Chicas en Tecnología®

Carolina Hadad
Mariana Varela
Sofía Contreras
Melina Masnatta

Fragmento

Agradecimientos

Chicas en Tecnología® es una creación colectiva que nos trasciende. Por este motivo, suena cliché pero es real, nuestra organización nunca habría sido lo que es hoy sin el aporte de cientos de personas que colaboraron desde su especialidad, con su tiempo, con su saber, con sus ideas, con su retroalimentación y su red.

Un agradecimiento clave es para la primera persona que se sumó de manera voluntaria: Ricardo Sarmiento, quien desarrolló al inicio de la organización una estrategia de prensa y comunicación que hizo que nuestro impacto se diera a conocer, durante años nos acompañó a consolidar esa estrategia y siempre que lo necesitamos nos asesora y enseña generosamente.

A Consuelo López, que desde el 2017 nos acompaña a inspirar a las chicas, e imaginar una comunidad que trascienda las barreras físicas, sentando las bases de lo que hoy es nuestra #ComunidadCET.

A Ana Clara García Arbeleche que con su experiencia y recorrido nos ayudó y ayuda a construir el equipo que hace de Chicas en Tecnología® la organización profesional que es.

Gracias a las personas que fueron y son parte de este equipo, por su profesionalismo, dedicación y visión diaria. CET® no sería la organización que es hoy en día sin su valor agregado.

Gracias a los cientos de mentores y mentoras que donan su tiempo para acompañar y enseñar a las chicas, y a las y los referentes docentes que con un esfuerzo enorme llevan nuestros programas a sus escuelas y espacios. Gracias a todas las personas que en distintos momentos fueron voluntarias de la organización.

Gracias a las empresas que acompañan nuestro trabajo como sponsors, y también comprometiéndose puertas adentro con la diversidad y la inclusión. También a las personas que mensualmente donan a Chicas en Tecnología®. Sin los aportes económicos nunca habríamos podido escalar como lo hicimos.

Gracias a las personas especialistas y referentes que nos asesoraron a la hora de institucionalización, crecimiento y regionalización, especialmente a Daniela Urribarri, Guadalupe Marin, Mercedes Korin, Arturo Mercado Gurrola y Anabella López Clapier.

Gracias a las comunidades en tecnología y a todas la personas que generaron contenido para nuestras plataformas, a los y las especialistas de las empresas socias que aportaron su saber mediante capacitaciones y abrieron sus puertas para que las chicas vivencien cómo es trabajar en tecnología, a las escuelas de código que donan becas completas para nuestras chicas, gracias a las instituciones y organizaciones que reconocieron el valor de nuestro trabajo mediante menciones, premios y declaraciones. Y gracias también a las personas que nos reenvían oportunidades y nos invitan a participar de sus espacios de difusión y conferencias. Gracias a las y los periodistas que amplifican nuestro trabajo. Gracias por las declaraciones de interés social que nos permitieron llegar al sistema público de todo el país y la región.

Gracias a las personas que nos aportaron y nos inspiraron desde sus escritos y desde su militancia cotidiana, que lo hacen desde Argentina y la región y con mirada feminista.

Gracias especiales a las chicas adolescentes de las escuelas que se han animado a participar y a soñar con un futuro en tecnología, acompañadas de familias y personas que educan que facilitaron los caminos para que así sea. Nada de esto hubiera sido posible si no se hubieran sumado a este camino.

Gracias totales a Ximena Sinay quien, con su expertise, nos acompañó desde los primeros bocetos en el armado de estructura, proceso de escritura y en la edición de este libro.

Queremos agradecernos a nosotras cuatro, cada una vivió, vio y sintió a lo largo de los años lo que fue crear y hacer crecer Chicas en Tecnología®. Compartiendo largas horas, largas noches, fines de semana, infinitos cafés y mates. A lo largo de estos años, pasaron muchas cosas al margen de Chicas en Tecnología®, crecimos, vivimos, tuvimos familia, y atravesamos una pandemia. Al final del día siempre contamos una con la otra.

Por último, queremos agradecer de corazón a nuestras familias que nos han acompañado y apoyado desde el inicio de Chicas en Tecnología®. Nos han escuchado llorar y reír con nuestro día a día o simplemente han estado entre el público mezclándose con los aplausos del final. Los queremos más de lo que pueden expresar las palabras.

Sigamos creyendo y acompañando a cada Chica en Tecnología.

Prólogo
CONTRA TODOS LOS NO

Nos dijeron que no íbamos a poder. Que a las adolescentes no les interesa nada, que no iban a venir a nuestros programas. Menos que menos ir a la escuela fuera del horario de clase. Que qué tenían para decir unas chicas sobre problemas que llevan años sin solución. Nos dijeron que “la gente” no valora lo que es gratuito, que íbamos a tener un montón de deserción. Que las empresas no nos iban a abrir las puertas (y menos un fin de semana) para hacer esto. Que no se iban a comprometer para trabajar en sus procesos de manera interna. Que no nos iban a dar plata para contratar un equipo full time, que las actividades de diversidad e inclusión son cosa de voluntariado. Que llegar a todo el país era demasiado complicado. Que los docentes no tienen voluntad de hacer algo nuevo. Nos dijeron que crear soluciones con impacto social era muy bonito, pero que en la práctica no funciona. Que dar el siguiente paso e ir a la universidad o hacer un curso era diferente y que las chicas no iban a querer. Que en estos tiempos no se consigue trabajo siendo junior. Que pedir becas completas no era algo que las escuelas de código ofrecieran y tampoco las universidades. Nos dijeron que no emprendiéramos con personas que no conocíamos. Nos dijeron que nos íbamos a equivocar.

Y, sí, nos equivocamos más de una vez. Cambiamos programas, cambiamos de rumbo, cambiamos la manera de comunicarnos, cambiamos equipo, cambiamos hasta de nombre. Aprendimos mucho de nosotras mismas, de nuestra forma de liderar y, sin duda, nos queda todavía mucho más para aprender y seguir mejorando. Pero seguimos y acá estamos: trabajando para achicar la brecha de género en tecnología. Probamos, a fuerza de intentar, de validar (y de poner todo de nosotras), que ninguna de las frases que nos decían era ciertas. Pasamos de exigir que alguien resuelva estos temas a tomar las riendas y aportar nosotras para hacerlo. Hoy trabajamos con escuelas en todo el país, con padres, con docentes, con comunidades tecnológicas, con empresas, gobiernos y casas de estudio de toda la Argentina.

Cuando nos conocimos allá por 2014 no se hablaba de feminismo en los medios masivos. Tal vez, por entonces, ni nosotras mismas nos decíamos feministas aún. Pero las cuatro desde nuestros lugares —educación, diseño, emprendimientos y programación— nos hicimos conscientes de todas las barreras que las mujeres tenemos para considerar, para transitar y para crecer en el mundo de la tecnología. Las cuatro lo vivimos y deseábamos cambiar esta realidad, para nosotras y para la generación que viene. Hoy nos reconocemos feministas porque queremos un mundo con equidad de género. Creemos también en el valor de la colaboración y de la creación colectiva para lograr cambios profundos y sostenibles.

Estamos convencidas de que se puede y, por eso, fundamos Chicas en Tecnología® (CET®). Somos una organización de la sociedad civil (OSC) argentina, sin fines de lucro que, desde 2015, busca reducir la brecha de género en tecnología. Con nuestros programas e iniciativas motivamos, formamos y acompañamos a la próxima generación de mujeres líderes en tecnología.

