Invisible

Eloy Moreno

Fragmento

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El cuento

—Hoy os voy a contar un cuento —dijo la profesora nada más entrar en clase, y todos nos pusimos a reír.

La verdad es que nos hizo gracia eso de que nos contaran un cuento a nosotros, a nuestra edad.

—Veréis —continuó—, la literatura no es solo novela, o teatro, o poesía… una parte muy importante de la literatura son los cuentos. Antiguamente, cuando nadie sabía ni leer ni escribir, muchas historias se transmitían a través de cuentos. Por ejemplo, los cuentos se utilizaban para dar lecciones a la gente, para enseñar…

En ese momento cogió un pequeño libro y buscó una página.

—Este libro se titula Cuentos para entender el mundo 2 y aunque quizá no lleguemos nunca a comprender del todo el mundo, el cuento que os voy a contar hoy sí que os puede servir para, al menos, intentar comprender un poco mejor el instituto, o incluso esta clase. Este cuento se llama «No es mi problema» y es una versión de un cuento popular.

Y empezó.

Un ratón que vivía en una granja estaba buscando comida cuando, de pronto, a través de un agujero, observó que el granjero y su esposa estaban abriendo un paquete que acababan de comprar. En cuanto sacaron lo que había en su interior, el pequeño roedor se escandalizó, pues no era otra cosa que una trampa para ratones.

Asustado se fue corriendo para avisar al resto de los animales de la granja.

—¡Han comprado una ratonera! ¡Han comprado una ratonera! —gritaba.

Las dos vacas, que en ese momento estaban pastando tranquilamente, le contestaron:

—Vaya, ratón, lo sentimos mucho, sé que puede llegar a ser un gran problema para ti, pero como comprenderás, a nosotras eso no nos afecta en lo más mínimo.

El ratón, desilusionado, se acercó al perro para comunicarle la mala noticia:

—¡Perro, perro! ¡Tienes que ayudarme! ¡Los granjeros acaban de comprar una ratonera, tienes que ayudarme a quitarla!

El perro, que se encontraba descansando plácidamente en un rincón del establo, le contestó sin demasiado interés.

—Vaya, ratón, lo siento mucho por ti, pero como comprenderás, muy poco me afecta a mí esa ratonera.

El ratón, indignado, se acercó a los tres cerdos que había en la granja para ver si estos podían ayudarle de alguna forma.

—¡Cerdos, cerdos!, acabo de ver que los granjeros han comprado una ratonera. Ayudadme a encontrarla para no quedar atrapado en ella.

Los cerdos, que en ese momento se bañaban plácidamente en un charco de barro, le miraron con desgana.

—Vaya, pobre ratón, tendrás que andar con mucho ojo…

—Pero tenéis que ayudarme, es horrible que haya una ratonera en la granja.

—¿Acaso nosotros estamos en peligro? Puede ser horrible para ti, no lo dudo, pero no creo que una ratonera pueda hacernos ningún daño.

Y los cerdos continuaron tumbados en el barro.

Y así, uno a uno, los animales se fueron desentendiendo de aquel problema, pues era algo que, en principio, solo afectaba al ratón.

Pasaron varios días en los que el ratón andaba con muchísimo cuidado, pues sabía que en cualquier momento podía encontrarse con la ratonera y quedar atrapado en ella.

No había conseguido convencer a ningún animal para que le ayudase a encontrarla y a inutilizarla, o al menos a esconderla.

Pero una noche, de pronto, se escuchó un ruido, como si la ratonera hubiera cazado algo.

La granjera salió corriendo para descubrir que la ratonera había atrapado una serpiente que parecía muerta, pero al intentar soltarla, la serpiente pegó una sacudida y mordió a la mujer en un brazo.

El granjero, alertado por los gritos de su esposa, salió corriendo y al ver lo ocurrido la subió en su coche rápidamente para llevarla al hospital, con tan mala suerte que al arrancar atropelló al perro que estaba durmiendo justo debajo.

Durante los siguientes días vinieron muchos familiares a ver a la mujer y, para poder dar comida a todas esas personas, el granjero decidió matar los tres cerdos que tenía.

Finalmente, cuando la mujer ya estaba curada, llegó la factura del hospital y los granjeros solo pudieron hacer frente a la misma vendiendo al matadero las dos vacas que poseían.

Acabó el cuento y nos quedamos en silencio, todos sabíamos que la profesora había leído aquel cuento por algo, por alguien. Yo era el ratón, de eso estaba seguro.

* * *

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Después del cuento, un chico con una pequeña cicatriz en la ceja se queda pensando qué animal es él: el perro, la vaca o quizá el cerdo… Sí, seguramente es el cerdo, es el cerdo que ha abandonado a su amigo. Hace ya tanto tiempo que no le pregunta cómo está, que no habla con él, que no se envían mensajes, que no quedan por las tardes, después de clase, para mantener esas conversaciones infinitas…

«¿Amigos?»… piensa en el significado de esa palabra, quizá sea la próxima que la profesora analice en clase. «Amigos», qué clase de amigo es él. Un amigo no dejaría al otro tirado así, sería el primero en ayudarle, en defenderle… pero ¿y él? ¿Qué pasará con él si entra en esa guerra? ¿Dónde está el límite entre ayudar y ponerse uno mismo en peligro? Quizá son preguntas demasiado grandes para alguien tan pequeño.

Y ahora, desde su mesa, lo mira, mira a ese niño ratón que cada vez es más pequeño, que ha tropezado con tantas ratoneras durante las últimas semanas que está como desaparecido. Se da cuenta de que le ha fallado en todo, desde el primer día, desde que decidió quedarse en un segundo plano, desde que decidió marcharse de su lado.

Sí, sin duda él es el cerdo, uno de tantos.

Porque no es el único que se siente así en una clase que hace tiempo que ha abandonado al ratón. Unos se sienten vacas, otros perros, otros cerdos… pero todos se inventan mil excusas en su cabeza para justificarse, la mejor de todas es que por lo menos ellos no son la ratonera.

* * *

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Él sí, él sí es la ratonera, eso lo tiene claro.

Un chico que solo tiene nueve dedos y medio hace ya días que sale del instituto con la rabia escondida entre los dientes. Le molesta cada vez más todo lo que está ocurriendo en la clase de literatura, no sabe muy bien cómo pararlo, cómo luchar contra las palabras, pues él solo sabe utilizar los puños.

Cobarde, valiente, chivato, guerreros, ardillas, dragones… y ahora ese cuento, todo tiene algo que ver con él.

Ha pensado que, de momento, va a ser más inteligente, ya no va a agredirle físicamente, pues eso cada vez es más complicado, se va a centrar ahora en ridiculizarlo a través de las redes, a aislarlo de sus compañeros, va a intentar que nadie hable con él, que no exista.

Pero ese plan tiene un pequeño problema: llega tarde.

* * *

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