La educación en Colombia (País 360)

Moisés Wasserman

Fragmento

INTRODUCCIÓN

Antes de empezar a escribir me pregunté si a alguien le puede interesar un libro sobre la educación en Colombia, incluso si yo mismo quisiera leerlo. La respuesta, como se puede adivinar, fue un sí rotundo. La educación es una de las condiciones que más fuertemente determinan las características de una sociedad. Hay quienes dicen que es la característica que hace humanas a nuestras sociedades.

Los países que más han progresado, en estos tiempos, en su capacidad de proporcionar una buena vida a sus ciudadanos reconocen sin ambages que sus éxitos se deben en gran medida a la educación que han podido construir. Otros países con menor desarrollo relativo generan planes y se plantean propósitos para mejorarla, como condición indispensable para llegar a los niveles de desarrollo a los que aspiran.

Nuestro país no es una excepción. En gran medida somos lo que nuestro pasado educativo nos ha permitido ser, y vemos esperanzados un futuro, basado en gran medida en la forma como vayamos a educar a nuestros jóvenes. Entonces, sí parecería importante dedicarle un tiempo y algo de atención a ver cómo encajamos en ese proceso global que empezó desde los albores de la humanidad, incluso mucho antes de los primeros signos de civilización.

Es importante ver en qué forma reaccionamos ante los retos diversos que se nos han presentado, cuáles han sido nuestros éxitos y dónde hemos fracasado. Se presenta acá una mirada panorámica, breve y muy resumida, pero que nos permita reflexionar y ojalá plantearnos algunos propósitos comunes. Muy pocos dudan hoy que el futuro estará condicionado por la educación que podamos construir, y no para dentro de muchos años sino para muy pronto, porque los cambios acelerados en el conocimiento global no aceptan respuestas lentas.

Aunque los antecedentes históricos son siempre importantes para esa comprensión, este libro trata, sobre todo, de presentar una imagen actual, considerando actual un lapso de algo más de medio siglo. Es decir, no se remonta a hechos lejanos, con la excepción de un capítulo, y en algunos casos en los que la actualidad puede resultar incomprensible sin una referencia puntual a hechos del pasado. Si a algo aspira este libro es a que sus lectores, cuando lo terminen, entiendan mejor lo que pasa y puedan imaginar un futuro en forma realista. El realismo y el pragmatismo (con una buena dosis de optimismo) son elementos dominantes en la visión que se presenta. Aunque pertenezco a esa generación de estudiantes que marchó con el lema de Marcuse “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, la experiencia de vida me ha enseñado que el peor enemigo del progreso es una utopía romántica e irrealizable.

La relación entre política y educación es compleja y su tratamiento puede sucumbir en arenas movedizas. Se aborda, en varios lugares, la influencia de la política en la educación, pero no tanto la influencia de la educación en la política y menos el uso del tema de la educación para hacer política. Las razones son varias: primero, porque el objeto del libro es la educación, pero, además, porque si bien es posible establecer relaciones de causa-efecto entre las medidas políticas y los desarrollos educativos, lo contrario es muy difícil de definir. Las relaciones de causalidad son dudosas y las interpretaciones se pueden tornar abusivas. No encontrará el lector análisis sobre los movimientos de protesta de estudiantes, maestros y profesores, porque estrictamente hablando no es la educación la que está impactando la política en esos hechos, sino que son los actores del sistema educativo cuando asumen un activismo político (por demás muy legítimo). Seguramente este es uno de los sesgos del autor; otro escribiría un libro diferente.

Se comienza con un capítulo que pretende localizar a la educación en el proceso de crecimiento y expansión de la especie humana en este planeta. Un objetivo que tal vez es demasiado ambicioso para un capítulo tan corto, pero que tiene la intención de mostrar un contexto más amplio y de situar nuestro esfuerzo nacional como parte de uno mucho más grande y con raíces más antiguas. La perspectiva histórica del capítulo se arriesga a entrar incluso en consideraciones de carácter biológico y evolutivo (otro sesgo del autor) y a hechos que son inciertos, porque están sustentados en hallazgos arqueológicos e interpretaciones de aquellos rastros dejados por nuestros congéneres de edades remotas. En este capítulo, contrario a todo el resto del libro (que como se dijo se limita a un poco más de medio siglo), se hacen referencias a la educación en América antes de la llegada de los españoles y también durante la Colonia y en la consolidación de la naciente república.

El libro continúa con una sección que describe el sistema educativo colombiano actual en todos sus niveles, y que analiza (sin la profundidad profesional que tendría un jurista) su sustento legal y normativo. Un conocimiento básico sobre estos temas es importante para quien quiere entender qué es lo que pasa con la educación en el país, y evitará confusiones y dudas posteriores. Somos un país muy legalista, y en muchas ocasiones la realidad jurídica predomina sobre esas otras realidades “menores” como las de la naturaleza humana y las dinámicas sociales. Pero precisamente por eso, aunque uno critique el hecho general, es particularmente importante el conocimiento de la normatividad legal que sustenta al sistema educativo.

Se aborda después, en dos capítulos, una descripción de la situación actual, reconociendo los logros (que los hay, muchos e innegables) y también las carencias. Esos análisis le permitirán al lector plantear sus dudas, hacer algunos diagnósticos propios e imaginar algo de lo que habría que hacer para resolver los mayores problemas.

Sin duda saltará a la vista el problema de la inequidad y lo determinante que ha sido nuestra educación para perpetuarla, aunque por otro lado sea ella misma el instrumento más potente que tenemos para reducirla. La inequidad tiene varios condicionantes que son analizados. La cobertura, que define el acceso de los niños y jóvenes a los diferentes niveles, es muy importante, sin ella no es posible ninguna oportunidad, pero también la calidad es fundamental, porque un acceso sin calidad puede profundizar la inequidad más de lo que la resuelve. La calidad es un tema complejo, no menor, y para explicarlo hay que discutir sobre financiamiento de la educación, sobre la inclusión de género y de grupos minoritarios, sobre la ruralidad y la regionalización, sobre la pertinencia y más. Se trata de mostrar también la situación del país dentro de un contexto mundial. Las comparaciones, odiosas para muchos, son necesarias para entender lo que no marcha bien. Los rankings (muy criticados por algunos, particularmente por quienes no se ven favorecidos) no deben ser perseguidos como el fin último, pero tampoco se deben despreciar porque son un medio que facilita el autoexamen honesto.

Hay discusiones separadas sobre los maestros que, en cualquier teoría pedagógica, sea moderna o antigua, son el principal pilar de la educación.

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