Gallardo recargado

Diego Borinsky

Fragmento

Conociendo (más)
a Gallardo

—Diego, tu libro sobre Gallardo fue el único que leí con ganas en mi vida. Muy bueno, ya lo leí 3 veces! ¿Para cuándo el segundo? —me escribió @fedeearguen_ el 28 de agosto de 2017, uno de los primeros en pedirme la bendita “segunda parte”. El reclamo empezó a multiplicarse en 2018, tras la Supercopa que River le ganó a Boca en marzo, y se potenció cuando el equipo del Muñeco fue superando escollos en la Libertadores de ese año. Ni hablar después de Madrid.

Como hago casi siempre, contesté los mensajes. Primero agradeciendo, porque me estaban expresando que Gallardo Monumental les había gustado. Después, trataba de explicar que un libro no se hace con un chasquido de dedos, como en aquella publicidad de gaseosas que protagonizaba Verón: era necesario tiempo para juntarse con Marcelo, tiempo para pensarlo, tiempo para escribirlo y, por supuesto, tiempo para que la editorial hiciera su tarea. Poca gente sabe que, sobre todo en editoriales grandes, hay que entregar el material tres meses antes de su salida. No es que River gana la Libertadores y el libro sale a las dos semanas. No. Por último, existe otro tiempo no menor: el del fútbol propiamente dicho. River tiene un calendario superapretado; Gallardo suele estar entre diez y doce horas cada día en Ezeiza, y cuando se va, quiere desconectarse y estar con su familia o amigos. El sentido de la oportunidad tampoco puede pasarse por alto: tratar de concretar una reunión después de una derrota fea, o antes de un partido importante, es un poquito desubicado. La prioridad para el DT, lógicamente, es su equipo.

Intenté expresar estas razones a mis seguidores brevemente, pero nunca conté que el 18 de marzo de 2017 ya le había lanzado un primer anzuelo al Muñeco. Fue unos días después del arranque de la Libertadores de ese año, un 3-1 al DIM en Colombia —el gol del local lo metió un tal Juan Fernando Quintero—. Después de terminar mi entrevista con Lucas Alario para El Gráfico, le pedí al encargado de prensa que le dijera a Marcelo que, si estaba disponible, pasaba a saludarlo. Me dio el OK, entré por primera vez en el nuevo salón comedor de Rivercamp y, ya cuando me iba, le dejé la inquietud al pasar: “Tengo ganas de hacer la segunda parte del libro. No me digas nada, solo para que lo vayas sabiendo”.

El 4 de mayo fui por la segunda estocada. Había ido a entrevistar al Pity Martínez, dos semanas antes de su primer gol de volea en la Bombonera. Marcelo me hizo pasar nuevamente al comedor, participé del final de la sobremesa del cuerpo técnico y en un momento, con Biscay y Buján cerquita y escuchando, agregué argumentos al sondeo inicial.

—Marcelo, la gente me insiste con la segunda parte del libro. El anterior llega hasta fines de 2015 y, como vos terminás el contrato en diciembre, si te vas, van a estar los dos años en un segundo libro para completar toda tu obra —largué.

El hombre escuchó y se tomó unos segundos para pensar en silencio, como hace habitualmente.

—Hagamos así: vos andá juntando apuntes en las sobremesas, como ahora, o en el auto, cuando volvemos, y después vemos para qué da. Que sea algo más informal, sin compromiso, y si da para un libro, bien, y si da para una nota en El Gráfico, será una nota en El Gráfico, y si perdiste el tiempo, perdiste el tiempo.

—Perfecto, Marcelo, en todo caso no será ninguna pérdida de tiempo.

Esa misma tardecita mandé un mensaje por WhatsApp a Biscay y otro a Buján, los amigos de la adolescencia y colaboradores principales de Marcelo en el cuerpo técnico, a ver qué sensación les había dejado mi propuesta y cuál la respuesta del DT.

“Conociéndolo a Marcelo, que no anda con grises ni vueltas, si no le hubiera parecido bien, te habría dicho que no. Lo planteó con una temática más descontracturada, no quiere generarse un compromiso de estar siempre, por eso lo propuso como charlas de café y después el destino dirá cómo se va desarrollando el año. Sé que vos sos optimista y positivo, ¿quién te dice que a fin de año de golpe te encuentres con una carpeta llena de hojas y con un lindo cierre de año? Me parece interesante que Marcelo te dé ese aval y esa libertad como para que lo vayas armando a tu gusto”, fue la respuesta de Buján, y sentí una profunda alegría, porque siempre es difícil dar el puntapié inicial.

“Lo miro desde tu punto de vista y me parece que está bueno —siguió Biscay, con una nota de voz al día siguiente—. Creo que Marcelo hoy no quiere hacer otra cosa, pero viéndolo a futuro y si esto termina bien, como creemos que puede terminar, sería muy bueno que vayas recopilando material desde ahora, guardando charlas, anécdotas y, como vos le dijiste, que no sea igual al libro anterior. Que vayas transitando el camino con nosotros, como que te metés ahí dentro en la intimidad del cuerpo técnico durante las sobremesas. Sería diferente de la otra vez, que tuviste que armar todo de golpe sobre cosas que ya habían pasado. Y apuntando todo a que a fin de año esto termine como debe terminar, porque Marcelo es un tipo que está tocado, y si se va a fin de año, se va a ir por la puerta grande. Bah, ya está en la puerta grande, pero ganador como es, se va a ir ganando.” Sentí un empujón gigante.

El viernes 11 de agosto, tres días después del 1-1 ante Guaraní que clasificó a River para los cuartos de final de la Libertadores, mantuvimos con Marcelo nuestro primer encuentro informal para la realización de este libro. Fui preparado para una jornada sin grabador, libretas ni biromes, confiando en que mis neuronas estuvieran frescas. Después de compartir cuatro horas con Marcelo (récord), desde la sobremesa en Ezeiza, pasando por el viaje en auto y la búsqueda de su hijo menor al colegio hasta terminar tomando un café en su casa —como está relatado en el capítulo 5—, me apresuré a volcar aquellos apuntes mentales en mi anotador y luego en mi computadora, apenas me subí al tren en la estación La Lucila rumbo a Tigre. Durante aquel trayecto en su auto enfrenté la primera gran dificultad.

—Diego, no estoy seguro de hacer esta segunda parte, no la veo. El anterior era un libro humano, contaba mi historia, pero hacer un nuevo libro por dos años, no sé, no me cierra —me sorprendió.

—Marcelo, te soy sincero. El libro anterior cuenta tu vida desde chiquito, aparecen tus colaboradores para detallar el método de trabajo y para describirte desde otro ángulo, pero de esta etapa tuya como DT, el libro tiene solo un año y medio, porque llega hasta octubre de 2015, y si vos te vas en diciembre, quedarán dos años sin contar. Quiero que haya un registro de este ciclo histórico plasmado en un libro, pero este ciclo completo, no solo un año y medio.

—Te digo la verdad: el año pasado lo pasé para la mierda, entonces ya tenés un año menos para contar, sería uno solo.

—No, ¿por qué? Está bueno contar por qué lo pasaste mal y cómo hiciste para reconstruir el equipo y rehacerte vos mismo en momentos difíciles.

—E

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