En estos años de trabajo, y al cierre de la edición de este libro, logramos estar presentes en cientos de localidades de todas las provincias de la Argentina. A partir de la coyuntura global del COVID-19, las propuestas digitales que desarrollamos nos hicieron consolidarnos en diecisiete países de la región y no solamente a las adolescentes mujeres, sino también a las personas que educan, a las familias y a quienes son jóvenes referentes del ambiente emprendedor tecnológico. Esta iniciativa la hicimos sin financiamiento externo (ya que hasta ese momento todos los recursos comprometidos fueron congelados o retirados). A pesar de que esto representaba una amenaza para la continuidad de la organización, la convicción y el foco estaban en que la tecnología tenía que ser una oportunidad de acceso y aprendizaje para las jóvenes mujeres y sus ecosistemas, por eso lo financiamos con nuestros propios recursos y trabajo. No importa el contexto, nuestro propósito está siempre primero y esto lo ponemos a prueba cada vez que suceden coyunturas como ésta.

Decir que la tecnología es la puerta de entrada al futuro y fuente inagotable de posibilidades económicas y de innovación parece ser, a esta altura, una verdad de Perogrullo.1 Según la Cámara de la Industria Argentina del Software (2018), “el sector creció en promedio 9,4 por ciento, muy por encima del 3,4 por ciento estimado para el sector privado en su conjunto. Según fuentes privadas, en 2019 el sector involucra al 22 por ciento del PBI y ocupa casi a 433.000 personas en Argentina”. Lejos de ser una promesa, hoy es uno de los sectores que más dinero generan, empleando a millones de personas en el mundo2. Si bien en diferentes ámbitos de nuestra sociedad la brecha de género se ha ido acortando en los últimos años, en el mundo tecnológico sigue siendo muy amplia. Y, en una era donde la tecnología está transformando las economías y sociedades, las voces de las mujeres y sus perspectivas necesitan ser incluidas. ¿Por qué pasa esto? ¿Cómo lo cambiamos? Éste es el norte de nuestro trabajo, nuestro aprendizaje a lo largo de estos años y lo que queremos compartir con ustedes en estas páginas.

¿Estamos tratando de cerrar la brecha de género? Lo decimos tanto que, inmediatamente, siempre respondimos que sí, que lo que queríamos era que la brecha dejara de existir para que ya no hubiera necesidad de organizaciones como la nuestra que solucionaran el problema porque el problema ya no existiría más. Pero, según el Global Gender Gap Report3 2020 del Foro Económico Mundial, podríamos tardar 99 años y medio en alcanzar la paridad en los ámbitos de trabajo a nivel global. En consecuencia, sabemos que probablemente ni nosotras, ni la próxima generación, veamos la eliminación de la brecha de género y la paridad entre varones y mujeres. ¿Qué hacer ante algo tan inmenso? ¿Cómo convencer a una adolescente de que, aunque vaya a tener algunas dificultades ahora, tal vez en cien años todos estos problemas no existan más? ¿Por qué debería eso importarle a una mujer que comienza ahora una carrera?

Los datos que fuimos relevando, analizando y creando nos han enseñado que cerrar la brecha no sólo es un problema que llevará cientos de años resolver sino que demandará, también, mucho esfuerzo y convicción de parte del conjunto de toda la sociedad: ciudadanos, gobiernos, entidades no gubernamentales, instituciones educativas y empresas. Es un compromiso que debemos dar entre todos y desde nuestro lugar lo comprendemos como un cambio sistémico.

