VAMPIROS, CANIBALES Y PAYASOS ASESINOS

Fragmento

Vampiros, caníbales y payasos asesinos

PRÓLOGO

Vampiros, caníbales y payasos asesinos. Monstruos. Sedientos de sangre y muerte. Acechan en las noches y la oscuridad, se agazapan en rincones perdidos a la espera de sus presas. Desde el inicio de los tiempos han causado esa fascinación en la humanidad que hace que los busquemos tanto en la realidad —por ejemplo, en los famosos circos de fenómenos— como en la ficción, a través de mitos, leyendas, libros, cómics, películas y series.

¿Pero existen verdaderamente? Podríamos decir que cada una de estas criaturas tiene un origen histórico. Datando de diferentes periodos y lugares, la mayoría son una explicación a fenómenos que en su momento eran incomprensibles; otros tienen que ver con rituales que pretendían hacer trascender al ser humano ordinario, buscando poderes místicos, la inmortalidad y la belleza eterna.

Sin embargo, el peor monstruo de todos sigue siendo el ser humano. Muchos de estos seres son de carne y hueso, como ustedes o como yo. Personas que se escudaban en estos mitos para justificar su sed de sangre y muerte. Podríamos decir que su verdadera cara es la monstruosa y su máscara es la de personas del común, que muchas veces fingen ser seres bondadosos y caritativos para ganarse la confianza de sus víctimas.

En nuestro país, nadie como Esteban Cruz ha indagado sobre esta oscura faceta del ser humano. Lo hizo en su libro Los monstruos en Colombia sí existen, donde analiza la psiquis de los peores asesinos en serie que han asolado nuestra nación, y en El libro negro de la brujería en Colombia, donde se sumerge en este tema que permea la sociedad en todas sus capas. Y también lo hace en este libro que van a tener el placer de leer.

Pero en esta ocasión, a diferencia de la mayoría de sus libros, iremos un poco más lejos del territorio nacional, pues esta investigación nos llevará a lo largo y ancho del mundo; veremos casos de tribus en África, pasaremos por India y llegaremos a terribles crímenes ocurridos en Estados Unidos.

Esteban nos cuenta, con la maestría que lo caracteriza, la historia de estos seres. Nos muestra sus orígenes, muchos de ellos de varios siglos antes de Cristo, la concepción que se tenía de ellos en la sociedad, los ritos que tenían y la adoración que causaron en sus civilizaciones hasta llegar a la actualidad, a los terribles asesinatos que varios psicópatas han perpetrado bajo el manto de estas creencias.

¿Qué podrán encontrar en este libro? Como su título lo indica, primero nos encontraremos con los vampiros, cuya leyenda no comienza con Drácula, como más de uno podría pensar, sino que se remonta varios siglos atrás, a civilizaciones muy antiguas y supersticiones que evidenciaban el miedo que sentían personas de que sus muertos regresaran de la tumba para causar terror. Conoceremos casos de asesinos que han hecho suya la frase del título del relato de Francis Marion Crawford, Porque la sangre es vida, y que a través del preciado líquido buscan los secretos de la inmortalidad y la juventud eterna.

De allí pasamos a los caníbales, donde el autor analiza los orígenes de las personas que consumen carne humana. Para ello hace una diferenciación entre quienes lo hacen como un rito, los que lo han hecho en caso de extrema necesidad para no morir de hambre, y aquellos psicópatas que encontraban un placer enfermizo en asesinar personas para devorarlas, como el caso del tristemente célebre Jeffrey Dahmer, que ha sido llevado a la pantalla en la miniserie que lanzó con éxito Netflix.

Podríamos considerar que los payasos son un fenómeno relativamente nuevo; se originaron hace algunos siglos y fueron concebidos como personajes destinados a divertir, primero a las cortes de los reyes y luego a los niños. Sin embargo, esto lentamente ha ido degenerando en los payasos asesinos; los hemos visto en libros como IT (con sus consecuentes adaptaciones) y películas como Terrifier, y los vemos en la vida real, en asesinos que, aprovechando la ingenuidad de sus víctimas, tiñen de sangre y terror su apariencia tierna y graciosa.

Y, para terminar, hay un capítulo extenso dedicado a los magos y hechiceros, donde se analizan casos de personajes que buscaron alcanzar conocimientos prohibidos —y para muchos sacrílegos— a través de pactos demoníacos y místicos, rituales y muerte.

Antes de que se sumerjan en las páginas de este maravilloso libro de Esteban Cruz, solo me queda por decirles que este texto no busca exaltar a estos personajes enfermos y malvados, sino dejar constancia de la maldad humana que ha existido desde los albores de la humanidad hasta el día de hoy, y que nos sirve como advertencia para que estemos siempre atentos a nuestro alrededor, porque estos vampiros, caníbales, payasos asesinos y hechiceros, estos monstruos con piel humana, podrían estar mucho más cerca de lo que nos imaginamos.

