El mesías de Dune (Las crónicas de Dune 2)

Frank Herbert

Fragmento

Mientras escribía Dune...

... no había espacio en mi mente para preocuparme sobre el éxito o el fracaso del libro. Lo único que me preocupaba era escribirlo. Seis años de investigaciones habían precedido al día en que me senté a hilvanar la historia, y el interconectar las distintas escenas que había imaginado requería un grado de concentración que nunca antes había experimentado.

Iba a ser una historia que explorara el mito del mesías.

Iba a crear otro enfoque sobre un planeta ocupado por el hombre y al que este consideraba como poco más que una máquina energética.

Iba a profundizar en los afanes interconectados de la política y de la economía.

Iba a ser un análisis de la predicción absoluta y de sus trampas.

Iba a haber una droga de la conciencia, y quería comunicar lo que podía ocurrir por culpa de la adicción a una sustancia así.

El agua potable iba a ser una analogía del petróleo y de la propia agua, una sustancia cuyas reservas disminuyen cada día.

Iba a ser una novela ecológica y, por lo tanto, con reminiscencias a nuestra realidad, así como una historia sobre la gente y sus preocupaciones humanas con valores humanos. Tenía que controlar cada uno de esos temas en cada parte del libro.

No había lugar en mi cabeza para pensar en mucho más.

Después de la primera edición, los editores me indicaron que las ventas no iban demasiado bien, algo que terminaría por cambiar. Los críticos habían sido muy duros. Más de doce editoriales la rechazaron. Tampoco le habían hecho publicidad alguna al libro, pero sabía que algo estaba ocurriendo ahí afuera.

Durante dos años, me llegaron aluviones de quejas de lectores y de libreros que no podían conseguir el libro. El Catálogo Universal lo alababa. No dejaba de recibir llamadas telefónicas de gente que me preguntaba si mi intención era crear una secta.

Siempre respondía con un: «¡Dios, no!».

Esto que describo no es más que la manera lenta en la que me fui dando cuenta del éxito que había tenido. Cuando terminé de escribir el tercer libro de Dune, ya quedaban pocas dudas de que se trataba de una obra popular... una de las más populares de la historia. Se me dijo que había vendido unos diez millones de ejemplares en todo el mundo. La pregunta más habitual que me hace la gente ahora es: «¿Qué significa este éxito para usted?».

Me sorprende. No lo esperaba. Tampoco esperaba el fracaso. Era un trabajo, y lo hice. Había partes de El mesías de Dune e Hijos de Dune que ya estaban escritas antes de haber terminado Dune. Adquirieron una mayor consistencia en su versión definitiva, pero la historia esencial permaneció intacta. Yo era un escritor, y escribía. El éxito significaba que podía pasar más tiempo escribiendo.

Ahora que lo veo en retrospectiva, me doy cuenta de que hice lo correcto por instinto. Uno no escribe para tener éxito. Eso te arrebata parte de la atención que podrías usar para escribir más. Cuando escribes de verdad, solo te centras en una cosa: escribir.

Hay un acuerdo tácito entre el lector y tú. Si alguien entra en una librería y se gasta en tu libro un dinero (energía) que ha ganado con su esfuerzo, le debes a esa persona cierto entretenimiento, tanto como puedas proporcionarle.

Esa ha sido siempre mi intención a lo largo de toda la vida.

Prólogo. El sino de Dune
PRÓLOGO El sino de Dune

Dune es el planeta Arrakis, un mundo árido de grandes desiertos donde la vida sobrevive a costa de terribles sacrificios. Los seminómadas Fremen de Dune basan todas sus costumbres en la escasez del agua, y afrontan el desierto utilizando destiltrajes que recuperan toda la humedad. Los gigantescos gusanos de arena y las salvajes tormentas son una amenaza constante para ellos. La única fuente de riqueza de Dune es la melange, una droga adictiva producida por los gusanos. Esta «especia» favorece la longevidad y proporciona cierta capacidad de prever el futuro.

Paul Atreides era el hijo del soberano de Dune. Cuando su padre murió asesinado en una guerra con sus rivales, los nobles Harkonnen, Paul huyó al desierto con su madre encinta, la dama Jessica. Ella era una iniciada adiestrada por la Bene Gesserit: una orden femenina dedicada a las artes mentales y al control de las líneas genéticas. Según ella, Paul estaba en la línea que debía producir el Kwisatz Haderach, el mesías del futuro.

Duncan Idaho murió para salvarles. Paul luchó por ser aceptado entre los Fremen, y aprendió a controlar y montar a los gusanos de arena. En uno de sus rituales, tomó una gran dosis de drogas que produjo un cambio permanente en él, lo que le proporcionó una intensa visión del futuro... o futuros. Su madre también la tomó e intentó controlarla con métodos Bene Gesserit. Debido a ello, la hermana de Paul, Alia, recibió todo el conocimiento que poseía su madre mientras se hallaba en su seno, y nació con cognición completa.

Entretanto, Paul se convirtió en el líder aceptado de los Fremen. Se unió con una chica Fremen, Chani, y adoptó muchas de sus costumbres. Pero su mente Atreides estaba entrenada en disciplinas desconocidas para los Fremen, y les ofreció una organización y una misión que nunca antes habían conocido. Planeó también cambiar el clima de Dune con el fin de convertirlo en un vergel saturado de agua.

Antes de que sus planes pudieran desarrollarse por completo, los Harkonnen se apoderaron de Dune y de su capital, Arrakeen. Pese a los supuestamente invencibles soldados Sardaukar, las fuerzas Fremen de Paul vencieron al enemigo en una gran batalla.

En el tratado impuesto por Paul, este adquirió una base de poder que le permitiría edificar un imperio estelar. Tomó también a la heredera imperial, la princesa Irulan, como consorte, aunque se negó a consumar el matrimonio y permaneció fiel a Chani.

Durante los siguientes doce años creó su imperio. Pero ahora todos los antiguos grupos de influencia comienzan a unirse para conspirar contra él y contra la leyenda de Muad’Dib, como lo llaman.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos