ENSAYO BIBLIOGRÁFICO
Es una tarea inabordable dar cuenta de la producción escrita sobre las tradiciones historiográficas y las figuras de los estudiosos que reflexionaron sobre el pasado argentino. Por otra parte, no es el propósito del presente ensayo bibliográfico que busca solamente orientar al lector hacia algunas lecturas complementarias, ponderando brevemente sus aportes, señalar los trabajos considerados imprescindibles (en los límites de la erudición de los autores del libro) y, en especial, aludir a aquellas obras que han sido utilizadas a lo largo del texto y que dadas las características de la colección no pueden ser indicadas en notas a pie de página. En ese contexto, en el que no faltarán ciertamente omisiones y olvidos, los autores quieren llamar la atención sobre la necesidad de ir a los textos (si se prefiere las “fuentes”) y dar prioridad a ellas antes que a los exégetas de los mismos. Ellos no se incluyen aquí ya que los autores y las obras han sido indicadas a lo largo del libro y no pareció necesario hacer un nuevo elenco en este ensayo. De muchas de esas obras existen además numerosas ediciones y no es difícil para el lector ubicarlas.
Capítulo 1
Tradicionalmente, la historiografía erudita se presentó organizada a partir de los estudios históricos de Bartolomé Mitre y sus historias sobre Belgrano y San Martín; la cristalización de esta concepción se halla en el texto de Rómulo Carbia, Historia crítica de la Historiografía Argentina, Coni, Buenos Aires, 1940 (3ª ed.); esta edición, la definitiva, fue antecedida por una primera publicada como el Tomo II de la Biblioteca Humanidades de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata en 1925, bajo el título de Historia de la Historiografía Argentina, y por una segunda publicada también en La Plata en 1939. Por su parte Ricardo Levene y genéricamente los miembros de la Academia Nacional de la Historia se han ocupado profusa y elogiosamente de la figura de Mitre y su labor historiográfica, como ocurre en los clásicos textos de Ricardo Levene, Mitre y los estudios históricos en la Argentina, Buenos Aires, Academia Nacional de Historia, 1944; Las ideas históricas de Mitre, Buenos Aires, Coni, 1948.
Un interesante contrapunto entre Carbia y Levene en: Gustavo Prado, “La historiografía argentina del siglo XIX en la mirada de Rómulo Carbia y Ricardo Levene: problemas y circunstancias de la construcción de una tradición. 1907-1948”, en: Nora Pagano y Martha Rodríguez, La historiografía rioplatense en la posguerra, Buenos Aires, La Colmena, 2001, pp. 9-36.
Desde la historia de la historiografía, resulta asimismo frecuente colocar a Mitre como punto de partida de los estudios sistemáticos y documentados, elaborados desde la perspectiva del nacionalismo de matriz liberal, tal como aparece en:Tulio Halperin Donghi “Un cuarto de siglo de historia argentina”, Buenos Aires, Desarrollo Económico, Nº 100, 1986, pp. 487-520;Aurora Ravina,“La historiografía”, en Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires Planeta, 2001, T. 6; Fernando J. Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002.
En lo concerniente al mundo de las ideas para la etapa post-Caseros resulta insoslayable la consulta al texto de Tulio Halperin Donghi, Proyecto y construcción de una nación. Argentina, 1848-1880, Biblioteca Ayacucho, 1984 (2ª edición Ariel, 1995); del mismo autor:“En busca de la especificidad del pensamiento político hispanoamericano”, en: Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, vol. 8, Nº 1, en-jun. 1997. Respecto del liberalismo decimonónico local, Elías Palti traza un itinerario en el artículo “Orden político y ciudadanía. Problemas y debates en el liberalismo argentino en el siglo XIX”, en: Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, vol. 5, Nº 2, jul-dic. 1994, en tanto que Tulio Halperin Donghi analiza el fenómeno desde el comparatismo en: “Liberalismo argentino y liberalismo mexicano”, en El espejo de la historia, Buenos Aires, Sudamericana, 1987, pp. 141-167; Oscar Terán, “Nacionalismos argentinos (1810-1930)” en: Ciencias Sociales, Nº 1, UNQ, 1994. Desde una perspectiva latinoamericanista, pueden consultarse además:Arturo Roig, Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, México, FCE, 1981; Leopoldo Zea, El pensamiento latinoamericano, Barcelona, Ariel, 1976.
También desde el plano de las ideas pero particularmente en lo vinculado a la recepción de modelos europeos en el contexto local,resulta imprescindible la lectura de Natalio Botana, La tradición republicana, Sudamericana, Buenos Aires, 1984, y La libertad política y su historia, Buenos Aires, 1991. Por su parte, Fernando Devoto analiza el impacto diverso de la obra de H. Taine en Mitre y López en: “Taine y los Orígenes de la Francia contemporánea”, en: Entre Taine y Braudel, Buenos Aires, Biblos, 1992, pp. 11-46.
Otros enfoques centrados en la historia de las ideas se refirieron al pensamiento de intelectuales estrechamente asociados a los orígenes de la erudición; en tal sentido, Jorge Myers proporciona una interesante interpretación sobre los contenidos del romanticismo vernáculo —particularmente sobre la figura de Juan M. Gutiérrez— en “Una genealogía para el parricidio: Juan María Gutiérrez y la construcción de una tradición literaria”, en Entrepasados, Buenos Aires, año III, Nº 4 y 5, fines de 1993, pp. 65-88, y sobre la de González: Darío Roldán, Joaquín V. González, a propósito del pensamiento político liberal (1880-1920), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1993.
Sobre los usos del pasado en el contexto de la formación y consolidación del Estado resulta de interés la consulta a Lilia Ana Bertoni “Construir la nacionalidad: Héroes, estatuas y fiestas patrias, 1887-1891” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 1992, tercera serie, Nº 5, y Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, FCE, Buenos Aires, 2001.
Para analizar las condiciones y características generales de la historiografía decimonónica, resulta imprescindible la lectura de Pablo Buchbinder, “Vínculos privados, instituciones públicas y reglas profesionales en los orígenes de la historiografía argentina” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, tercera serie, Nº 13, primer semestre,1996, texto en el que su autor reconstruye con minuciosidad la circulación de fuentes y bibliografía entre los estudiosos. En similar sentido y particularmente en lo concerniente a la actividad editorial y el movimiento bibliográfico, contamos con tres textos clásicos: José Torre Revello “Los maestros de la bibliografía en América”, en: Suplemento de Anales Gráficos, Instituto Argentino de Artes Gráficas, Buenos Aires, 1941, y Ricardo Piccirilli, Carlos Casavalle, impresor y bibliófilo. Una época de la bibliografía americana, Julio Suárez, Buenos Aires, 1942, y fundamentalmente el de Domingo Bonocuore, Libreros, editores e impresores de Buenos Aires, El Ateneo, 1944; en esta última línea puede consultarse también José Luis de Diego (dir.), Editores y políticas editoriales en Argentina, 1880-2000, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2006, en especial el capítulo de Sergio Pastormerlo “1880-1899. El surgimiento del mercado editorial” en el que se analiza la diferenciación de circuitos en que se orienta la cultura letrada.
Con relación a lo anterior pero para el caso de las revistas especializadas en el siglo XIX, no abundan los análisis sistemáticos en profundidad; pueden hallarse algunas referencias en: Ernesto Maeder,“Revistas históricas en la segunda mitad del siglo XIX”, en: Clío, Nº 4, 1998; Diana Cavalaro, Revistas argentinas del siglo XIX, Buenos Aires, Asociación Argentina de Editores de Revistas, 1996. Del trabajo colectivo Historia de las revistas argentinas,Asociación Argentina de Editores de Revistas, Buenos Aires, 1997, se sugiere la consulta de los siguientes artículos:“Revista de Buenos Aires” a cargo de Hilda Agostino, la “Revista del Río de la Plata” a cargo de Marcelo Mattioli, “Nosotros” Mónica Ogando y Ricardo Paramos y el interesante abordaje de “La Biblioteca” elaborado por Alejandro Eujanian, “Paul Groussac y una empresa cultural de fines del siglo XIX: la revista La Biblioteca, 1896-1898”,T. II, pp. 9-44. Para esta última publicación —“La Biblioteca”—, puede verse además el texto muy documentado de Paula Bruno, Paul Groussac. Un estratega intelectual, Buenos Aires, FCE, 2005, en el que se analizan las dos épocas de la publicación periódica de la Biblioteca Nacional en el marco más amplio de la trayectoria de Paul Groussac.
