Guignol's Band

Louis-Ferdinand Céline

Fragmento

dos los que merodeaban… No era mala persona, pero estaba amargado por el clima, hacía pasta y se acabó… Quería volver al sol… A su tierra, Calabria, ¡y forrado! ése era su programa… No era sólo eso… ¡También había desgracias!…

«¿Qué? ¿bien?…», me preguntaba.

Así me tanteaba. Bien veía yo lo que insinuaba, si habíamos recibido lo del barco… Si de entrada le hubiera respondido a las claras, habría metido la pata hasta dentro… Debía refunfuñar así «¡Ooh!… ¡Ooh!…», inquieto, no charlatán… la buena impresión… siempre en guardia… nos ha hecho un daño horrible, nuestro hablar por hablar… a la francesa… Si respondía «¡hum! ¡hum!», me apreciaba… De día íbamos a instalarnos en la mesa larga, junto a la ventana… pasaba el tiempo… los clientes dormitaban un poco… Roncaban incluso algunos… la fatiga, el humo y la stout, que adormece… Una pinta por barba… Por allí había maniobras sobre todo… Esperaban la hora de la marea, que se pusieran a pitar otra vez en los Wharfs Poplar, que se armara el jaleo otra vez, detonase, que las vagonetas rodaran… entonces, ¡la tromba a las bodegas! ¡cómo salían jalando de todas partes! desaparecían entre la chatarra, empezaba el estruendo otra vez, sudaban ahí dentro, hipaban por los esfuerzos, apencaban, jadeaban, se bamboleaban y zigzagueaban a todo vapor… ¡¡Chnuff!!… ¡¡Chnuff!!… ¡¡Chnuff!!… ¡La grúa se afanaba, enrollaba, bamboleaba los trastos!… ¡subía! ¡bajaba!… ¡levantaba una polvareda! ¡los cachivaches en ebullición! ¡Aún teníamos tiempo de verlas venir! El reflujo chapoteaba hacia las ocho… Los clientes no hablaban demasiado… dormitaban más bien de cansancio… esperaban… bastaba con diquelar de vez en cuando, vigilar la perspectiva, la superficie lisa allá, a lo lejos… hacia los árboles… el claro en el recodo… hacia Greenwich, después de Gallions Rock,° donde los barcos subían con los prácticos, se dejaban llevar por el reflujo… noroeste… noroeste… pequeños primero, en cabeza… los chillones, la caravana… los grandes detrás, los mastodontes, los paquebotes, los de zumbido grave, con sirena de tres ecos… la ronca… de fagot, la doliente… luego los de Indias… Los «P and O»…° ¡ésos lastimaban!… ¡majestad!… ¡Qué señores! ¡El correo! ¡Los clientes salían jalando de la cantina! ¡La avalancha a las amarras!

¡Atracaba el barco!… ¡El pub se vaciaba en un segundo!… ¡toda la clientela a los escalones!… ¡a la espadilla!… ¡perdiendo el culo!… ¡al estrave! ¡a los barandales!

El segundo observaba desde allí arriba.
«¡Que suban cincuenta! Fifty!…»

El vozarrón del segundo hacía eco…
«Two extra!… ¡Dos más!…»
¡Duro ahí, la chusma! ¡como un rayo!… ¡Se despachurraban! ¡se mataban en las cuerdas!…

Subían los dockers.
¡La gran hélice batía en el culo!… ¡¡Vluff!!… ¡¡Vluff!!… ¡¡Vluff!!… ¡con ganas en la sopa! ¡a borbotones!…

Del telégrafo… del puente: ¡Dring! ¡Dring! ¡Dring!… «¡Hacia atrás!…»
¡Muy despacito! ¡gran temblor!… ¡Se iba acercando al muelle!… ¡gemía por el flanco!… acercándose despacito… Enorme, ahí, bordeaba… ¡atracaba!… ¡Listo!… ¡Uf! ¡se acabó!… Un hondo sollozo le recorría toda la barriga… ¡Uf! ¡Uf! ¡se acabó! ¡se acabó! ¡mucho barquito!… Triste fin de la música… ¡La pena lo embargaba!… ¡Regreso a puerto!… Atado por todos lados, mil cabos… La pena le subía, ¡lo cubría todo!… ¡lo abatía!… Stop!

A Cascade lo encontramos en su casa en un estado de abatimiento, que nadie se atrevía a abrir la boca. Apreciaba, al fin y al cabo, a su gente y a las chavalas, en particular. Eran nueve en torno a él, simpáticas, gruesas, delgadas, y dos, además, carrozonas, auténticos callos, Martine y la Loba, llegué a conocerlas bien más adelante, las que más le rendían, campeonas en encanto, ofendían a la vista. Los gustos de los hombres, un auténtico batiburrillo, te meten la nariz en cualquier parte, se llevan a bizcas, patituertas, creen que son pozos de ciencia amorosa, allá ellos, nunca se enterarán, y que quilen.

