Superlife

Darin Olien

Fragmento

Título

plecap

Introducción

¡Estoy emocionadísimo!

Pero antes de explicarte por qué, quiero contarte sobre un episodio de televisión que vi, del comediante Louis CK.

Estaba en un avión, dijo Louis CK, cuando la sobrecargo anunció que el wifi ya estaba disponible. El hombre que estaba sentado junto a él comenzó a trabajar en su laptop de inmediato, pero pocos minutos después, el wifi repentinamente dejó de funcionar.

“¡Qué mierda!”, exclamó el hombre.

Lo primero que pensó Louis CK fue que, sentados en esas sillas volando por el aire a 800 kilómetros por hora, cómo era posible que a ese tipo le enojara tanto no poder leer sus correos.

Esta anécdota es tan chistosa y brillante porque es la verdad; nos concierne a todos. Nos hemos acostumbrado a todos los milagros cotidianos que ocurren a nuestro alrededor que ya ni siquiera nos fijamos en ellos.

Estoy hablando de tu cuerpo. Del mío también. Del cuerpo de todos nosotros.

Es un tremendo milagro. Y no sólo un milagro singular, sino un número infinito de tremendos milagros.

Es tan alucinante que apenas podemos empezar a comprenderlo del todo. Si tuviéramos que detenernos a pensar en cada cosa tan fantástica, asombrosa y deslumbrante que nuestro cuerpo hace a cada instante, de manera completamente independiente, sin que nosotros tengamos que hacer ningún esfuerzo consciente y sin siquiera saberlo, no tendríamos tiempo de hacer nada más. Estaríamos absolutamente deslumbrados.

Convertir agua en vino es un milagro, sin duda. ¿Pero acaso es más milagroso que convertir agua en huesos, órganos, sangre y cerebros? No lo creo.

Empecé a escribir este libro cuando tenía 13 años.

Estaba sentado en la sala de mi casa en Minnesota viendo caricaturas y comiendo cereal. Lo siguiente que recuerdo es que alguien en la televisión estaba hablando de la dieta de la toronja y cómo lo había hecho sentirse maravilloso y más saludable que nunca.

Empecé a poner mucha atención.

En aquel momento de mi vida era un desastre. Fui un bebé prematuro, pesé kilo y medio al nacer y dijeron que sólo tenía 50% de probabilidades de sobrevivir. Lo logré, pero mis pulmones no se terminaron de desarrollar por completo y sufrí muchos otros problemas. En segundo de primaria usaba lentes y un parche en un ojo, tenía dolores de cabeza severos, una frecuencia cardiaca en reposo de 120 latidos por segundo (prácticamente igual a la de un colibrí), un caso bastante grave de hiperactividad, y una suerte de problema en la tiroides, que medicaron con un coctel de fármacos. Cuando cumplí 10 años tenía agua en las rodillas y había pasado por varios tratamientos médicos contra las alergias y para un sistema inmunológico disfuncional, entre otras rarezas. Me sacaron del salón para niños normales porque mis doctores y profesores creían que tenía una discapacidad de aprendizaje.

Era un verdadero desastre.

Cuando el comercial terminó, aparté de mí el cereal y le pedí a mi mamá que me comprara toronjas, muchísimas. Y empecé a comer toronjas en el desayuno y a lo largo del día. Las toronjas reemplazaron la pizza, los dulces, el refresco y el resto de las porquerías que había estado consumiendo.

Me empecé a sentir diferente. Mejor. Tomar mis propias decisiones, aquellas que sí funcionaban, me hizo sentir empoderado. También dejé de tomar mis medicamentos para la hiperactividad. No se lo dije a nadie. Simplemente lo hice. Y eso me hizo sentir aún mejor. Genial.

Pero obviamente no seguí en la dieta de la toronja para siempre. Regresé a la terrible rutina alimenticia de un niño promedio del Medio Oeste de los Estados Unidos. Pero mientras crecía, continué poniendo mucha atención en lo que comía y bebía, y cómo me hacía sentir.

He continuado este proceso —probar cosas nuevas y ver los resultados— desde aquel entonces. No soy un científico profesional, soy un estudiante de por vida. Pero he aprendido muchísimo en el camino, y sigo descubriendo más cosas constantemente.

Fui un atleta en la preparatoria y jugué futbol americano en la universidad. Una lesión en la espalda terminó con mi carrera, pero mi pasión por aprender acerca de lo que nos hace más saludables se hizo cada vez más fuerte. Estudié fisiología del ejercicio y nutrición en la universidad, ayudé directamente a personas con lesiones deportivas, y así descubrí cómo funciona nuestro cuerpo. Leí todo lo que encontré, y luego fui a conocer a los científicos e investigadores que dedican su vida a estudiar la salud y la nutrición, y aprendí todo lo que pude de esas mentes.

Cuando un experto me decía algo que tenía sentido, lo probaba en mí mismo. Si me hacía sentir mejor, lo seguía haciendo. Si no, seguía con mi vida.

Pasé de ser un niño enfermizo de 13 años a un jugador de futbol americano universitario y luego a un nutriólogo y entrenador físico; ahora me dedico a viajar alrededor del mundo investigando y buscando los alimentos más asombrosamente poderosos, saludables y nutritivos que la naturaleza nos ofrece. Me llaman el Cazador de los Superalimentos, pero mi pasión por este tema es mucho más profunda y va mucho más allá de eso.

Ahora me siento muy emocionado porque tengo la oportunidad de contarte todo lo que he aprendido acerca de nuestro cuerpo, lo que necesita y cómo funciona exactamente.

Cosas como ésta: la enfermedad no existe.

Sé que suena como una locura, pero es la verdad. La enfermedad no existe. Al menos no como nos la han explicado médicos y científicos.

He aquí cómo nos han enseñado a pensar: vamos por la vida sintiéndonos bien, cruzando los dedos esperando que nos vayamos a sentir así de por vida, pero muy dentro sabemos que en algún punto algo malo nos va a pasar. Algo se va a romper. Algo va a dejar de funcionar. Tal vez sea el corazón, el hígado, la sangre, los pulmones, el colon, el cerebro, los pechos. Algún día, algo va a ir mal.

Y finalmente pasa. ¡Demonios! ¿Por qué a mí?

Ahora estoy enfermo. Probablemente esta enfermedad tiene un nombre que te asusta. Por lo general hay un especialista muy cerca de ti que trata exclusivamente ese problema. Si tienes suerte, es algo que los doctores y la farmacia podrán curar. De otro modo, quizá estés frente a un gran problema.

De acuerdo con lo que nos han enseñado los expertos, esto es una enfermedad. Pero no es así.

Si lo que nos preocupa es el corazón, la cabeza, la próstata, el páncreas, los riñones o cualquier otra cosa, en realidad nos estamos fijando en lo que no deberíamos. Nos estamos enfocando en la información incorrecta.

No estamos prestando atención a lo que de verdad importa.

Todas esas “enfermedades” son simplemente síntomas. Son señales de que algo malo ha pasado dentro de nosotros. Y una vez que esos síntomas se vuelven demasiado

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