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Anna Eleanor Roosevelt nació el 11 de octubre de 1884 en Nueva York. Al ser sobrina de Theodore Roosevelt, que se convertiría en presidente de Estados Unidos a principios del siglo XX, desde pequeña estuvo en contacto con la vida política estadounidense. Tras la muerte de sus padres, vivió con su abuela materna pero poco después fue enviada a un internado en Londres.
Volvió a Estados Unidos en 1902 y, ese mismo año, conoció a Franklin Delano Roosevelt, con quien se casaría en 1905 tras un breve noviazgo. En 1910, Franklin fue nombrado senador del estado de Nueva York, lo que significó el comienzo del activismo de Eleanor. Durante ese periodo, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, ingresó en la Cruz Roja y apoyó a diferentes organizaciones que reivindicaban los derechos de las mujeres, como la Liga de las Mujeres Votantes y la División de Mujeres del Partido Demócrata.
Cuando, en 1933, Franklin fue elegido Presidente de los Estados Unidos de América, Eleanor redefinió el papel que había tenido hasta entonces la Primera Dama. A diferencia de sus antecesoras, ella llevó una vida política muy activa, y llegó a dar cientos de conferencias para mujeres periodistas y a participar en multitud de actos, reclamando los derechos femeninos.
En 1945, murió su marido. Aun así, eso no le hizo abandonar su implicación en la defensa de los menos favorecidos: en 1947 se convirtió en delegada de la Asamblea de las Naciones Unidas y llegó a presidir la Comisión por los Derechos Humanos hasta 1951, participando en la formulación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En 1962 falleció, a los 78 años, dejando tras de sí toda una vida de lucha en contra de las injusticias y las desigualdades sociales, y aún hoy se la considera una de las líderes más influyentes del siglo XX.
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