Entre los factores que contribuyeron a la conformación de la historiografía erudita, las instituciones dedicadas a los estudios históricos recibieron escaso tratamiento; entre ellos merecen particular atención los de Ernesto Fitte,“Mitre y el Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata”, en: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, vol. 41, 1968, y Juan Pivel Devoto “El Instituto Histórico y Geográfico Nacional (1843-1845)”, en Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, T. XI, 1934/35; otros textos contienen menor cantidad de información pero son útiles para verificar el entramado relacional como consta en la conferencia pronunciada por R. Levene en Montevideo publicada bajo el título:El Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay y la personalidad de su fundador Andrés Lamas, Montevideo, El siglo ilustrado, 1943; en similar perspectiva, el escueto trabajo de Carlos de Macedo Soares, “Bartolomé Mitre y el Instituto Histórico y Geográfico brasileño y la Academia Brasileña de Letras”, en: Academia Nacional de la Historia, Mitre. Homenaje de la Academia Nacional de la Historia en el cincuentenario de su muerte. 1906-1956, Buenos Aires, 1957. El estudio más completo sobre la Junta de Historia y Numismática Americana y el contexto historiográfico e institucional en el que surge y con ella relacionado es el elaborado con motivo del centenario de la corporación: AA.VV., La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (1893-1938), Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1995, particularmente las contribuciones de Aurora Ravina,“La fundación, el impulso mitrista y la definición de rasgos institucionales. Bartolomé Mitre (1901-1906) y Enrique Peña (1906-1911)”, pp. 24-59.
Sobre los orígenes de la institucionalización de los estudios históricos en sede universitaria, contamos con el trabajo pionero de Tulio Halperin Donghi, Historia de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Eudeba, 1962; por su parte y en sendos libros, Pablo Buchbinder amplió y focalizó la temática en sus Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, Eudeba, 1997, e Historia de las universidades argentinas, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
La historiografía argentina del último cuarto del siglo XIX ha sido analizada críticamente por Gustavo Prado,“Las condiciones de existencia de la historiografía decimonónica argentina”, en: AA.VV., Estudios de historiografía argentina II, Buenos Aires, Biblos, 1999, pp. 37-74; un original abordaje sobre las narraciones históricas en sus distintos formatos a lo largo del siglo XIX es el elaborado por Beatriz Bragoni,“Lenguajes, formatos literarios y relatos historiográficos en la edificación de las naciones en el siglo XIX. Una aproximación desde los márgenes australes del antiguo imperio español”, F. Colom (ed.) La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico,Valencia, Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 561-596.
Para percibir los cambios entre la primera y segunda mitad de siglo, resulta esclarecedor el planteo de Fabio Wasserman, Entre Clío y la polis. Conocimiento histórico y representaciones del pasado en el Río de la Plata (1830-1860), Buenos Aires,Teseo, 2006; una versión más acotada y centrada en las imágenes sobre la Revolución de Mayo en: “De Funes a Mitre. Representaciones de la revolución de Mayo en la política y la cultura rioplatense (primera mitad del siglo XIX)”, en Prismas. Revista de historia intelectual, Nº 5, 2001, pp. 57-84.
Para reconstruir la etapa que se abre a partir de la edición definitiva de la Historia de Belgrano y una reflexión sobre su impacto:Tulio Halperin Donghi “Treinta años en busca de un rumbo”, en: Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo comp. La Argentina del ochenta al centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 1980, pp. 829-840, reeditado luego como “La historiografía argentina del ochenta al centenario”, en: Ensayos de historiografía, Ediciones El cielo por asalto, Buenos Aires, 1996, pp. 45-56.
Casi todos los estudios anteriores contienen referencias a la relación entre historia e identidad, temática que Elías Palti coloca en una perspectiva comparatista altamente enriquecedora en: “Imaginación histórica e identidad nacional en Brasil y Argentina. Un estudio comparativo”, en: Revista Iberoamericana, vol. LXII, Nº 174, enero-marzo, 1996, pp. 47-69.
Para un ejercicio comparativo proporcionan datos de interés: Carlos Real de Azúa, La orígenes de la nacionalidad uruguaya, Montevideo, Arca —Instituto nacional del Libro, 1990—, Carlos Zubillaga, Historia e historiadores en el Uruguay en el Siglo XX, Librería de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Montevideo, 2002, y Edmundo Correas, “Historiadores de Chile”, en Investigaciones y Ensayos, Nº 31, 1981.
Entre los muchos estudios dedicados a analizar los aportes de Mitre y López reviste particular relevancia el ya citado texto de Natalio Botana, La libertad política y su historia en el que el análisis de las ideas se conjuga con la reflexión historiográfica. Por su parte,Tulio Halperin Donghi estableció las particularidades de la historia de Mitre frente a la de V. F. López en: “Mitre y la formulación de una historia nacional para la Argentina” en: Anuario IEHS,Tandil, Nº 11, 1996, pp. 57-69; más recientemente el autor recuperaba algunos de los conceptos allí vertidos esta vez colocándolos en el marco de los estudios sobre la problemática de la nación, en: “Los orígenes de la nación argentina, un tema que retorna”, en: Entrepasados, Nº 20/21, Buenos Aires, 2001, pp. 143-160. Los análisis del Dr. Halperin Donghi están referidos a la Historia de Belgrano; la Historia de San Martín fue compulsada para verificar el tratamiento que Mitre otorgaba a la figura de Bolívar de cuyo contrapunto con San Martín el historiador extrae interesantes reflexiones: cfr. “La imagen argentina de Bolívar: de Funes a Mitre”, en: El espejo de la historia. Problemas argentinos y perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, Sudamericana, 1987, pp. 111-140.
Una sagaz interpretación política es la aportada por Elías Palti, “La Historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional”, en: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani,Tercera serie, Nº 21, 1er. Semestre, 2000, pp. 75-98.
Para atender a algunas particularidades de la historiografía de Mitre no contenida en sus historias de Belgrano y San Martín, resulta relevante la breve comunicación de Eduardo Hourcade,“Del diario al libro”. Episodios trágicos de la revolución en la pluma de Mitre”, en Estudios Sociales, año V, Nº 8, 1 semestre de 1995, pp. 161-170.
Sobre las concepciones historiográficas de Vicente Fidel López, uno de los mejores estudios es el de José Luis Romero “Vicente Fidel López y la idea de desarrollo universal de la Historia”,publicado originariamente como prólogo a la obra de V. F. López Memoria sobre los resultados generales con que los pueblos han contribuido a la civilización de la humanidad, Buenos Aires, Nova, 1943; republicado en Imágenes y perspectivas y La experiencia argentina, Buenos Aires, FCE, 1980; Tulio Halperin Donghi “Vicente Fidel López, historiador”, en: Ensayos de historiografía argentina, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1996,pp.35-44,(originariamente fue publicado en la Revista de la Universidad de Buenos Aires, año 1, Nº 3, ag-set. de 1956). El libro de Ricardo Piccirilli, Los López: una dinastía intelectual, Buenos Aires, Eudeba, 1972, aporta una útil información sobre la vida pública de las tres generaciones de los López —Vicente López y Planes,Vicente Fidel López y Lucio V. López—. Desde el ángulo de la Historia de las ideas existe el texto de Alberto Lettieri, Vicente Fidel López: la construcción histórico-política de un liberalismo conservador, Buenos Aires, Biblos, 1995; en tanto que para los aspectos menos explorados de la trayectoria de Vicente Fidel —como economista—, es recomendable la consulta a José Carlos Chiaramonte: Nacionalismo y liberalismo económicos en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1971.
La figura de Paul Groussac fue revisitada ya por José Luis Romero,“El hombre y la historia en Groussac”, en La experiencia argentina y otros ensayos (varias ediciones); la centralidad del método fue observada por Ezequiel Gallo,“Paul Groussac: reflexiones sobre el método histórico”, en: Historia, Nº 3, septiembre de 1981 y profundizada en varias elaboraciones entre las que se destacan:Alejandro Eujanian,“Paul Groussac y la crítica historiográfica en el proceso de profesionalización de la disciplina histórica en la Argentina a través de dos debates finiseculares”, en: Estudios Sociales, Nº 9, Santa Fe, segundo semestre de 1995, pp. 37-55, y del mismo autor la “Nota Preliminar” a Los que pasaban, Buenos Aires, Aguilar, 2001; Julio Stortini,“Teoría, método y práctica historiográfica en Paul Groussac”, en: AA.VV., Estudios de historiografía argentina I, Buenos Aires, Biblos, 1997, pp. 5-32, y “La recepción del método histórico en los inicios de la profesionalización de la Historia en la Argentina”, en: AA.VV., Estudios de historiografía argentina II, Buenos Aires, Biblos, 1999, pp. 75-100. La historia intelectual del estudioso francés que también puede seguirse en el estudio preliminar y selección de textos de Paula Bruno, Travesías intelectuales de Paul Groussac, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2005, y “Paul Groussac y La Biblioteca (1896-1898)”, en: Hispamérica. Revista de literatura, año 32, Nº 94, 2003, pp. 87-94.
