PRÓLOGO
«¿Busca usted a The Queen of Amman? Pues ya me ha encontrado». Madian al-Jazerah se está acabando de tomar un café americano y me hace un gesto para que me siente a su mesa. Con sus cincuenta años, su frente ancha y su perilla blanca bien recortada, me recuerda a Randy Jones, el cowboy de Village People.
El Books@Café está situado en la esquina de la calle Omar Bin al-Jattab con la Rainbow Street, en el centro de Ammán, la capital de Jordania. «Ya sé que me llaman la Reina de Ammán, es mi apodo, pero le aseguro que aquí, en este país musulmán, no hago proselitismo. Soy gay y no lo oculto, pero no quiero llamar demasiado la atención. No ando por ahí con la rainbow flag desplegada. He creado este local alternativo. Es simplemente un café gay friendly». Madian al-Jazerah es uno de los homosexuales más emblemáticos del mundo árabe y su bar, el Books@Café, un milagro en tierra de islam, un oasis, una excepción, un misterio. Tal vez un espejismo.
¡No hay más que ver el nombre de la calle! «En una época, Al-Rainbow Street era como una especie de Campos Elíseos de Ammán. Luego llegó la depresión y el barrio perdió su encanto. Los precios bajaron. Vinieron los artistas y con ellos las galerías de arte, los cines… y los gays. Poco a poco, el barrio volvió a ponerse de moda y hasta se convirtió en bohemio pero burgués. Es lo que se llama la “gentrification”. Pero el nombre de la calle no tiene nada que ver con la bandera gay, es una simple coincidencia», me dice Madian al-Jazerah. Le propongo no mencionar su verdadero nombre en mi libro para no exponerlo inútilmente. «No, al contrario, puede citarme. No tengo miedo. La notoriedad me protege. Y al fin y al cabo —me suelta sonriendo—, la Reina de Ammán no se esconde».
Se accede al Books@Café por un pequeño patio, a la sombra de los naranjos en flor, en la planta baja de una casa señorial. A falta del esplendor de antaño, el edificio conserva algo del caos oriental. Primero se entra en una librería (la arroba forma parte del nombre del lugar, pues también es un cibercafé). En las estanterías hay libros en árabe y en inglés, CD y DVD. Veo varias películas gays de culto: Brokeback Mountain del taiwanés Ang Lee, Adiós a mi concubina del chino Chen Kaige o Mi hermosa lavandería de Stephen Frears. Un poco más allá, un doble DVD de la serie de HBO, Angels in America, la adaptación televisiva de la célebre obra del dramaturgo gay judío americano Tony Kushner. «No es una librería gay», objeta sin embargo Madian al-Jazerah, mostrándome unas guías turísticas, unos best sellers y una sección de cómics para niños. Entre las novelas, encuentro Los hijos de la medianoche de Salman Rushdie (pero no Los versos satánicos), el libro de Edward W. Said sobre el «orientalismo» y un texto de la estadounidense Susan Sontag dedicado al sida. Y en una estantería, bien a la vista, veo la novela El edificio Yacobián del egipcio Alaa al-Aswany, un magnífico fresco que describe una casa art déco de El Cairo, opulenta y cosmopolita, verdadero microcosmos cultural, donde conviven todas las generaciones y clases sociales, los pachás y los coptos, y naturalmente los heteros y los gays. Me digo a mí mismo que hoy se podría escribir una novela aquí, en este café, que es una especie de edificio Yacobián moderno.
Detrás de la caja de la librería hay una escalera discreta. El bar está en el primer piso y, mientras que la planta baja es estrecha y enclaustrada, el club resulta inmenso. Consta de una sucesión de cuatro salas que se prolongan en dos amplias terrazas, visiblemente ganadas a los tejados, provistas de vidrieras asimétricas colocadas a diferentes niveles. En verano, se está fresco y a la sombra; en invierno, da el sol y se está resguardado. Ora al aire libre, ora bajo unos toldos multicolores. Desde las terrazas, se divisa la ciudad de Ammán, blanca y ocre, sus colinas, sus mezquitas iluminadas de verde, sus barrios burgueses y sus campos de refugiados palestinos.
Madian al-Jazerah es de origen palestino. Su familia, descendiente de beduinos, procede de San Juan de Acre, hoy Acre, al norte de Israel. Sus padres se instalaron en Yenín, en Cisjordania, antes de huir de los territorios palestinos ocupados y exiliarse en Kuwait, donde él nació. «Yo me he criado en el desierto, con el respeto por la cultura de los beduinos. Y aunque mi familia era una familia culta, tengo algo de nómada. Me sigue emocionando la belleza del desierto. El desierto no miente». Expulsados de nuevo, sus padres emigraron a Jordania. «Ser palestino es eso», resume. «Siempre estás un poco exiliado, sin patria. Nunca estás en tu casa».