Este libro está basado en datos y en experiencias que funcionaron en otras latitudes, pero también en nuestra experiencia institucional. Trabajamos en esto desde hace años, fuimos pioneras en la Argentina. Y, pese a lo que nos decían, pasamos crisis económicas, una pandemia, cambios de políticas, vimos ponerse de moda el tema, fuimos testigos de predicciones que iban y venían, de multitud de programas que prometían el oro y el moro crearse y cerrarse. El aprendizaje que tuvimos a lo largo de estos años fue enorme y creemos que puede servir para otras organizaciones, para que empresas, para que instituciones y para que todos podamos saber cómo actuar. Porque lo que no se conoce no puede transformarse, creemos que, aunque se hable mucho del tema mujer y tecnología, todavía se hace —en muchos casos— sin saber. En nuestro camino achicando la brecha, somos conscientes de cada paso, revisamos cuánto falta con mediciones regulares, transparentes y abiertas. Achicar la brecha implica poder ver, generación tras generación, que efectivamente hay un cambio en la sociedad que se está haciendo evidente. Decir achicar (en vez de cerrar) la brecha no es querer disminuir nuestro alcance ni nuestras expectativas, es querer ser parte de un ecosistema de entidades que, desde sus lugares y con sus responsabilidad, también tienen que hacer lo suyo para llegar al objetivo.

En nuestras charlas, a veces hacemos un juego: cerramos los ojos y pensamos quiénes son los grandes creadores de tecnología que se nos vienen a la mente. Notamos que hay un patrón que se repite: siempre son figuras masculinas, blancos caucásicos y heterosexuales. Casi casi que podemos adivinar que los elegidos van a ser Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Bill Gates o Elon Musk. Estos hombres inspiraron y le dieron forma o impulsaron muchos de los objetos de consumo y servicios de base tecnológica que hoy utilizamos a diario. Pero no son los únicos, son solamente los más visibles. Hay muchísimas personas que crean tecnología. Las mujeres fuimos pioneras, desde la Argentina y Latinoamérica lideramos avances científicos y técnicos importantes. Pero el modelo que se nos presenta como exitoso es hegemónico y privilegiado, muy lejano a nuestra realidad. Cuando preguntamos específicamente sobre mujeres en tecnología y ciencia rara vez pensamos en alguien más que Marie Curie. Ésta es otra de las realidades que nos gustaría cambiar. Que, en el futuro, cuando repitamos este juego aparezcan las mujeres, las latinoamericanas, las racializadas (aquellas que reciben un trato discriminatorio basado en la categoría racial que la sociedad les atribuye), las y los que crean ciencia y tecnología para mejorar el mundo y no sólo para hacerse millonarios.

Porque la inclusión de las mujeres en este ámbito tecnológico no es sólo una cuestión de principios y derechos. Su participación redunda en beneficios concretos para todos los sectores: las empresas con mujeres en las juntas directivas son más rentables, los equipos diversos son más rápidos y se ajustan más eficientemente en su solución a los problemas cotidianos que intentan resolver. Por todo esto estamos convencidas de que es necesario que más mujeres se interesen en el sector tecnológico desde temprana edad. No sólo como usuarias, sino también como creadoras, profesionales y emprendedoras. El objetivo es que las mujeres consideren a la tecnología como una aliada para cumplir diferentes propósitos que impacten en sus realidades y comunidades porque creemos que nuestra voz está silenciada y que tenemos mucho que aportar para mejorar nuestro mundo.

Si durante la lectura notan que hacemos muchas citas a investigaciones propias, es porque en la Argentina no había otras y todavía falta revisarnos bastante. Por nuestras formaciones, desde siempre quisimos medir el éxito de nuestras iniciativas. ¿Cómo se logra, si no hay una línea de base? ¿Cómo sabemos si “cada vez hay más mujeres en sistemas” (o no), si no lo empezamos a medir? Por eso, como contamos en este libro, publicamos estudios cuantitativos y cualitativos de la realidad del sector en todo el país, no solamente en Buenos Aires.

