El azar de la mujer rubia

Manuel Vicent

Fragmento

libro-1.xhtml
Índice

Portadilla

Índice

Cita

El héroe sin memoria penetra en el bosque lácteo con el Toisón de Oro colgado del cuello.

En el momento en que Suárez fue fusilado al amanecer no dejaron por eso de cantar los pájaros.

La pequeña historia de una tragedia que obligó a nuestro héroe a conocer a un príncipe y a recordar su niñez.

Cuando el cadáver de Franco, después de besar el Lignum Crucis, entró bajo palio por su propio pie hasta la tumba.

La gacela rubia de ojos acuáticos cruza el bosque herida de un doble dardo.

Se prepara un gran banquete de boda en la nave principal de la basílica del Valle de los Caídos bajo el canto de la Sibila.

Una tarde de septiembre el pudridero de El Escorial se llenó de gloria y sonó el ‘Aleluya’ de Haendel.

Un ángel del Apocalipsis da una lección política desde la copa de un árbol y anuncia la guerra como el postre del banquete de boda...

Juramento de los Principios del Movimiento Nacional entre varias raciones de calamares.

El adulterio frenético bajo las bombas, el embarazo exquisito en el Madrid de la Victoria.

Sólo la muerte vive todavía como memoria de aquella época.

Fragmentos de un diario íntimo escrito en un cuaderno amarillento de tapas verdes con anillas.

Cuando el Congreso de los Diputados era una algarabía de palabras producida por unas figuras de cera.

El síndrome de Estocolmo se mete como una babosa en la alcoba matrimonial de la Moncloa.

Los antiguos líderes políticos, los nuevos fantasmas, aparecen como sombras en un espejo velado.

Cuando España perdió el olor a sardina y comenzaron a reinar las mochilas rojas.

Las Torres Gemelas ardiendo iluminan el vientre de la historia.

Cuando los héroes de antaño tienen el futuro en la espalda.

Nota a los lectores

Si te ha gustado esta novela…

Sobre el autor

Créditos

libro-2.xhtml

 

 

Alejandro no murió en Babilonia a los treinta y tres años. Se apartó de su ejército y vagó por desiertos y selvas. Un día divisó una claridad. Esa claridad era la de una fogata. La rodeaban guerreros de tez amarilla y ojos oblicuos. No lo reconocieron, pero le dieron acogida. Como esencialmente era un soldado, participó en batallas en una geografía del todo ignorada por él. Era un soldado: no le importaban las causas y estaba listo a morir. Pasaron los años, él se había olvidado de todo y llegó un día en que se pagó a la tropa y entre las monedas había una que lo inquietó. La retuvo en la palma de la mano y dijo: «Eres un hombre viejo; ésta es la medalla que hice acuñar para la victoria de Arbela cuando yo era Alejandro de Macedonia». Recobró en ese momento su pasado y volvió a ser un mercenario tártaro o chino o lo que fuere.

 

J. L. BORGES & ROBERT GRAVES

libro-3.xhtml

El héroe sin memoria penetra en el bosque lácteo con el Toisón de Oro colgado del cuello.

 

libro-4.xhtml

 

 

El 17 de julio del año 1936, a las cinco de la tarde, que en España es la hora de matar reses bravas, se levantaron los militares en África para derribar a la II República y reponer a la Monarquía. El fracaso del alzamiento dio origen a la guerra civil. Alfonso XIII, desde su exilio en el Gran Hotel de Roma, contribuyó con un millón de pesetas para la causa. Su hijo, el joven don Juan de Borbón, se ofreció voluntario para pelear contra otros españoles en el bando nacional, un deseo que no pudo cumplir por la expresa negativa de Franco. «Ése aquí no hará más que enredar.» Franco jugó con una baraja que acabaría con todas las cartas manchadas de sangre. Cuando se inició aquella gran corrida, Adolfo Suárez tenía cuatro años. Don Juan Carlos estaba a punto de llegar a este mundo. La mujer rubia lo haría poco después. Con estos tres personajes, con un príncipe que partía ladrillos con la mano, con un simpático político de billar y con una mujer rubia malherida, la historia formó un triángulo, dentro del cual echó los dados el azar, principio y final de este relato.

Setenta y dos años después, el 17 de julio de 2008, a la misma hora, cinco de la tarde, que en España también es la hora de la siesta de baba con una mosca vibrando en el cristal, el rey don Juan

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos