La belleza de ser bueno

Koncha Pinós

Fragmento

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Prólogo

Nacidos para florecer

Hoy en día vivimos en un mundo sumamente incierto y turbulento. El aumento de los movimientos extremistas, el cambio climático, la pandemia y las amenazas a la democracia se ciernen sobre nosotros. Internet y las redes sociales son los mensajeros que transmiten la desinformación que contamina la mente de muchas personas. Nuestros hijos también sufren. En muchos lugares del mundo, las tasas de ansiedad y depresión entre los adolescentes se están disparando y el suicidio se ha convertido en una de las causas principales de mortalidad en esta franja de edad.

Si tenemos en cuenta todos estos desafíos e incertidumbres, es evidente que necesitamos reajustarnos. Debemos guiarnos por una visión diferente de las posibilidades humanas y contar con unos métodos específicos que nos ayuden no solo a manejarnos durante estos tiempos difíciles, sino también a florecer, a transformar los desafíos en oportunidades de crecimiento. En 1963, cuando Martin Luther King jr. pronunció su famoso discurso en Washington D. C., durante el apogeo del movimiento a favor de los derechos civiles en Estados Unidos y en una época en la que las relaciones entre las razas eran especialmente malas, no lo tituló «¡Tengo una pesadilla!». Disponer de un sueño sobre lo que es posible, tener una visión de una forma de ser alternativa en la que los seres humanos puedan reconocer sus cualidades innatas de bondad y amabilidad es exactamente a lo que King invitaba a la audiencia y también lo que más necesitamos en la actualidad.

Lo bello de ser bueno, escrita por la académica sumamente interdisciplinar y psicoterapeuta contemplativa Koncha Pinós, es justo lo que necesitamos en estos tiempos difíciles. Pinós nos recuerda cuál es nuestra verdadera naturaleza, o sea, la bondad fundamental, y nos ofrece una plétora de hechos y sugerencias que resultarán de gran interés para todos los padres, cuidadores y profesores, además de para todas aquellas personas que desean promover un aumento de la amabilidad en el mundo.

Los seres humanos nacemos para florecer. Cuando los niños llegan al mundo, y durante los seis primeros meses de vida, muestran una marcada preferencia por las interacciones prosociales y afectuosas en comparación con las egoístas o agresivas. Esta preferencia la muestran más del 90 por ciento de los pequeños de dicha edad. Los niños menores de tres años no hacen ninguna distinción en función del color de la piel. No nacemos racistas. El racismo es algo que los niños pueden aprender en su entorno social, pero no es una actitud innata. Los niños pequeños tienen una disposición natural a ayudar a los demás, incluso a completos desconocidos. Esto ha quedado demostrado repetidamente en las investigaciones analizadas por la doctora Pinós. Todos estos estudios acerca de la bondad y la amabilidad innatas resultan cruciales cuando se nos invita a considerar que estas cualidades constituyen nuestro estado natural. En el momento en que nos involucramos en prácticas y estrategias para cultivar las cualidades de la bondad y la amabilidad, recordamos cuál es nuestra verdadera naturaleza. Esta es una de las razones clave de que, como explico en el libro que escribí con Daniel Goleman, Rasgos alterados: La ciencia revela cómo la meditación transforma la mente, el cerebro y el cuerpo, la educación de la amabilidad sea algo que, en realidad, puede desarrollarse con bastante rapidez. Activar los circuitos del cerebro que sustentan la amabilidad y el cuidado no requiere mucho entrenamiento, en parte porque estos rasgos constituyen nuestra verdadera naturaleza. Lo bello de ser bueno nos recuerda que es mejor considerar la empatía, la amabilidad y el comportamiento prosocial como habilidades humanas que podemos cultivar.

La cuestión de considerar la amabilidad como una habilidad es especialmente importante. Una de las grandes ideas desarrolladas por la neurociencia moderna durante los últimos veinte años es la distinción entre dos formas primordiales de aprendizaje. Una de ellas es el denominado «aprendizaje declarativo». Este tipo de aprendizaje es conceptual y es el prioritario en los sistemas educativos «modernos», además de derivar de los libros y las clases orales. En el ámbito de la amabilidad este tipo de aprendizaje nos permitiría aprender cuál es el valor de la amabilidad, cómo puede aplicarse en distintas situaciones, cómo se desarrolla en los niños y qué circuitos neuronales se corresponden con ella. Toda esta información forma parte del aprendizaje declarativo de la amabilidad. Pero ¿este aprendizaje te convertirá en una persona más amable? Creo que, intuitivamente, todos conocemos la respuesta a esta pregunta. Podemos reemplazar la amabilidad por cualquier otra virtud y llegaremos a una conclusión similar. Tomemos, por ejemplo, la honestidad. Podemos aprender qué importancia tiene, qué papel desempeña en las relaciones humanas, etcétera, pero ¿estos conocimientos harán que seamos personas más sinceras? Por supuesto que no.

El segundo tipo de aprendizaje se denomina «aprendizaje procedimental» y se basa en nuestras habilidades; se adquiere a través de la práctica y se fundamenta en circuitos cerebrales muy distintos a los del aprendizaje declarativo. A fin de que se produzca algún tipo de transformación auténtica y duradera, se requieren ambos tipos de aprendizaje, el declarativo y el procedimental. Los sistemas educativos occidentales tienen un gran sesgo a favor del aprendizaje declarativo y, en general, hoy en día solo se aplica el procedimental a aquellas asignaturas cuyo dominio requiere claramente hacer hincapié en este tipo de aprendizaje. Un ejemplo de esto serían las artes. Todos sabemos que no podemos aprender a tocar el violín simplemente leyendo libros y asistiendo a clases teóricas. Necesitamos practicar. Y lo mismo podemos afirmar de la danza. Para lograr cierta competencia en el arte de la danza necesitamos practicar las habilidades motoras (y también las sociales y emocionales) que conforman su base.

Una de las maravillas de Lo bello de ser bueno es el equilibrio entre el aprendizaje declarativo y el procedimental que subyace en la esencia de esta obra. Además, la última parte del libro consiste en ejercicios procedimentales que pueden beneficiarnos a todos y que activarán los circuitos de la amabilidad y el cuidado en nuestra mente y nuestro cerebro. Por otra parte, este libro constituye un testimonio del extraordinario entrenamiento interdisciplinar de la autora, Koncha Pinós. Aunque ha recibido formación académica tradicional de tipo declarativo en las áreas de las que trata esta obra, también cuenta con una formación contemplativa profunda basada en años de aprendizaje procedimental, la cual le ha proporcionado las herramientas y las estrategias que le permiten enseñar a otras personas de una forma integral. Dicha combinación no es habitual en nuestra época y, por eso, esta obra constituye un auténtico regalo para cualquier persona que esté experimentando en la actualidad los retos del mundo moderno... ¡Y, en realidad, eso nos incluye a todos!

Otro elemento importante de esta obra es el compromiso con el cambio social que está presente en prácticamente todas las páginas. Pinós encarna una visión equilibrada que combina la transformación personal con la social. Ambas van de la mano y son interdependientes. No podemos tener la visión, la perspectiva y, lo que es más importante, la

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