Sobre los debates historiográficos existen análisis muy dispares; una síntesis eficaz en: Mauricio Tenorio, “Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López. El pensamiento historiográfico argentino en el siglo XIX”, en Secuencia, Nº 16, México, enero-abril de 1990, pp. 97-122; el texto de Roberto Madero, El origen de la historia. Sobre el debate entre Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001, ofrece un enfoque poco convencional respecto de las interpretaciones estabilizadas. El planteo más claro y agudo es el efectuado por Alejandro Eujanian,“Polémicas por la historia. El surgimiento de la crítica en la historiografía argentina, 1864-1882”, en: Entrepasados, Nº 16, principios de 1999, y del mismo autor: “El surgimiento de la crítica”, en: Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de la Historia. Argentina 1860-1960, Buenos Aires,Alianza, 2003.
Sobre historias regionales/provinciales, buena parte de la producción procede de los miembros de la Academia Nacional de la Historia, comenzando por los últimos tomos de la Historia de la Nación Argentina dirigida por Ricardo Levene. Más recientemente, la ya citada obra colectiva, La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (1893-1938), Buenos Aires,Academia Nacional de la Historia, 1995, T. II, contiene dispares pero útiles capítulos sobre las historiografías regionales/provinciales.
Capítulo 2
Los estudios sobre el positivismo argentino en general son bastante abundantes y se han enriquecido en los últimos años.Trabajos de hace algunos años, útiles todavía aunque desiguales, son el libro de conjunto de Ricaurte Soler, El positivismo argentino, Buenos Aires, Paidós, 1968, y la recopilación de artículos Hugo Biagini (comp.) El movimiento positivista argentino, Bs. As., Editorial de la Universidad de Belgrano, 1986. Desde luego, siempre pueden encontrarse miradas perspicaces, aunque a veces discutibles, en el antiguo trabajo de Alejandro Korn, Influencias filosóficas en la evolución nacional, Buenos Aires, Solar/Hachette, 1983 (primera edición, 1936). Cuadros de conjunto proveen José Luis Romero, El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX, Buenos Aires, Solar, 1965, y Juan Carlos Torchia Estrada, La filosofía en la Argentina, Washington, Unión Panamericana, 1961. Entre las obras más recientes merecen señalarse Carlos Barbé y Mabel Olivieri, “Sociologia, storia sociale e scienza politica in Argentina sino alla crisi del positivismo”, en AA.VV., Sociologia, storia, positivismo, Milano, Franco Angeli, 1992; Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas, Buenos Aires, Sudamericana, 1995 y del mismo autor,“Los intelectuales, las ciencias sociales y el reformismo liberal:Argentina, 1890-1916” en Desarrollo Económico, 124, 1992, pp. 545-564. Un importante aporte renovador es brindado por los diferentes trabajos de Oscar Terán, desde Positivismo y nación en la Argentina, Buenos Aires, Puntosur, 1987, En busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Catálogos, 1986, hasta, y en especial, Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo, Buenos Aires, FCE, 2000.
En relación con los estudios sectoriales es de mucho interés, con respecto al surgimiento de la sociología, el artículo de Carlos Altamirano, “Entre el naturalismo y la psicología: el comienzo de la ‘ciencia social’ en la Argentina” en Federico Neiburg-Mariano Plotkin (comps.), Intelectuales y expertos. La construcción del conocimiento social en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 2004. Desigual pero no desprovisto de vistas originales es el conjunto de trabajos reunidos por Horacio González (comp.), Historia crítica de la sociología argentina, Buenos Aires, Colihue, 2000. Puede consultarse también Ramón Leoni Pinto, “La sociología y los historiadores” en AA.VVA., La Junta de Historia y Numismática y el movimiento historiográfico en la Argentina, Buenos Aires,Academia Nacional de la Historia, 1996, T. II, pp. 189-209. En relación con las dimensiones filosóficas, son muy relevantes las partes correspondientes de los libros de Jorge Dotti, Las vetas del texto. Una lectura filosófica de Alberdi, los positivistas, Juan B. Justo, Buenos Aires, 1990, y La letra gótica. Recepción de Kant en Argentina desde el romanticismo hasta el treinta, Buenos Aires, Filosofía y Letras, UBA, 1992. En relación con los desarrollos de la psicología, debe verse Hugo Vezzetti, La locura en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 1985, y más recientemente la abarcadora tesis de Ana María Talak, Los primeros desarrollos de la psicología en la Argentina (1896-1919), Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 2008; con relación a las ciencias jurídicas puede consultarse J. M. Mariluz Urquijo, “El Derecho y los historiadores” en AA.VV., La Junta de Historia y Numismática…, cit.,T. II, pp. 173-187. Sobre las perspectivas científicas, varios de los valiosos aportes de Marcelo Montserrat han sido reunidos en Id., Usos de la memoria: razón, ideología e imaginación históricas, Buenos Aires, Sudamericana, 1996. Con relación a la historiografía, una siempre sugerente visión de conjunto en Tulio Halperin Donghi, “La Historiografía: treinta años en busca de un rumbo” ya citado. Acerca de un problema puntual, la influencia relevante de Hipólito Taine en varios positivistas argentinos se remite a Fernando Devoto, “Taine y los Origines de la France Contemporaine en dos historiografías (francesa y argentina) finiseculares”, ya citado en el capítulo precedente.
En relación con las dimensiones institucionales existen distintos trabajos. Una visión de conjunto para el caso porteño lo brinda el ensayo de Tulio Halperin Donghi, Historia de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, EUDEBA, 1962. Sobre la vida intelectual y académica en la Facultad de Derecho en el período (y sus límites) es todavía de mucha utilidad, Agustín Pestalardo, Historia de la enseñanza de las ciencias jurídicas y sociales en la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Imprenta Alsina, 1914, y también Alfredo Colmo, La cultura jurídica y la Facultad de Derecho, Buenos Aires, Otero, 1915. Una visión más matizada en Víctor Tau Anzoátegui, “Pensamiento jurídico y acción legislativa” en Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentina,T. 8, pp. 403-444. Sobre las Facultades de Humanidades y de Filosofía y Letras, Pablo Buchbinder, Historia de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires, ya citado y circunscripto a las carreras de historia, Fernando Devoto, “La enseñanza de la historia argentina y americana. Nivel superior y universitario. Dos estudios de caso”, en AA.VV., La Junta de Historia y Numismática…, cit.,T. II, pp. 387-402. Los dos volúmenes citados contienen abundante información sobre la época desde distintas perspectivas que, aunque desde enfoques mayoritariamente tradicionales, van más allá del movimiento estrechamente historiográfico. Más en general, sobre el campo intelectual argentino, debe verse el pionero y ya clásico trabajo de Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, “La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos”, en Ensayos argentinos: de Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires,Ariel, 1997.También perspicaz es David Viñas, Literatura argentina y realidad política, Buenos Aires, CEAL, 1982. La alusión crítica de Rojas, al clima de época, citada en el texto, se encuentra en: Ricardo Rojas, “Noticia Preliminar” a B. Mitre, Comprobaciones Históricas (Primera Parte), Buenos Aires, Librería La Facultad de J. Roldán, 1916, págs. XXXVI-XXXIX.
Un encuadre general del pensamiento argentino en el período se encuentra en Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera [ 1880-1910], Buenos Aires, Ariel, 1997, y en Tulio Halperin Donghi, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Buenos Aires,Ariel, 2000.
