streets Have No Name y Beautiful Day. Entre medias, monólogos de varios minutos en un inglés de Dublín que los asistentes parecen entender. Sin subtítulos ni apoyo textual para los menos diestros con los idiomas, el espectáculo se sostiene por la presencia y el carisma de un Bono que conserva una voz privilegiada, cualidad patente en la interpretación a capella del clásico napolitano Torna a Surriento con la que cerró el show.
En Surrender, Bono se desnuda a través de textos, ilustraciones y fotos del álbum familiar. En Stories of Surrender, la estrella se destapa como actor, comediante y -en suma- espíritu creativo y coloso del entertainment. En tiempos en los que la música está manchada por algoritmos y efectos de autotune, ver a un tipo de 62 años irradiar semejante magnetismo sobre un escenario nos da un respiro a quienes seguimos creyendo en las guitarras y en las estrofas pegadizas. En las canciones que soportan el paso de las décadas. Porque no corren buenos tiempos para el rock 'n' roll, pero aún hay esperanza. Bono (sí, el Bono de U2) es la estrella que, cuarenta años después, nos sigue guiando hasta en las noches más frías y cerradas.