En los años setenta, Madian va a parar «de forma natural», como él dice, a Estados Unidos, donde estudia Arquitectura en la Oklahoma State University, luego vive en California y finalmente se instala en la costa Este. «Cuando eres palestino, no estás nunca mucho tiempo en un sitio. Y Estados Unidos es la tierra prometida. Es como en la película América, América de Elia Kazan: yo también creí en el sueño americano».
En Nueva York, en los años ochenta, este sexual-liberationist abre el Frisbee, un bar árabe en un barrio gay friendly. Al cabo de diez años, hará lo contrario en Ammán: abrir un café gay friendly y americanizado en una ciudad musulmana.
El Books@Café es un concentrado del mundo árabe gay. Durante el día, parece un coffee shop alternativo californiano, con el añadido del humo perfumadísimo del narguile. Un exiliado iraquí, que da la impresión de estar muy inseguro, se pasa allí las tardes consultando Internet a la espera de obtener los papeles para trasladarse a Beirut. Un sirio que se ha criado en Dubái repasa sus apuntes de la Universidad de Ammán. Un jordano «de pura cepa» (según su expresión, para que no lo confundan con un palestino) hojea unos folletos de Study in the USA apilados a la entrada de la librería. Un joven de buena familia, que según me dicen es un príncipe, lleva una camiseta Abercrombie & Fitch y me propone rebautizar este café como «You Mecca Me Hot», un juego de palabras que me provoca una carcajada. Un azafato de British Airways —un hummus queen, que es como llaman aquí a los blancos que se lo hacen con los árabes— charla con un grupo de hombres, uno de los cuales estudia para dentista en la Universidad Americana de El Cairo. En cuanto a Mohamad, que lleva una kefia de cuadros rojos, vive en el campo de refugiados de Jabal el-Hussein en Ammán y me advierte de que se niega a beber Coca-Cola o a consumir kétchup (boicotea los productos israelíes y estadounidenses); también me muestra una fotografía del Che Guevara, que lleva siempre en la cartera, y afirma ser miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina, el movimiento nacionalista fundado por Georges Habache, líder marxista y cristiano, y también terrorista, por cierto. Mohamad, que es muy hospitalario, tiene unos ojazos negros muy brillantes y el cabello de un castaño intenso: es la quintaesencia de la belleza árabe. No es gay, no ha hecho su coming out, pero reconoce que «se hace preguntas». Los americanos tienen una palabra para eso: ni gay ni bisexual, questioning. Como los otros chicos, aquí «está aprendiendo» a ser gay. El homosexual no nace, se hace[1].
Entre el narguile y el wifi, los clientes del café van siendo más numerosos a medida que avanza la tarde. A las cinco, los camareros «diurnos» son sustituidos por los camareros «nocturnos». No menos de cuarenta bármanes atienden ahora a los clientes y lucen orgullosos sus camisetas negras con el logo de Books@Café, aunque cobren más bien poco (150 dinares jordanos de media, es decir, unos 160 euros al mes, más las propinas). Uno de ellos, Omar, es nuevo. Se trata de un palestino exiliado de Ramala, y Madian me reconoce que lo ha contratado a prueba por solidaridad con su pueblo. Su misión es llevar los narguiles y mantener las brasas para que estén siempre incandescentes. No debe hablar con los clientes.
«Esto es un café muy desterritorializado, como si no estuviera en ningún territorio. Estamos en Jordania, pero podríamos estar en cualquier otro lugar de Oriente Próximo. La gente pasa por aquí cuando no tiene hogar. Todo el mundo sueña con Beirut, Dubái o Estambul y, en el fondo, con irse a vivir a Estados Unidos». Esta es la interpretación que me hace Madian al-Jazerah. En el Books@Café, la música es sobre todo estadounidense, pero también oigo el último éxito de Shakira, y el público tararea la canción de esa líbano-colombiana totalmente globalizada.
La juventud multiétnica del mundo musulmán en mutación se va haciendo más densa y se instala en los sillones de los salones en hilera y a distintos niveles. Ya no estoy en Ammán: ¡estoy en Santa Mónica! Un gorila filtra delicadamente la entrada y hace pasar a todo el mundo, heteros y gays, por el detector de metales. También llegan parejas no tan jóvenes que han reservado mesa. Las mujeres en general no llevan velo, pero veo a una chica que sí lo lleva que juega con su iPhone. Un modelo, de cuerpo esbelto y elástico, me dice que participa en el concurso de Míster Jordania 2010, y, si por mí fuera, le daría el primer premio. Pero por ahora solo figura entre los diez finalistas y, fumando la chicha, me describe sus esperanzas de ganar cuando se celebre la final en Beirut. De pronto, suena el tono de su móvil: es I Will Survive, de Gloria Gaynor.