Sobre los distintos autores analizados en el capítulo existe una bibliografía significativa pero dispar según los casos. Datos biográficos sobre la mayoría de los estudiosos analizados, no siempre seguros, se encuentran en Vicente Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires, Elche, 1985, 7 v. Sobre José María Ramos Mejía es siempre útil partir del antiguo bosquejo de José Ingenieros,“La personalidad intelectual de José Ingenieros” publicado en muchos lugares, entre ellos como Prólogo de José M. Ramos Mejía, Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, Buenos Aires, Rosso, 1932, pp. 9-64. Los comentarios de Paul Groussac referidos en el texto aparecieron como Introducción a José M. Ramos Mejía, La locura en la historia, Buenos Aires, Lajouanne, 1895. De importancia son las sugerencias del breve ensayo de Tulio Halperin Donghi, “Positivismo historiográfico de José María Ramos Mejía”, en Imago Mundi, 5, 1954, y del más extenso y reciente de Oscar Terán,“José María Ramos Mejía: uno y la multitud”, en Id., Vida intelectual…, pp. 83-133. Puede verse también el artículo de Luciano de Privitelio,“Las multitudes argentinas. Los límites del análisis positivista en la obra de J. M. Ramos Mejía” en Cuadernos Americanos, 56, 1996. Sobre la obra de Ernesto Quesada, hay algunos estudios desde el muy discutible de Antonio J. Pérez Amuchástegui,“El historiador Ernesto Quesada”, en G. Ferrari-E. Gallo, op. cit., pág. 841-850 hasta los más interesantes de Pablo Buchbinder,“Los Quesada en Europa, 1873-1874”, en Todo es Historia, Nº 336, junio 1995 y, sobre todo, los de Eduardo Zimmermann, “Ernesto Quesasa, la época de Rosas y el reformismo institucional del cambio de siglo”, en F. Devoto (comp.), La historiografía argentina en el siglo XX, Buenos Aires, CEAL, 1993, vol. I y Oscar Terán,“Ernesto Quesada: sociología y modernidad, en Id., Vida intelectual…, cit., pp. 207-288. De aparición reciente es un dossier sobre la figura de Quesada (“Legados de Ernesto Quesada”) del que he podido consultar el sugerente trabajo de Martín Bergel, “Ernesto Quesada o la ciencia como vocación” en Políticas de la Memoria, Nº 8/9, 2008. Aspectos poco explorados de Quesada en relación con la museística en María Élida Blasco, Ernesto Quesada y la organización de un museo de historia nacional, Buenos Aires, 2007, mimeo. Acerca de Juan Agustín García puede partirse de los antiguos trabajos de Ángel Castellán,“Las ideas sociales de Juan Agustín García”, en Boletín del Instituto de Sociología, 3, 1944, Ricardo Levene, La realidad histórica y social argentina vista por Juan Agustín García, Instituto de Historia del Derecho Argentino, Conferencias y Comunicaciones, XII, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1945, y Narciso Binayan, Prólogo a Juan Agustín García, Obras Completas, Buenos Aires, Zamora, 1955, I, hasta Víctor Tau Anzoátegui, El derecho en la visión finisecular de Juan Agustín García, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1996, y Fernando Devoto,“Estudio Preliminar” a Juan Agustín García, La ciudad indiana, Sobre nuestra incultura y otros escritos, Buenos Aires, Universidad de Quilmes, 2006, pp. 9-48. Acerca de la obra de Rodolfo Rivarola los estudios son más limitados de lo que pudiera suponerse vista la importancia de su figura en la Argentina de las primeras décadas del siglo XX y un trabajo de conjunto sobre su obra es una tarea pendiente. Un enfoque tradicional en Gerardo Ancarola, Las ideas políticas de Rodolfo Rivarola, Buenos Aires, Marymar, 1975.Afortunadamente una de las dimensiones de su obra es indagada en el reciente libro de Darío Roldán (comp.), Crear la democracia. La Revista Argentina de Ciencia Política y el debate en torno de la República Verdadera, Buenos Aires, FCE, 2006. El mismo autor ha brindado un persuasivo enfoque de Rivarola, en Darío Roldan,“Rodolfo Rivarola y el impasse democrático de la derecha liberal”, en Estudios sociales, Nº 34, 2008, pp. 29-50. Sobre la figura de Carlos Octavio Bunge, abundante información biográfica en Eduardo J. Cárdenas y Carlos Payá, La Argentina de los hermanos Bunge, Buenos Aires, Sudamericana, 1997. Iluminadoras son las observaciones de Enrique Marí, “El marco jurídico” en Hugo Biagini (comp.), op. cit., 1985, pp. 141-209 y las de Oscar Terán,“Carlos Octavio Bunge: entre el científico y el político”, en Prismas, Nº 2, 1998, pp. 95-110.
Acerca de Lucas Ayarragaray se dispone finalmente de un buen cuadro de conjunto en la interesante tesis de doctorado de Gabriel A. Kozel, La Argentina como desilusión. Contribución a una idea del fracaso argentino (1900-1955), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.
Los dos estudiosos que han concitado mayor atención han sido Juan Álvarez y José Ingenieros. El primero despertó y despierta mucho interés y a su figura le dedicaron atención, desde historiadores de la Nueva Escuela Histórica como Leoncio Gianello, “Labor historiográfica de Juan Álvarez”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, 28, 1967, pp. 536-564, y Horacio Cuccorese, Historia crítica de la Historiografía socioeconómica argentina del siglo XX. La Plata: Universidad Nacional de La Plata, 1975, a estudiosos de izquierda como Sergio Bagú en su estudio preliminar a Juan Álvarez, Las guerras civiles argentinas. Buenos Aires: EUDEBA, 1966 y Alberto J. Plá, a historiadores renovadores como Tulio Halperin Donghi, “Juan Álvarez, historiador”, en Ensayos de historiografía, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996, pp. 67-71 y Roberto Cortés Conde, “Estudio preliminar” Juan Álvarez, Las guerras civiles argentinas y el problema de Buenos Aires en la República. Buenos Aires, Ed.Taurus, pp. 9-30. Un balance reciente que enfoca distintos aspectos de Juan Álvarez, su padre y su hermano en Élida Sonzogni y Gabriela Dalla Corte (comp.), Intelectuales rosarinos entre dos siglos. Clemente, Serafín y Juan Álvarez. Identidad local y esfera pública, Rosario, Pro Historia, 2000. La obra de James Thorold Rogers tan influyente sobre Álvarez es Sentido Económico de la Historia, Madrid, La España Moderna, 1905 (se agradece a Manuel Fernández López que facilitó un ejemplar de la misma). Igualmente abundante es la producción sobre José Ingenieros. De esa extensa literatura pueden recordarse los trabajos clásicos de Aníbal Ponce, José Ingenieros: su vida y su obra, Héctor Agosti, Ingenieros, ciudadano de la juventud, Buenos Aires, Futuro, 1945, y Sergio Bagú, Vida de José Ingenieros, Buenos Aires, EUDEBA, 1963. Un punto de giro en las interpretaciones sobre Ingenieros lo constituyen los trabajos de Oscar Terán, José Ingenieros: antiimperialismo y nación, México, Siglo XXI, 1979, y “José Ingenieros o la voluntad de saber”, en Id., En busca de la ideología argentina, ya citada, pp. 51-84. Un análisis de interés de una etapa de Ingenieros en Luis Rossi,“Los proyectos intelectuales de José Ingenieros desde 1915 a 1925: la crisis del positivismo y la filosofía en la Argentina” en Revista de Filosofía. Cultura-Ciencias-Educación, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1999. Originales reflexiones sobre Ingenieros y la historiografía en Ricardo Pasolini,“Crítica erudita y exaltación antifascista. Acerca de la obra de José Ingenieros ‘historiador’” en Prismas. Revista de Historia Intelectual, Nº 11, 2007, pp. 87-111.
Capítulo 3
Entre los autores que se ocuparon de la Nueva Escuela Histórica, un primer conjunto procede de las propias filas de la tradición; entre ellos es ya un clásico en de Rómulo Carbia Historia crítica de la Historiografía Argentina, ya citado y el artículo de Ricardo Caillet-Bois, “La Historiografía”, en: Rafael Arrieta, Historia de la literatura argentina, Buenos Aires, Peuser, T. 6, 1960; ambos resultan de utilidad para percibir las clasificaciones que los propios miembros de la tradición realizaban al interior de la misma. En similar sentido pero particularmente orientado a la problemática de las genealogías, resulta de interés el texto de Gustavo Prado “La historiografía argentina del siglo XIX en la mirada de R. Carbia y R. Levene: problemas y circunstancias de la construcción de una tradición. 1907-1948”, ya citado, pp. 9-36.
