Domesticar el elefante

Fernando Enrique Plata

Fragmento

INTRODUCCIÓN

Mucho se ha hablado de la felicidad. Mucho se ha escrito sobre ella. Es así cómo cada uno encuentra un modo de entenderla y de compartirla con el mundo. Este es el mío.

Llevo más de una década facilitando procesos de felicidad en las organizaciones. He ensayado diversos ejercicios, terapias y metodologías, pero nada ha sido tan poderoso como la analogía del elefante. Imagine que en este momento se encuentra de viaje en la India. Suponga que decide explorar en solitario las selvas de esa enorme península y que, en medio de su excursión, se cruza con un elefante. Pregúntese: ¿cree que puede predecir lo que ocurriría?

Si usted es un amante de los elefantes, o ha leído o visto documentales sobre ellos, tendría una ventaja. Si usted se conoce a sí mismo, es capaz de regular sus emociones instintivas y de actuar con premura y cautela, tendrá otra. Y si, además, sabe cómo se relacionan los elefantes con los seres humanos, las tendrá todas.

Ante semejante situación, sin embargo, no basta predecir: se trata de lograr resultados, y que estos sean favorables. Ahora suponga que usted es en realidad un cornaca o mahout, es decir, una persona que por tradición y cultura conoce bien todo lo relacionado con los elefantes y tiene las habilidades para domesticarlo. ¿No cree que estaría en una posición inmejorable? Pues su capacidad sería total, no solo para predecir qué pasará, sino para asegurarse de obtener el objetivo deseado.

De eso se trata este libro, de entregarle el poder que le es legítimo para domesticar el elefante que convive con usted. Y el elefante es esa condición instintiva que premia la supervivencia futura de los genes a costa de su bienestar presente, y que lo hace comportarse sin que medien su conciencia ni su deseo de ser feliz. Ese automatismo en el que nos metieron el proceso evolutivo y el código genético, y que modeló al homo sapiens.

Por eso, porque es su felicidad aquí y ahora lo que está en juego, no puede comportarse como un simple turista frente a su elefante: debe ser un cornaca. Y, en esta misión, lo más importante es su compromiso, su deseo de embarcarse en la tarea de aprender tanto como sea posible sobre los elefantes; sobre todo, de aquel que le ha tocado como compañero de vida.

Esa es la razón del título de esta obra, Domesticar el elefante, un concepto que sé que le resultará útil e ilustrativo en la difícil tarea de autoconocerse y autogestionarse. Es curioso que ambas palabras —domesticar y elefante— aparezcan en uno de mis libros favoritos: El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Si bien el tema que nos atañe nada tiene que ver con este pequeño personaje, hay un fragmento que quiero que tenga presente desde el principio: “Solo se conocen bien las cosas que se domestican”. Y por tanto, debemos pasar a la acción.

En estas páginas, compartiré algunas historias sobre mi propio proceso de domesticación. Situaciones íntimas que dan cuenta de alguna enseñanza o revelación —aquello que aprendemos gracias a la sabiduría de otros o por experiencias amargas propias—. Aunque quisiera, al hablar de este tema me es imposible abstraerme de mis propias circunstancias.

Mi deseo es que encuentre sabiduría y sosiego en el proceso de domesticación de su elefante. Que se acerque a él con compasión y, si se quiere, con ternura, con el fin de crear vínculos profundos que le permitirán observarlo, comprenderlo, enseñarle y, por último, modificar sus comportamientos. Tal como lo haría un cornaca. Le aseguro que si se entrena como uno, no solo se enrutará hacia los resultados que tanto anhela en su vida personal y profesional, sino que sentirá mucho bienestar en el proceso. Para lograr este cometido, he organizado el libro en partes y capítulos que llevan un orden lógico en la construcción de los conceptos. Es decir, cada parte se fundamenta en las precedentes y, por lo tanto, mi recomendación es que lo lea en orden y con paciencia. Que no avance si no ha interiorizado lo que le he presentado y que disfrute desinteresadamente y sin dogmatismos lo que tantos maestros, sabios y eruditos nos han legado en estos siglos de vida civilizada.

Como es obvio, hay que comenzar por el principio. Créalo o no, su proceso de iniciación como cornaca parte del reconocimiento de que puede ser mejor; de que, sin importar si está satisfecho o no con su vida y sus logros, siempre hay espacio para mejorar su ser. Por eso, en la primera parte lo invito íntimamente a que se transforme, y yo doy fe de que es posible. También he estado donde seguramente está hoy usted sin percatarse: en la convicción de que un libro como este le es prescindible. De que su ser está completo y feliz. Lo paradójico de ese lugar es que otros ven lo que uno no, y todos tenemos algo por mejorar. Otros advierten nuestras incompetencias y, bien sea por falta de confianza, por temor o por indiferencia, muchas veces no nos dicen nada. Por eso, el primer paso para ser una mejor persona es aceptar que uno puede serlo. Así de sencillo. Como diría Aristóteles, actuar desde la virtud, ser bueno, es un requisito para ser feliz.

Una vez argumentado eso, abordaré los conceptos fundamentales para emprender esta aventura. Primero, reflexionaré sobre los principios que orientan el actuar humano; luego, me enfrentaré a la difícil tarea de definir la felicidad y trataré de resolver este problema de forma práctica, sin acudir a la fórmula de la subjetividad que le es propia; por último, presentaré los insólitos resultados de un estudio que identifica los tres factores que afectan la felicidad: la genética, las circunstancias y las decisiones y acciones.

En la segunda parte, me detendré en los primeros dos factores, aquellos que influyen de manera involuntaria sobre la felicidad.

En la tercera parte trataré los factores voluntarios, que son mucho más complejos y extensos. Allí parto de las decisiones y acciones, para adentrarme luego, por la vía de los actos lingüísticos, en el maravilloso mundo de las emociones y de los estados de ánimo. Esto, con el fin de explicar, entre otras cosas, la estrecha interrelación que existe entre las emociones y el lenguaje.

La cuarta parte, con la que el libro finaliza, está dedicada a poner en práctica los conceptos presentados en los capítulos precedentes. De modo que trataré de conceptualizar la conciencia, un tema tan apasionante como polémico. Luego, realizaré una introducción básica a la terapia cognitiva conductual o, como yo suelo llamarla, “el cuento que nos contamos al actuar”. Y, para concluir, examinaré de qué manera, cuando uno logra conceptualizar, interiorizar y aplicar los principios para una vida feliz, la dinámica del comportamiento cambia hacia un constante fluir. Ese estado ideal en el que nada nos detiene, aceptamos aquello que escapa a nuestro control, ejecutamos acciones que nos acercan a los resultados que queremos y lo hacemos con conciencia y felicidad, en beneficio del cornaca y su elefante. En otras palabras, de usted y su propia existencia.

¡Espero qu

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