Formaba un gallinero de espolones, cotorreos, chillidos, como para dejarte aturdido, la batalla tan cerquita, no se podía oír. Cascade quería que se acabara, tenía un discurso preparado, cosas importantes. Se agitaba en mangas de camisa, aullaba para que acabasen, que callaran el pico un poco. Con el chaleco gris perla muy ceñido, pantalón estilo cíngaro, el rizo liso en la frente, bella voluta, hasta las cejas, aún causaba gran impresión, se defendía con el prestigio, ya no intentaba dárselas de guaperas, sólo un poquito por el bigote, su mostacho, ¡cómo había camelado en tiempos! Pero estaba encaneciendo recientemente, había cambiado, sobre todo por las profundas preocupaciones, el comienzo de la guerra, ya no podía oír gritos, sobre todo los cotorreos de las chavalas, en seguida se cabreaba como una mona.

Había que adoptar decisiones…
«De todos modos, ¡no puedo chulearos a todas! ¡Joder!…» Ellas se reían de su apuro.
«¡Tengo cuatro nada menos para mí solito! ¡Vale! ¡Me basta! ¡Ni que fuera el Chabanais!° ¡No quiero más, Angèle! ¿me oyes? ¡No quiero ni una sola más!»

Rechazaba a las mujeres.

Angèle sonreía, le parecía cómico, su hombre, con sus clamores. Mujer seria, su Angèle, la de verdad, que regentaba su queli, pero con muchas dificultades.

«¡No estoy loco, Angèle! ¡No soy Pelícano!° ¿Adónde vamos a ir a parar? ¿Dónde voy a esconder a todas éstas, si esto sigue así? ¿Por quién me toman? Si no queda más remedio, ¡de acuerdo! pero, es que, mira, ¡va que chuta! el Colega no se calienta la cabeza… Hace dos días se las piró… vino a verme, el sarasa… a comerme el coco… Quería convencerme: “¡Toma la mía, Cascade! ¡anda, ninchi! ¡Sólo tengo confianza en ti! Me voy a la guerra’’, fue y me anunció. “¡Al combate!…” Pues, ¡vete!

»“¡Tú eres un colega! ¡Te conozco! ¡Es mi oportunidad!” ¡Dicho y hecho!… ¡Se dio el piro! ¡El señor se abrió sin volver la cara! ¡Hale, una chavala más! ¡para el menda! ¡Pobre Cascade! ¡Una mejor! ¡Ni abrir la boca pude! ¡Qué primo soy! “¡Me voy a la guerra!” ¡y listo! ¡Tan campante! “¡Me han readmitido!’’, va y me dice, “¡en Zapadores! ¡en el 42.º de Ingenieros!” ¡Todo perdonado! ¡El señor se daba el zuri! ¡Se hacía el jovencito! ¡Se quitaba de encima las preocupaciones! ¡Las lumis para mí!, pensé… Me dije: “¡el Colega me ha tanguelado! ¡Se aprovecha de las circunstancias! ¡Me nombra gerente bondadoso!” ¡No me hizo gracia la broma! ¡No veas qué cabreo cogí! Salí de allí, me fui hacia el Regent… Me dije… “¡Hombre! Voy a despertar al Book,° se me ha ocurrido una idea… ¡Las cuatro! Es la hora en la Royale,° ¡el pago de las carreras!… ¡voy a pasar a recoger mi parné! ¡Una pasta gansa! ¡Phil el Tartamudo me debe la tira! No se da prisa precisamente. ¡Le voy a partir los piños!…” ¿Y con quién me fui a tropezar en la puerta?… ¡Con el Guapo!… Al instante me cogió por banda… ¡en un estado, el muchacho!… ¡Un ardor!… Me dije: “¡Está borracho!…” ¡Qué va!… ¡Acababa de alistarse! ¡Otro más! Decía gilipolleces por un tubo… “¡Cascade!’’, me dijo, “¡toma a mi Pauline!…” ¡Así me lo suplicó!… ¡Así, de buenas a primeras!… “¡Me harías un favor!… ¡y también a Josette y a mi Clémence!…” ¡Ah! ¡hale, a abusar ya! ¡me asfixiaban!… “¿Co…? ¿Co…? ¿Cómo?’’, dije… No me dejó acabar… “¡Embarco esta noche! ¡Me incorp

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