Desde una mirada más amplia orientada a colocar a la Nueva Escuela Histórica en el contexto de la historiografía argentina, pueden consultarse el trabajo pionero de Horacio Cuccorese, Historia crítica de la historiografía socioeconómica argentina en el siglo XX, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1975;Tulio Halperin Donghi “Un cuarto de siglo de historiografía argentina”, en: Desarrollo Económico, Nº 100, 1985; Jorge Myers, “Pasados en pugna: la difícil renovación del campo histórico argentino entre 1930 y 1955”, en: Federico Neiburg y Mariano Plotkin (comp.), Intelectuales y expertos, ya citado, pp. 67-88. El segundo de estos estudios contiene interesantes argumentos que permiten explicar la continuidad de la tradición y planteó ideas sugerentes desde una perspectiva crítica, en tanto que en el tercero se construye un interesantísimo cuadro desde los orígenes de la tradición hasta los años ’30.También desde una mirada institucional: AA.VV., La Junta de Historia y Numismática americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (1893-1938), Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1995, particularmente para la NEH, véase el artículo de María C. Pompert de Valenzuela “La Nueva Escuela Histórica: una empresa renovadora”, pp. 219-235.
Por su parte, Alejandro Cattaruzza problematizó las estabilizaciones historiográficas sobre la tradición en:“La historia y la ambigua profesión de historiador en la Argentina de entreguerras”, en: Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de la Historia.Argentina 1860-1960”, Buenos Aires, Alianza, 2003, pp. 103-143; el mismo autor ha trazado un estimulante panorama de la década del ’30 articulando la historia con la política en:“Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional”, en Alejandro Cattaruzza (dir.), Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política, Tomo VII de la Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2001.
Dentro de la larga trayectoria de la tradición, los períodos más trabajados fueron los de sus inicios; en tal sentido resulta de interés el planteo de Fernando Devoto, “Entre ciencia, pedagogía patriótica y mito de los orígenes. El momento de surgimiento de la historiografía profesional argentina”, en: Estudios de historiografía argentina (II), Buenos Aires, Biblos, 1999, pp. 11-36, en el que se analiza la tensión entre historia científica e historia nacional; el texto de José Carlos Chiaramonte, “En torno a los orígenes del revisionismo histórico argentino”, en: Ana Frega y Adriana Islas (coords.), Nuevas miradas en torno del artiguismo, Depto. de Publicaciones de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay, 2001, pp. 29-61, es fundamental para entender la actitud revisionista propiciada desde la historia constitucional argentina. Para una síntesis del surgimiento de la NEH hasta los años ’30: Nora Pagano,“La emergencia de un campo historiográfico”. En: Espacios, Facultad de Filosofía y Letras. UBA, Nº 19-20, nov.-dic. de 1996, pp. 72-76.
Para el clima de ideas en época de los comienzos de la tradición, contamos con los notables aportes de: Jorge Dotti,“Las hermanas enemigas. Ciencia y ética en el positivismo del Centenario”, en Las vetas del texto. Una lectura filosófica de Alberdi, los positivistas, Juan B. Justo, y los artículos de la compilación de Darío Roldán (comp.), Crear la democracia. La Revista Argentina de Ciencias Políticas y el debate en torno de la república verdadera, ya citados, artículos que ilustran las reflexiones de los intelectuales vinculados con el reformismo liberal. La reacción antipositivista fue abordada en: Luis A. Rossi “José Ingenieros: el idealismo y la crisis del positivismo en la Argentina”, ya citado; por su parte,Alejandro Eujanian trabajó un tema escasamente explorado de manera sistemática: “El novecentismo argentino: reformismo y decadentismo. La revista Cuaderno del Colegio Novecentista 1917-1919”, en: Estudios Sociales, Nº 21, año XI, 2º semestre 2001, pp. 86-103.
En el apartado bibliográfico del capítulo 1 ya se indicaron algunos estudios que remiten a la difusión de la metodología histórica y de las polémicas historiográficas en torno al método; puntualmente para el debate de Groussac con la NEH:Alejandro Eujanian,“Paul Groussac y la crítica historiográfica en el proceso de profesionalización de la disciplina histórica en la Argentina a través de dos debates finiseculares”, en: Estudios Sociales, Nº 9, Santa Fe, segundo semestre de 1995; Julio Stortini “Teoría, método y práctica historiográfica en Paul Groussac”, en:AA.VV., Estudios de historiografía I, Buenos Aires, Biblos, 1997 y del mismo autor “La recepción del método histórico en los inicios de la profesionalización de la historia en la Argentina”, en: Estudios de historiografía argentina (II), Buenos Aires, Biblos, 1999; Paula Bruno, Paul Groussac. Un estratega intelectual, ya citado. En el artículo de Nora Pagano y Martha Rodríguez,“Las polémicas historiográficas en el marco de profesionalización de la disciplina en Argentina”, en: Estudios Sociales, Nº 17, 1999, pp. 35-48, se reconstruyen además las polémicas no sólo con los estudiosos precedentes como Mitre, López o Groussac sino las que tuvieron lugar entre los miembros de la Nueva Escuela Histórica.
Los estudios dedicados a la NEH decrecen considerablemente para la etapa que se abre con el peronismo; en este caso contamos con abordajes centrados en itinerarios individuales desde los cuales se analizaba una época como los realizados por Martha Rodríguez,“Cultura y educación bajo el primer peronismo. El derrotero académico institucional de R. Levene”, y Nora Pagano “Olvidar y recordar una historia de vida. El sujeto y las comunidades interpretativas. El caso de Diego L. Molinari”, ambos en La historiografía rioplatense en la posguerra, Buenos Aires, La Colmena, 2001, pp. 39-64 y 67-90 respectivamente. Respecto de la etapa posperonista, los estudios disponibles destacaron la presencia de la NEH en el mapa universitario; en tal sentido resulta muy productiva la lectura de dos artículos de la compilación La historiografía argentina en el siglo XX (II), Buenos Aires, CEAL, 1994 (reedición en Editores de América Latina, Buenos Aires, 2006), el de Fernando Devoto “Los estudios históricos en la Facultad de Filosofía y Letras entre dos crisis institucionales”, pp. 50-68 y el de Noemí Girbal de Blacha “La Facultad de Humanidades de La Plata y su producción historiográfica entre la ‘Revolución Libertadora’ y la ‘Revolución Argentina’, pp. 69-90. En el primero se explora el lugar de NEH en el contexto de la renovación historiográfica de los ’60 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en tanto que el segundo refleja con elocuencia las tensiones entre sectores de la NEH platense con los renovadores.
Para la misma coyuntura mirada esta vez desde la emergencia de formulaciones historiográficas, procedentes de intelectuales cercanos al frondizismo, pueden consultarse: Martha Rodríguez,“La historia y los historiadores en los ’60. Roberto Etchepareborda “Cómo superar la antítesis revisionismo/ liberalismo”, en: Devoto F. y N. Pagano (comps.) La historiografía académica y la historiografía militante en la Argentina y Uruguay, Biblos, 2004, pp.25-29; Fernando Devoto,“Escribir la historia argentina: en torno a tres enfoques recientes del pasado nacional”, en: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana E. Ravignani, tercera serie, Nº 11, primer semestre 1995.
En lo concerniente a la institucionalización como dispositivo central en la emergencia y consolidación de la NEH, además de algunos textos ya citados, resultan pertinentes el cuadro general trazado en:Tulio Halperin Donghi Historia de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Eudeba, 1962; desde una perspectiva monográfica sugerimos el estudio de Pablo Buchbinder Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, Eudeba, 1997. El artículo de Fernando Devoto, “La enseñanza de la historia Argentina y Americana. Nivel Superior y Universitario. Dos estudios de caso”, en AA.VV., La Junta de Historia y Numismática y el movimiento historiográfico argentino, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia,T. II, 1997, pp. 388-402, proporciona un modelo comparativo entre dos de los centros universitarios —Buenos Aires y La Plata—, en los que se implantó la NEH.También desde un esquema institucionalista de corte comparativo: Nora Pagano y Miguel Galante “La Nueva Escuela Histórica: una aproximación institucional del Centenario a la década del ’40”, en: Fernando Devoto (comp.) La historiografía argentina en el siglo XX (I), ya citado pp. 45-78.
Para profundizar en el desarrollo de cada una de las vertientes que conforman la tradición se sugiere la consulta del ya citado volumen colectivo La Junta de Historia y Numismática y el movimiento historiográfico argentino, en especial las contribuciones de María Amalia Duarte, “La Escuela Histórica de La Plata”, pp. 272-294; Aurora Ravina,“Nuevos proyectos, nuevos miembros, nuevos tiempos. E. Peña (1911-1915) y José Marcó del Pont- Antonio Dellepiane (1915-1919), pp.61-90, y las de Noemí Girbal de Blacha,“La aproximación al cambio, el dinamismo interno y la transición hacia la apertura intelectual”. Ramón J. Cárcano (1919-1923) y Martiniano Leguizamón (1923-1927), pp. 95-119 y “Renovación y proyección institucional de la Junta” R. Levene (1927-1931/1934-1938) y la gestión Ramón J. Cárcano, Carlos Correa Luna (1931-1934)”, pp. 123-163. Sobre el Instituto de Investigaciones Históricas, María C. Pompert de Valenzuela “ “El Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de La Universidad de Buenos Aires”, en: La Junta de Historia y Numismática…, pp. 251-269; por su parte, el ensayo de Nora Pagano,“Las actividades académicas vinculadas con la Historia a través del Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas”, en: Estudios de Historiografía Argentina I, Buenos Aires, Biblos, 1997, pp. 55-79, procuró reflejar la dinámica contenida en el Boletín de dicha institución.
Otro grupo de estudios aborda el funcionamiento de instituciones hasta entonces poco exploradas pero relacionadas con la NEH en la medida en que sus miembros participaron de ellas; así, resulta muy ilustrativo el trabajo de Federico Neiburg, “Élites sociales y élites intelectuales: El Colegio Libre de Estudios Superiores (1930-1961)”, en: Los intelectuales y la invención del peronismo, Alianza Editorial, Buenos Aires, 1998; María Silvia Leoni de Rosciani,“La Sociedad de Historia Argentina”, en:AA.VV., La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (1893-1938),Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1995, pp. 318-327 y Alejandro Cattaruzza,“Instituciones historiográficas y campo intelectual en la Argentina de los años treinta”; en: VI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Neuquén, 1997.
Los aportes historiográficos de la NEH fueron analizados asimismo desde el estudio de las trayectorias individuales de sus integrantes; en algunos casos se trata de homenajes —como los que en general realiza la Academia Nacional de la Historia hacia sus miembros— que consignan información útil para conocer los desempeños públicos de éstos, cfr. Catálogo analítico de las publicaciones de la Academia Nacional de la Historia: 1903-1986, Buenos Aires, 1987. En otros casos se procura vincular al historiador con su época como en los siguientes textos: Pablo Buchbinder, “Emilio Ravignani: la historia, la nación y las provincias”, en F. Devoto (comp.), La historiografía argentina en el siglo XX, ya citado T. 1, pp. 79-112; Nora Pagano,“Un intelectual entre la academia y la política. Diego Luis Molinari”, en: Estudios de Historiografía, Nº 2, 1999, pp. 67-90, y “Un historiador argentino en la década del treinta. El caso de Diego Luis Molinari”, en: Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1999; Martha Rodríguez, “Los historiadores, el patrimonio y la memoria. La gestión de Ricardo Levene en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires durante el peronismo”, en Academia Nacional de la Historia, 2001; Guillermo Furlong, José Torre Revello. A self made man, Buenos Aires, Universidad del Salvador, 1968.
En lo que atañe a los desempeños políticos de algunos miembros de la NEH: Andrés Bisso,“La recepción de la tradición liberal por parte del antifascismo argentino”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe., vol. 12, N° 2, 2001, y del mismo autor:“De Acción Argentina a la Unión a la Unión Democrática: el civismo antifascista como prédica política y estrategia partidaria del Socialismo Argentino (1940-1946)”, en: Prismas, Nº 6, 2002; Diana Quattrocchi Woisson, Los males de la memoria, Buenos Aires, Emecé, 1995.
Sobre la dinámica historiográfica en la cual insertar la labor de la Nueva Escuela Histórica, resulta de interés y utilidad las Carpetas de recortes existentes en el Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani y en el Archivo Ricardo Levene.
Capítulo 4
La bibliografía sobre la tradición revisionista y sus cultores es, a la vez, extensa y acotada. En esa tradición del revisionismo histórico se combinaban con suma frecuencia la historia y la política, esta última dimensión ha ocupado más espacio de indagación que la primera. En este sentido, disponemos de muchos trabajos sobre el nacionalismo argentino (y sobre el catolicismo en sus vertientes integristas) con la que estuvo intensamente vinculada y sobre los intensos debates de ideas en los que sus integrantes estuvieron involucrados. Una enumeración en este sentido debería aludir a obras como las de Tulio Halperin Donghi, La Argentina y la tormenta del mundo, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, If., La república imposible, Buenos Aires, Ariel, 2003, y de José Luis Romero, Las ideas políticas en la Argentina, México, FCE, 1975 y El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX, ya citado, los trabajos de Carlos Altamirano y Silvia Sigal incluidos en Juan Carlos Torre (ed.), Los años peronistas (1943-1955), Buenos Aires, Sudamericana, 2002 y Alberto Ciria, Política y cultura popular. La Argentina peronista, Buenos Aires, Ed. de la Flor, 1983. Una epocal visión alternativa en Juan José Hernández Arregui, La formación de la conciencia nacional, Buenos Aires, Hachea, 1960. Más ingeniosos, desde una perspectiva crítica a la tradición liberal e incluso a sectores del nacionalismo son los trabajos de Arturo Jauretche, del que citamos aquí: Los profetas del odio y la yapa, Buenos Aires, Peña Lillo, 1973.
Desde luego que al elegir una cronología larga para este capítulo son de utilidad también las obras de Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera (1880-1910) y T. Halperin Donghi, Vida y muerte de la república verdadera (1910-1930) ya citados, María Inés Tato, Viento de fronda. Liberalismo, conservadurismo y democracia en la Argentina, 1911-1932, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, y para el peronismo y el posperonismo, en especial, Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas, Buenos Aires, Ariel, 2001, y del mismo Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires,Temas, 2001.
Si bien la mayoría de los revisionistas desarrollaron su tarea fundamentalmente fuera de las instituciones académicas, no dejaron en algunos casos, como vimos, de ocupar posiciones en los ámbitos de la educación superior. Referencias a esos intentos, en el cuadro general de los vaivenes de las instituciones académicas en Tulio Halperin Donghi, Historia de la Universidad de Buenos Aires y Pablo Buchbinder, Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, ya citados y Carlos Mangone y Jorge Warley, Universidad y peronismo, Buenos Aires, CEAL, 1994.
Los trabajos sobre el nacionalismo argentino son más abundantes que los dedicados a cualquier otra corriente argentina en el siglo XX. De esa extensa nómina (que cubre mucho mejor el período anterior al advenimiento del peronismo que el posterior a él) merecen señalarse aquí: el cuadro de conjunto de C. Buchrucker, Nacionalismo y peronismo, Buenos Aires, Sudamericana, 1987, y, pese a su carácter desigual, también el de David Rock, La Argentina autoritaria, Buenos Aires, Ariel, 1993. Véanse asimismo, para el período anterior a 1932, María I. Barbero y Fernando Devoto, Los nacionalistas, Bs.As., CEAL, 1983 y Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna, ya citado. Discutibles pero no desprovistos de interés son los trabajos de Sandra S. McGee Deutsch, Counterrevolution in Argentina, 1900-1932:The Argentine Patriotic League, Lincoln, University of Nebraska Press, Id. “The Argentine Right and the Jews”, en Journal of Latin American Studies, 18, 1986. Una apreciación semejante puede realizársele a Sandra MacGee Deutsch y Ronald Dolkart (eds.), The Argentine Right, Scholary Resources,Willmington, 1993. Los pioneros estudios de Oscar Troncoso, Los nacionalistas argentinos, Buenos Aires, SAGA, 1957, Marysa Navarro Gerassi, Los nacionalistas, Buenos Aires, Jorge Álvarez, 1968, y Carlos Payá y Eduardo Cárdenas, El primer nacionalismo argentino, Bs. As., Peña Lillo, 1978, tienen todavía aspectos de interés; muy envejecido, en cambio, J. J. Kennedy, Catholicism, Nationalism and Democracy in Argentina, Notre Dame, University of Note Dame Press, 1958. Entre otras obras puede verse también el balance de Carlos Floria, Pasiones nacionalistas, Buenos Aires, FCE, 1998, y de Elena Piñero, La tradición nacionalista ante el peronismo, Buenos Aires, A-Z Editora, 1997, y, entre las más recientes, el documentado libro de Daniel Lvovich, Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina, Buenos Aires, Javier Vergara, 2003. Una perspectiva comparada en José L. Bendicho Beired, Sob o signo da nova orden. Inteletuais autoritarios no Brasil e na Argentina, San Pablo, Ediçãos Loyola, 1999. Sobre una figura tan influyente como Maeztu, véase Pablo González Cuevas, Maeztu. Biografía de un nacionalista español, Madrid, Marcial Pons, 2003; y sobre su rol en la Argentina, Enrique Zuleta Álvarez, “Maeztu en Buenos Aires”, en Razón Española, Nº 83, 1997, pp. 319-325.