Octubre de 2023

TULIO FERNÁNDEZ MENDOZA

Vampiros, caníbales y payasos asesinos

ANTES DE COMENZAR

Todos los monstruos son malos, pero los monstruos que no se mueven ni hablan como monstruos son los peores de todos.

Matthew Dicks

Corría la noche del 17 de marzo de 2015, cuando participaba en un programa radial junto con Daniel Traspalacios en el que dialogábamos acerca del canibalismo y se nos ocurrió la idea de decirles a los oyentes que llamaran y contaran si habían comido carne humana en algún momento de sus vidas, pues estábamos seguros de que casi nadie en Colombia podía haber vivido tal experiencia. Sin embargo, el panel que monitoreaba las llamadas empezó a resplandecer de manera desenfrenada; significaba que docenas de personas estaban intentando comunicarse para narrar su historia. Seleccionamos una llamada al azar y pudimos escuchar la voz de un hombre que no quiso identificarse y que había pasado la tarde en la casa de un amigo tomando cerveza y escuchando reguetón, hasta que decidió entrar en la cocina para buscar otra bebida.

Fue en ese momento que, según su testimonio, su vida se partió en dos, pues al abrir la nevera se encontró un brazo humano en el congelador, que estaba totalmente rígido y tenía varias abrasiones en forma de muescas a lo largo del codo, como si alguien le hubiese desprendido largas tiras de piel con motivos desconocidos. Aterrado, se alejó de la nevera e intentó caminar hasta la sala, pero tropezó con la figura de su compañero, que lo había estado vigilando.

Sus manos temblaban y su pulso cardíaco se aceleró, mientras su amigo fijaba su miraba en él como si intentara destruir su mente con alguna clase de poder sobrenatural. Buscó un espacio por el cual poder escapar, pero la entrada de la cocina era estrecha y estaba formada por una gruesa pared de concreto que no tenía ventanas. Un fuerte dolor se apoderó de su pecho, se mordió los labios e intentó gritar, pero le ganaron las lágrimas y rogó por su vida.

Al ver el espectáculo, el dueño de la nevera se acercó, lo abrazó y lo tranquilizó, asegurándole que no le iba a pasar nada si no le contaba a nadie su horroroso secreto: “Es algo que me gusta, porque la carne humana sabe bueno y lo hago desde hace mucho rato”. Se marchó de la residencia para nunca más volver, hasta que después de varios años relató su historia anónimamente a través de la radio.

Intenté preguntarle por el lugar de Colombia en el cual había sucedido el hecho, pero colgó y me sentí consternado. Gran parte de los casos que se habían presentado durante el programa eran de asesinos como Jeffrey Damher, el “carnicero de Milwaukee”, y Karl Denke, el “carnicero de Silesia”.

Siguieron entrando llamadas de personas que afirmaban haberse encontrado con restos humanos entre piquetes de fritanga y tamales; ancianos que consumían pedazos de sus familiares durante su velación como una forma de rito; soldados y guerrilleros que devoraban a sus enemigos como una táctica de guerra. Historias que pueden ser cuestionables, pero que ponían en evidencia que muchas de las más horrendas manifestaciones humanas continúan vigentes. En ese momento decidí que debía escribir este libro y me interné en la biblioteca de la Universidad del Rosario de Bogotá, donde encontré cientos de casos acerca de caníbales y monstruos míticos, entre los que sobresalían los vampiros y los hechiceros.

Fue durante este tiempo que empecé a dialogar con Angie Carolina Rodríguez, Lorena Lozada y Andrea Benavides, quienes me proporcionaron un breve momento de luz en medio de los extensos periodos de oscuridad que suelo experimentar a lo largo de mi vida. Su amistad, reparadora y sincera, me llevó a ensanchar la mirada y descubrir que existía un cosmos de representaciones míticas que iba más allá de mis primeras suposiciones.

Fue así como me interné en los miedos más profundos de la humanidad, en la brujería, los seres demoníacos y los payasos, y encontré casos históricos que retan a la imaginación y que nos llevan a afirmar que estos monstruos logran traspasar la ficción para convertirse en seres reales ligados al crimen y el dolor.

EL UMBRAL DE LOS MONSTRUOS

Muchos de mis colegas antropólogos e historiadores han explicado a la mitología como una forma de expresión humana que intenta reflejar las contradicciones de la vida social en dioses, deidades y seres imposibles. Estoy seguro de que existe una variante más, que está ligada con la experiencia de cada uno de los sujetos que conviven en el interior de la sociedad.

Esto es, sin complicar mucho la cosa, que este tipo de criaturas también obedecen a nuestra necesidad de entender las acciones malignas de otros seres humanos. Acciones crueles y despiadadas como las de Charles Manson o Luis Alfonso Garavito, a quienes los medios han dejado de representar como hombres, para retratarlos como monstruos. Como yo mismo hice en mi libro Los monstruos en Colombia sí existen.

Algunos de los asesinos en serie más brutales de la h

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