«Al principio, no quería abrir un local gay», me confiesa Madian al-Jazerah. «Abrí varios cafés en Ammán y, en 1997, tuve la idea del Books@Café. Primero era una librería, un cibercafé y un local alternativo. Mi misión es promover la tolerancia, no soy un militante. Pero poco a poco, casi sin proponérmelo, se convirtió en un café gay friendly».
Desde las terrazas del bar, se oye cinco veces al día al muecín salmodiar la llamada a la oración. Su voz —difundida hoy por un casete de audio a través de un altavoz— se mezcla con el último éxito de Lady Gaga, dejando perfectamente indiferente al público del café, que, sin embargo, es mayoritariamente musulmán. Ni una sola persona se ha girado hacia La Meca.
El jueves por la noche, víspera del fin de semana en los países árabes, es el día más popular. Hay mucha gente y mucha animación. Los salones de un color naranja intenso un poco hortera, con un papel pintado estilo Vasarely, se llenan, lo mismo que el gran porche, con sus flores coloreadas estilo setentero en las paredes. El café cool se convierte en un restaurante trendy con la carta enteramente en inglés. Sirven hasta cuatrocientos cubiertos al día: club sandwich, ensalada césar y BLT, un audaz beicon, lechuga y tomate, que aquí se llama burguer, lechuga y tomate, sin cerdo. Los postres: carrot cake, cheesecake o pancakes. Ni un solo plato de Oriente Próximo. A partir de las nueve de la noche, una élite occidentalizada, y no únicamente gay, hace cola a la entrada y, mientras espera una mesa, echa una ojeada a la librería. La banda sonora es ahora I Got a Feeling, el último éxito estadounidense del ex-DJ de bares gays parisinos David Guetta. Veo parejas hetero elegantes que hacen ver que se divierten y parejas gays que se divierten de verdad. «Lo cierto es que en Ammán es mucho más fácil ser gay que hetero. Un gay encuentra plan fácilmente, mientras que para un joven hetero es casi imposible», comenta Madian al-Jazerah señalándome con el dedo la fauna nocturna que invade el bar. Refunfuñando, y a veces gruñón, vela por su pequeña comunidad. Su sultanato.
A diferencia del restaurante, que es cool y gay friendly, el bar interior es más estrictamente gay; los clientes se agolpan en torno a una gran barra de madera, riendo a carcajadas, en un ambiente colorista y alcohólico, otra excepción en esta ciudad musulmana. «Aquí, los que vienen no son clientes, son amigos», se atreve a decir Madian, que tiene bien aprendida su lección de marketing. Pero es un hecho: todo el mundo se conoce, se mueve, baila, se interpela. Un chico llamado Adam, que parece de una alegría inextinguible, me dice, sin soltar la mano de su amigo, que viene aquí «todas las noches». La vida para él parece alegre y fácil.
Como todo el mundo, miro en las numerosas pantallas del local a las cantantes árabes razonablemente destapadas de la cadena musical saudí Rotana, los folletines del ramadán del grupo también saudí MBC, la liga de fútbol jordana en Al Yazira Sport, o los talk shows sin tabúes de la cadena libanesa LBC. Una noche, incluso veré en esa cadena Slumdog Millionaire de Danny Boyle, que tuvo un éxito inesperado en los cinco continentes y con la que me volveré a tropezar con frecuencia, durante mi investigación, en los bares gays de Indonesia, las discotecas homosexuales de Río o los cafés gay friendly de Shanghái. El Books@Café es probablemente el local más hermoso del mundo árabe. Y no existe en París ni en Nueva York un club tan rutilante. Es una mezcla de narguile y Facebook, de camelleros y Lady Gaga. Cada noche esto se convierte en el edificio Yacobián. Y dentro de este cuento, Madian al-Jazerah es el beduino que ha aterrizado en Rainbow Street, el palestino exiliado que se ha convertido en el dueño socialite de un bar gay, el heredero de la cultura de los dátiles transformado en vendedor de Veggie Burger, el meharista que ha convertido su tienda del desierto en la terraza de su hermosísimo café. Seguro que a Lawrence de Arabia le habría encantado.