Desde la perspectiva del mismo nacionalismo, son imprescindibles el exhaustivo trabajo de Enrique Zuleta Álvarez, El nacionalismo argentino, Buenos Aires, La Bastilla, 1975, 2 vol., y la recopilación de documentos con comentarios de Julio Irazusta, El pensamiento político nacionalista, Buenos Aires, Obligado, 1975, 3 vol. El mismo Zuleta Álvarez ha dedicado numerosos artículos a distintos problemas vinculados con el nacionalismo, por ejemplo,“España y el nacionalismo argentino”, en Cuadernos del Sur, Nº 23-24, 1990-1991. Siempre útil como fuente es el inagotable libro de. Carlos Ibarguren, La historia que he vivido, Buenos Aires, Dictio, 1977, y menos perspicaz pero revelador el de Federico Ibarguren, Orígenes del nacionalismo argentino, Buenos Aires, Celcius, 1969.
Sobre los católicos, la bibliografía se ha ampliado mucho en los últimos años. Con énfasis quizás excesivo en los sectores tradicionalistas, es bien útil el libro de Loris Zanatta, Del estado liberal a la nación católica, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1996. Equilibrados son los enfoques de Lila Caimari, Perón y la Iglesia Católica, Buenos Aires, Ariel, 1994, y Susana Bianchi, Catolicismo y peronismo, Buenos Aires, IEHS, 2001.
Todos los libros hasta aquí aludidos, aunque en sus páginas aparezcan a menudo actuando políticamente muchos de los autores estudiados en este capítulo, enfocan parcial y a veces muy tangencialmente al revisionismo y, en general, cuando éste es referido, no abundan las consideraciones de sus dimensiones propiamente historiográficas. Sobre ellas existe otro conjunto de estudios bastante menos nutrido.Tulio Halperin Donghi le ha dedicado dos breves libros, El revisionismo histórico argentino, Bs.As., Siglo XXI, 1970 (de enorme interés) y la recopilación El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, y varias alusiones en “La historiografía argentina en la hora de la libertad”, en Id., Argentina en el callejón, Buenos Aires,Ariel, 1995, pp. 17-27 (la edición original en Sur es de 1955. El mejor cuadro de conjunto de la historiografía revisionista sigue siendo el bastante equilibrado libro de Diana Quattrocchi Woisson, Los males de la memoria. Historia y política en la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1995. La misma autora ha escrito diversos artículos, anteriores o posteriores a su tesis. Pueden señalarse aquí “Historia y Contra-historia en Argentina, 1916-1930”, en Cuadernos de Historia Regional, 9, 1987, pp. 34-60 y “El revisionismo de los años 30 y 40. Rosistas y revisionistas: ¿los rivales de la historia académica?”, en AA.VV., La Junta de Historia y numismática…, cit., I, pp. 295-316. Una aproximación muy original se encuentra en José Carlos Chiaramonte,“En torno a los orígenes del revisionismo histórico argentino”, ya citado.
Una reconsideración del revisionismo con especial atención a las relaciones con el peronismo la brinda Alejando Cattaruzza,“El revisionismo. Itinerario de cuatro décadas”, en Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de la historia argentina (1860-1960), Buenos Aires,Alianza Editorial, 2003, pp. 143-182.Véanse también las imaginativas páginas que le dedica a la misma cuestión Horacio González, Perón. Reflejos de una vida, Buenos Aires, Colihue, 2007, pp. 292-304.
Distintos estudios bien significativos y exhaustivos sobre diferentes aspectos del revisionismo, en especial el Instituto Juan Manuel de Rosas, ha brindado Julio Stortini, por ejemplo “Polémicas y crisis en el revisionismo argentino: el caso del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas”, en F. Devoto-N. Pagano (eds.), La Historiografía académica y la historiografía militante en Argentina y Uruguay, Buenos Aires, Biblos, 2004, Id.,“Historia y política. Producción y propaganda revisionista durante el primer peronismo”, en Prohistoria, Nº 8, 2004 e e Id.,“Los orígenes de una empresa historiográfica: el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas”, en la segunda edición aumentada de Fernando Devoto (comp.), La historiografía argentina en el siglo XX, Buenos Aires, Editores de América Latina, 2007. Aproximaciones del revisionismo a contraluz del clima post 1955 en AA.VV., El revisionismo histórico socialista, Buenos Aires, Ed. Octubre, 1974, Fernando Devoto,“Reflexiones en torno a la izquierda nacional y la historiografía”, en F. Devoto-N. Pagano, op. cit. y Michael Goebel, “Los modelos históricos de la ‘Argentina real’: la iconografía del nacionalismo y del populismo, 1955-1973”, en Revue Histoire (s) de l’Amérique latine, vol. 1, 2005.
En el marco de estudios más generales se refiere a la historiografía revisionista el limitado libro de Miguel Ángel Scenna, Los que escribieron nuestra historia, Buenos Aires, La Bastilla, 1976. Sobre varios de los autores analizados en el capítulo brindan información Aurora Ravinas y Noemí Girbal-Blacha, en sus capítulos en La Junta de Historia y Numismática, cit., I, pp. 23-168. Por otra parte, mucho interés ha suscitado la polémica sobre Rosas y en ese contexto han sido considerados los autores revisionistas o el mismo revisionismo.Véase, por ejemplo, el libro pionero de Clifton Kroeber, Rosas y la revisión de la historia argentina, Buenos Aires, Fondo Editor, 1964, el ponderado estudio de Roberto Etchepareborda, Rosas, controvertida historiografía, Buenos Aires, Pleamar, 1972, y el precedente de Hebe Clementi, Rosas en la historia nacional, Buenos Aires, La Pléyade, 1970.
Encuadres más amplios con perspectivas comparativas brindan el libro de Carlos Rama, Nacionalismo e historiografía en América Latina, Madrid, Tecnos, 1981, Laura Reali,“Entre historia y memoria: la producción de Luis A. de Herrera en los orígenes de un relato revisionista sobre la guerra del Paraguay”, Nuevos Mundos/Mundos Nuevos 2006 y sobre todo el agudo ensayo de Carlos Real de Azúa,“El Uruguay como reflexión”, en Capítulo Oriental, Nº 36 y 37, Montevideo, CEAL, 1968-1969.
En el conjunto de reflexiones sobre el revisionismo es bastante magro el aporte de los miembros de esa corriente, en especial de los autores contemporáneos sobre los autores mayores de ella, en contraste con lo que ocurre por ejemplo en Francia con las figuras de la Acción Francesa. Las contribuciones historiográficas (con excepciones en especial de los estudiosos mendocinos) remiten casi siempre al género polémico, aplicado en este caso a otros miembros de la corriente sobre todo en los álgidos años ’60.Ejemplos de ello son los trabajos de Pedro de Paoli, El revisionismo histórico y las desviaciones del Dr. José María Rosa, Buenos Aires,Teoría, 1965, Elías Jiménez Vega, Cartas a un joven rosista, Buenos Aires, Luis Laserre, 1970, o Fermín Chávez, El revisionismo y las montoneras, Buenos Aires,Teoría, 1966. Más abarcador en sus críticas e implicancias es el esquema de Rodolfo Ortega Peña y Eduardo L. Duhalde, Las guerras civiles argentinas y la historiografía, Buenos Aires, Sudestada,1967.Muy general (apenas presta algo de atención a Mitre,López y Saldías) es el trabajo de José María Rosa,“Historia del revisionismo”, en Id., Historia del revisionismo y otros ensayos, Buenos Aires, Merlín, 1968. Un breve e interesante balance,no exento de críticas en Arturo Juaretche,Política Nacional y Revisionismo Histórico, Buenos Aires, Peña Lillo, 1959.
