Victoria Stitch 3 - Misteriosa y chispeante

Harriet Muncaster

Fragmento

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Prólogo

Ursuline estaba sentada en su celda con los hombros hundidos cuando oyó que se acercaban los pasos del guardia de la prisión. Un periódico atravesó de pronto los barrotes de la puerta. Cayó con un golpe seco en el duro suelo de piedra. Sonó una risita y las pisadas se alejaron rápidamente.

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Ursuline se levantó de la cama de un salto con el pelo, que antes era largo, lacio y brillante, ahora revuelto y apelmazado. Los guardias a veces tiraban periódicos dentro de las celdas de los prisioneros cuando habían terminado de leerlos. Ursuline sospechaba que era para burlarse de ellos. Para que vieran lo que se estaban perdiendo fuera, en el Bosque de Wiskling. Pero, aun así, recogió el periódico con avidez.

La rabia enseguida se apoderó de ella cuando leyó el titular:

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Y debajo ponía:

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Ursuline recorrió con los ojos los dos artículos, agarrando los bordes del periódico con tal fuerza que se rasgaron. La furia palpitaba en su cabeza. ¡Victoria Stitch! Lo último que había oído de ella era que había desaparecido en el mundo de los humanos. Con suerte, para que uno la pisoteara. La aplastara hasta matarla. Pero ahora parecía que había vuelto.

Ursuline caminó de un lado a otro de su celda, enfurecida, mirando con rabia el periódico. Cada palabra impresa era un doloroso recuerdo de su archienemiga.

Victoria Stitch hizo una entrada espectacular al volver al palacio del Bosque de Wiskling, ¡rompiendo en pedazos los cristales de los balcones, montada en su flor, para salvar a su melliza, la reina Celestine, de una muerte segura!

Ante los ojos de una multitud de wisklings en el paseo real, Victoria Stitch abrió de golpe las cortinas del balcón, revelando los horrores que sucedían detrás.

Lord Astrophel, el consejero real de confianza de la reina Celestine, apuntaba con su varita a esta, decidido a matarla utilizando la magia prohibida más oscura de todas. Victoria Stitch se abalanzó sobre él justo a tiempo para salvar a nuestra reina y reveló a todo el Bosque de Wiskling la verdadera personalidad de Lord Astrophel.

Después de este suceso, la reina Celestine dio un discurso, manifestando que ya no quería tener un consejero, sino a su hermana gobernando a su lado.

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«Sé que mi hermana no ha seguido siempre las normas del Bosque de Wiskling, pero es la luz de luna de mis rayos de sol. Hemos nacido del mismo diamante real. Sé que mi hermana puede cambiar y, conmigo a su lado, será una reina buena y justa con la que compartir el trono».

Así que hoy nos hemos levantado con dos reinas. La reina Celestine y la reina Victoria Stitch. ¡Y también con la promesa de un nuevo bebé real!

Ursuline pasó directamente al siguiente artículo.

Ayer, según los informes, un pequeño trocito de diamante fue detectado creciendo en la pared de la Cueva de Cristal. Dentro de once meses, se abrirá y descubrirá a un nuevo príncipe o princesa wiskling. Como es tradición para todos los wisklings nacidos de un excepcional diamante, el nuevo miembro de la familia real irá directamente al palacio para ser educado por el actual monarca como nuevo heredero al trono.

¡La reina Celestine y la reina Victoria Stitch pronto se convertirán en madres!

Ursuline frunció el ceño y tiró al suelo el periódico, con el corazón acelerado por la rabia. Y, entonces, oyó un ruido desde el exterior. La voz de un anciano, que se acercaba más y más, resonaba por las paredes de roca, farfullando y protestando.

—¡Me tendió una trampa! ¡Todo es culpa de Victoria Stitch!

Ursuline corrió a los barrotes de su celda y, apretando la cara contra ellos, echó un vistazo afuera, a la cornisa de piedra. Era Lord Astrophel. ¡Claro que era Lord Astrophel! Dos guardias lo llevaban por la fuerza; su larga barba estaba toda revuelta y sus espesas cejas, fruncidas por el enfado.

«Interesante».

Ursuline entrecerró los ojos mientras Lord Astrophel desaparecía de su vista. Luego sonó un portazo, el cierre de una llave y un grito de indignación.

Ursuline volvió rápidamente a su cama y se sentó. Ahora que el fuego artificial de su rabia ya había explotado y las chispas se habían dispersado un poco, podía pensar con más claridad. Ver el nombre de Victoria Stitch en el periódico le había removido viejos sentimientos. En cierto momento, las dos habían sido muy amigas. Habían pasado muchas noches juntas al aire libre en el norte del bosque, un lugar salvaje donde los wisklings normales nunca se atrevían a ir. Ursuline todavía podía oler en sus sueños el humo de la hoguera; sentir el sabor del chocolate caliente que bebían juntas en mitad de la noche, bajo el brillo de las estrellas multicolores; oír el repiqueteo de sus uñas contra las joyas de la portada de El Libro de Wiskling.

El Libro de Wiskling.

Hubo una época en la que Ursuline poseyó un ejemplar ilegal del libro. Lo compartió con Victoria Stitch. Le enseñó todo lo que sabía. Eran dos inadaptadas. Unidas por los secretos. Malvadas y brillantes.

Juntas habían hecho planes y conspirado. Había sido Ursuline quien había hecho creer a Victoria Stitch que podía llegar a ser reina, después de que Lord Astrophel declarara que el cristal de nacimiento de ella y de su hermana era impuro por una mancha oscura que tenía el diamante.

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Habían planeado hacer hechizos prohibidos para engañar a Lord Astrophel y llegar al trono. Victoria Stitch sería el glamur al frente y Ursuline pretendía mover los hilos por detrás. Pero Victoria Stitch había cambiado. Había dicho que ya no necesitaba más a Ursuline. En su lugar, se había puesto del lado de su hermana y traicionado a Ursuline.

Ursuline puso cara de furia al recordarlo.

Lucharon. Sus dos oscuridades se enfrentaron.

Y Ursuline juró que algún día se vengaría.

Había intentado culpar a Victoria Stitch de asesinato y su plan habría funcionado si no hubiera sido por aquella horrible hermana suya, Celestine, que vino a ayudarla. Rápidamente, le dieron la vuelta a la situación, que acabó contra ella, y al poco tiempo Ursuline fue quien acabó en prisión.

Ursuline rechinó los dientes, llena de rabia otra vez al recordar la noche en que la encerraron.

En la cárcel.

Mientras Victoria S

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