¿Cómo es que la monarquía hachemita jordana, que no es en absoluto gay friendly, tolera ese café extravagante? Es un misterio. Dicen que Madian al-Jazerah tiene buenos contactos dentro del régimen clientelista y antiislamista de Abdalá II, y sobre todo que es amigo de su mujer, la reina Rania al-Yassin, que es palestina y nacida como él en Kuwait. También parece que tiene amistad con la reina Noor, la viuda del rey Hussein de Jordania, estadounidense de nacimiento y protectora legendaria de los artistas gays de Ammán. Sus relaciones en los medios de comunicación también deben de serle muy útiles: su hermano es el presentador de Good Morning Amman, un programa de televisión que gusta mucho a los jordanos pero que se emite desde Dubái.
Este oasis es naturalmente objeto de una vigilancia especial. La policía está muy pendiente de la seguridad de la jet set árabe y de algunos jóvenes príncipes de la familia real. He visto a policías de paisano merodeando por la noche delante del bar. De vez en cuando, no dudan en detener a un menor a la salida del café, arrestar a un chapero o mostrarse intransigentes durante el ramadán con el consumo de alcohol. «Aquí todo está bajo control», dice simplemente Madian, que también pone algo de su parte. Vigila, por ejemplo, que nadie se bese públicamente. «Evito las manifestaciones excesivas de cariño, y mientras no me pase de la raya me dejan tranquilo. ¡Desde luego que no voy a organizar un Orgullo Gay! Lo que me protege es ese carácter alternativo y contracultural. La actitud underground, aunque no nos escondemos, hace que el café sea aceptable para la sociedad jordana».
En 1999, hubo una campaña de rumores, de la cual se hizo eco la prensa, que estuvo a punto de provocar el cierre del local. Madian dejó pasar la tormenta sin reaccionar, pero al mismo tiempo pidió —por si acaso— asilo político en la embajada de Canadá en Jordania. Desde entonces, parece que ha vuelto la calma y el café incluso ha obtenido autorización para vender alcohol, lo cual gusta a los ricos heterosexuales de buena familia, más todavía que a los gays. Y he aquí cómo, gracias a ese posicionamiento mixto, gay friendly y elitista, Madian al-Jazerah ha encontrado su modelo económico: un local estrictamente gay sería en Ammán no solo políticamente peligroso, sino también un mal negocio. Al mezclar ambos públicos, el café multiplica sus posibilidades como empresa. Luego vendrán las franquicias: ya ha abierto un segundo Books@Café, más pequeño, en Ammán; y hay sucursales programadas para 2013 y 2014 en Palestina, en Qatar, en Bahréin y en los Emiratos Árabes Unidos. Madian al-Jazerah no es un filántropo, ni siquiera un militante, sino un empresario. Como tendré ocasión de comprobar durante mi estudio, la liberación gay empieza a menudo con los bares y los clubs, es decir, con el comercio y el mercado.
Al despedirme de Madian el Día del Profeta, me doy cuenta de que el Books@Café es a la vez el pasado y el futuro de la cuestión gay, es a la vez «pregay» y «posgay». Ese ambiente intemporal lo hace fascinante. Pregay, porque es un ambiente de antes de la «liberación gay» del mundo árabe, si es que esta expresión tiene algún sentido. Y posgay, porque también es un ambiente que va más allá, que está dentro de una modernidad que yo he visto nacer en el East Village de Nueva York, en West Hollywood en Los Ángeles o en las ciudades del norte de Europa: la modernidad de una vida homosexual menos encerrada entre paredes y más fluida, de una comunidad que no es solamente «gay» ni siquiera «gay friendly», sino simplemente «friendly», estando la palabra «gay» sobreentendida. El Books@Café es un local que va más allá de las identidades únicas y las comunidades cerradas. Es anticonvencional, no está encerrado: es posgay.
Pero ¿puede un bar cambiar una ciudad? ¿O un país? ¿Puede cambiar el mundo árabe? No, por supuesto. El Books@Café es un local demasiado simple para la finalidad compleja en la cual participa y que lo supera: la modernización árabe. Sé hasta qué punto, desde este oasis privilegiado y cosmopolita, estamos lejos de la realidad gay del mundo árabe. Más que un tabú, la homosexualidad en ese mundo es un delito, y a veces, un crimen. Conduce a la cárcel, e incluso a la pena de muerte. Madian al-Jazerah tal vez esté abriendo camino, pero a la liberación gay en el islam todavía le queda un gran trecho.
Ahora ya es muy tarde y el Books@Café se dispone a cerrar. Circulando a gran velocidad por las autopistas de Ammán, acompaño a un grupo de gays que han abandonado el café y se dirigen a un lugar misterioso. Van cantando a voz en grito mientras escuchan el último álbum de