Sobre los autores explorados en este capítulo, la bibliografía es muy desigual en cantidad y calidad. Sobre Adolfo Saldías falta una obra de conjunto en profundidad aunque algunos autores revisionistas se ocuparon de él, por ejemplo Jose María Rosa (h.),“Adolfo Saldías y la génesis de la Historia de la Confederación Argentina en Boletín del Instituto Juan Manuel de Rosas”, Nº 22, 1960. Muy sugerente es el estudio que le dedicó Julio Irazusta, “Adolfo Saldías. Revalorización del federalismo por descendientes de unitarios”, en Id., Ensayos históricos, Buenos Aires, EUDEBA, 1973, pp. 209-227 (la primera edición del mismo es de 1952). Sobre Ernesto Quesada se remite a las referencias del capítulo 2 y sobre David Peña a Jorge Mayer, “Prólogo” a David Peña, Juan Facundo Quiroga, Buenos Aires, EUDEBA, 1968, pp. 9-21. Sobre Luis Alberto de Herrera la bibliografía es extensísima. Baste recordar aquí la reciente tesis de Laura Reali, “Représentations du passé et discours politiques en Uruguay dans la première moitié du XXe siècle”,Tesis de Doctorado, EHESS, 2005, centrada en la figura de Herrera en la encrucijada entre historia y política. Sobre Carlos Ibarguren existe el trabajo de enfoque tradicional de Marta M. M. Huertas, Carlos Ibarguren. Su producción historiográfica, Mendoza, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, 1996. De mayor interés es el artículo de Milagros Gallardo,“Aproximación al concepto histórico de Carlos Ibarguren a través de su correspondencia y otros escritos”, en Revista Diálogos, 2003.
De los historiadores de la década del ’30 el autor más y mejor estudiado es, sin dudas, Julio Irazusta. Al respecto, pueden señalarse los libros de J. F. Segovia, Julio Irazusta. Conservatismo y nacionalismo, Mendoza, EDIUM, 1992, Enrique Zuleta Álvarez, Mario.G. Saraví y Enrique Díaz Araujo, Homenaje a Julio Irazusta, Mendoza, 1984, Noriko. Mutsuki, Julio Irazusta. Treinta años de nacionalismo argentino, Buenos Aires, Biblos, 2004.Véase también Enrique Zuleta Álvarez, “España en la obra de Irazusta”, en Razón Española, Nº 63, 1994 y Fernando Devoto, “Para un retrato de Julio Irazusta”, en La Biblioteca, a. 1, Nº 1 (nueva serie), 2005. El mismo Julio Irazusta dejó dos reflexiones autobiográficas de interés: Memorias (Historia de un historiador a la fuerza), Buenos Aires, Ed. Culturales Argentinas, 1975, y De la crítica literaria a la historia, a través de la política, Buenos Aires,Academia Nacional de la Historia, 1971. Sobre Rodolfo Irazusta, existe un volumen de homenaje que recoge testimonios de muy variado interés: AA.VV., Rodolfo Irazusta, 1897-1967.Testimonios, Buenos Aires, Huemul, 1980.
Aunque ha recibido abundante atención en las obras generales sobre el nacionalismo, los estudios sobre Ernesto Palacio, quien por otra parte dejó unas Memorias todavía inéditas, son casi inexistentes. Una excepción es Inés Sanjurjo de Driollet, “Política e Historia en la obra de Ernesto Palacio”, Investigaciones y Ensayos, 51, 2001, pp. 201-232. Sobre Raúl Scalabrini Ortiz sigue siendo imprescindible Norberto Galasso, Vida de Scalabrini Ortiz, Buenos Aires, Ediciones del Mar Dulce, 1970. Del mismo Galasso véase también Ramón Doll. Socialismo o Fascismo, Buenos Aires, CEAL, 1989, de lo muy poco específicamente dedicado al polemista.
Sobre José María Rosa (h.) se dispone ahora del libro de Enrique Manson, José María Rosa. El historiador del pueblo, Buenos Aires, Ciccus, 2008. Es además útil detenerse en algunos de los numerosos reportajes que concedió. El más completo es el de Pablo Hernández, Conversaciones con José María Rosa, Buenos Aires, Colihue, 1978. Aspectos interesantes contiene también la entrevista realizada por Tomás Saraví,“Reportajes Biográficos: José María Rosa”, en Envido, Nº 2, 1970, pp. 40-51. También los reportajes son la vía disponible para la figura de Fermín Chávez, entre ellos se destaca el que le realizara Jorge B. Rivera en la revista Crisis, Nº 25, mayo 1975, pp. 40-47.
Capítulo 5
La historia de la historiografía de las izquierdas en Argentina es un campo de indagación todavía escasamente abordado.
Sin ser estrictamente historiográficos, varios análisis concebidos desde la historia intelectual y el análisis de la cultura política son útiles para contextualizar la producción historiográfica de las izquierdas en distintas coyunturas.Así por ejemplo para fines del siglo XIX pueden consultarse Jorge Dotti, Las vetas del texto. Una lectura filosófica de Alberdi, los positivistas, Juan B. Justo, ya citado; J. Aricó, La hipótesis de Justo, Buenos Aires, Sudamericana, 1999; Oscar Terán, Vida intelectual en el Buenos Aires fin-desiglo (1880-1910), citado para el mundo de entreguerras resultan de interés los textos de Ricardo Pasolini, “El nacimiento de una sensibilidad política. Cultura antifascista, comunismo y nación en la Argentina: Entre la AIAPE y el Congreso Argentino de la Cultura, 1935-1955”, en: Desarrollo Económico, vol. 45, Nº 179, Buenos Aires, oct.-dic. 2005;Andrés Bisso, “La recepción de la tradición liberal por parte del antifascismo argentino”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, vol. 12, N° 2, 2001, el mismo autor elaboró la selección documental y el estudio preliminar de El antifascismo argentino, Buenos Aires, Buenos Libros-CeDInCI, 2007;“La Unión Democrática y los usos del antifacismo. Las utilidades políticas de un discurso sociocultural”. En: Cuadernos del CISH, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Centro de Investigaciones Socio-Históricas, año 4, Nº 5, Primer Semestre de 1999, y “De Acción Argentina a la Unión a la Unión Democrática: el civismo antifascista como prédica política y estrategia partidaria del Socialismo Argentino (1940-1946)”, en: Prismas, Nº 6, 2002; Osvaldo Graciano, “Intelectuales, ciencia y política en la Argentina. Argentina neoconservadora. La experiencia de los universitarios socialistas”, en: Estudios interdisciplinarios de América latina y el Caribe, vol. 14, Nº 2, jul.-dic. 2003.
Para el peronismo y posperonismo: Carlos Altamirano, Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires,Temas Grupo Editorial, 2001; Estela Spinelli “El proyecto desarrollista como intento de superación del conflicto peronismo-antiperonismo (1955-1958): crecimiento y endeudamiento” en: Jornadas de la Asociación de Historia Económica Argentina,Tucumán, 2000; María Cristina Tortti, “Debates y rupturas en los partidos comunista y socialista durante el frondizismo”, en Prismas Nº 6, Universidad Nacional de Quilmes, 2002. De esta última autora pero para una etapa más tardía: “Protesta social y nueva izquierda en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional” en: Pucciareli (ed.), La primacía de la política. Lanusse, Perón y la Nueva Izquierda en tiempos del GAN, Buenos Aires, EUDEBA, 1999 e “Izquierda y nueva izquierda en la Argentina: el caso del Partido Comunista”, Sociohistórica. Cuadernos del CISH, Universidad Nacional de La Plata, Nº 6, 2º semestre de 1999;“Las divisiones del Partido Socialista y los orígenes de la Nueva Izquierda argentina”, en: H. Camarero y C. M. Herrera (eds.), El Partido Socialista en Argentina, Prometeo, Buenos Aires, 2005. Para los años ’60 son clásicos los estudios de Oscar Terán, Nuestros años sesentas, Buenos Aires, Puntosur, 1991; Silvia Sigal, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991; Héctor Leis, Intelectuales y política, 1966-1973. Buenos Aires, CEAL, 1991; Ana Barletta,“Una izquierda peronista universitaria. Entre la demanda académica y la demanda política, 1968-1973”, en Prismas. Revista de Historia Intelectual, Universidad Nacional de Quilmes, Nº 6, 2000.Aunque no se refieren estrictamente al campo historiográfico, los textos de Germán Gil, La izquierda peronista (1955-1974), Buenos Aires CEAL, 1989, y de Alicia Rojo,“Los trotskistas argentinos frente a la Segunda Guerra Mundial”, Cuadernos del CEIP, Nº 2, agosto de 2001, y de la misma autora “El trotskismo argentino y los orígenes del peronismo”, en: Cuadernos del CEIP, N° 3, agosto 2002, resultan de interés.
Sobre la vinculación de los intelectuales de izquierda con sus respectivas agrupaciones políticas: Daniel Campione,“Los comunistas argentinos. Bases para la reconstrucción de su historia”, en: Peri