Escribimos este libro consientes de nuestro privilegio de ser de clase media, de ser mujeres cis4, de haber estudiado en la universidad pública, de haber viajado gracias a becas, de haber trabajado en espacios de innovación. De que no se nos discriminen por nuestra nacionalidad, color de piel o por nuestras características o capacidades físicas. Este libro incluye datos, fuentes y situaciones estudiadas por diversos actores, organismos y casas de estudio. Ésta no pretende ser una obra autobiográfica, pero al final resulta imposible no volcar la experiencia personal en un tema que nos toca a todas tan de cerca. Además, nos parecía deshonesto no contar nuestras propias vivencias en el camino que recorrimos, ya que lo que nos pasa marca nuestra manera de ver el mundo. En el momento en que escribimos este libro las cuatro tenemos alrededor de 30 años y creemos que nuestras historias coinciden en varios puntos con las de otras mujeres de nuestra generación, de las millennials5, que hoy estamos en la mitad de nuestras carreras. En este libro revisamos y visibilizamos la historia de las mujeres que nos precedieron y trabajamos para que las centennials y las generaciones que sigan puedan tener una experiencia mejor. Una aclaración necesaria, sin embargo, es que en este libro se investiga la experiencia de mujeres en el área de tecnología y ciencia, pero la condición de mujer no es el único factor de desigualdad en el área. Las personas racializadas, las personas trans, las personas queer (y todas las personas que pertenecen al colectivo LGBTI+), las personas con discapacidades, entre otras, viven barreras adicionales a las que mencionamos en este libro. El mundo que vivimos (y nuestro país también) es xenófobo, racista, clasista, capacitista y hegemónico; por lo tanto, el mundo de la tecnología también.

Otro punto que queremos destacar es que este libro está plagado de frases y afirmaciones “las mujeres” y “los varones”. Cuando nos expresamos de este modo sabemos que seguramente alguien puede venir a decir “a mí no me pasó” o “not-all-men”. Como dice Tamara Tenembaum en su libro El fin del amor, “las generalizaciones son un problema pero son necesarias si queremos trascender la individualidad y hablar de lo que tenemos en común con otras personas de nuestro mismo género, procedencia, edad o clase social”6. No suponemos que todas las mujeres en tecnología hayan vivido, vivan o vayan a vivir lo que narramos aquí, pero hemos investigado bastante y lo que decimos forma parte de la vivencia de muchas de nosotras. Cuando decimos varón y mujer no nos referimos a una cuestión biológica sino a la categoría social y cultural.

También sabemos que esta realidad del mundo de la tecnología se inscribe en algo más global que les ocurre a las mujeres en todos los ámbitos: según cifras del Observatorio de las Violencias de Género “Ahora que sí nos ven”, elaboradas con el análisis de medios gráficos y digitales del país, entre el 1 de enero y el 30 de diciembre de 2019, hubo 327 femicidios en la Argentina, 30 mujeres fueron asesinadas durante diciembre de 2019, 1 cada 24 horas. Las mujeres cobran 70 pesos por cada 100 que ganan los hombres que realizan el mismo trabajo e invierten el doble de tiempo en tareas domésticas y de cuidado.

Si tuviéramos que definirlo, diríamos que este libro es la suma entre estudios académicos sobre la situación que viven las mujeres en tecnología en la Argentina y Latinoamérica, mezclada con nuestras experiencias personales y los cinco años de aprendizajes de Chicas en Tecnología®.

A lo largo de este libro nos enfocamos en utilizar lenguaje no sexista, aunque no hagamos uso de recursos como la “x”, la “e”, “os/as”, en todos los casos, buscamos usar figuras neutras. Si alguna vez se nos escapó un genérico masculino, pedimos disculpas. De ninguna manera queremos dejar afuera el lenguaje inclusivo; por eso, decidimos buscar la manera de incluirlo de otras maneras.

También quisimos usar lenguaje preciso, evitando hablar solamente de las consecuencias de las cosas sin pensar en las causas, si siempre fue así o si hay alguna razón por la que lo que vemos hoy sea de esta manera. Nada “pasa”, alguien o algo (una cultura por ejemplo) acciona para que las cosas sean como son. Preferimos decir que las mujeres fueron “excluidas del mundo de la tecnología y la ciencia”, indicando que alguien o algo causó que esto suceda, a decir “están subrepresentadas” como si fuera un hecho fortuito.

Van a encontrar también que algunas denomin

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