Libérate de la depresión

Fragmento

Libérate de la depresión. Haz yoga

ANTES DE COMENZAR

¡Bravo! Acabas de desbloquear el primer obstáculo: empezar, y solo por eso te mereces un gran aplauso. Sé perfectamente cuánto cuesta salir de ese estado de parálisis en el que a veces nos encontramos por culpa de la depresión, o de un estado de tristeza que aún no definiríamos como depresión, pero que incomoda los días, atrasa tareas, evita invitaciones, posterga cuidados personales… He estado ahí; he ido, he vuelto, he estado a kilómetros, pero también en lo más profundo, así que tengo una idea cercana de lo que para ti ha significado regalarte un momento para leer estas páginas: ¡un gran esfuerzo! Gracias por hacerlo. Te doy la bienvenida a este viaje de sanación física, espiritual y mental.

No soy psicóloga ni terapeuta. Dedico mis días a escribir canciones y a trabajar con mis emociones; soy una persona hipersensible, lo que ayuda a que conecte fácilmente con lo que está en mi entorno. También dicto clases de kundalini yoga, me gusta sanar con hierbas y masajes, cocino para las personas que quiero, me gusta escuchar a la gente y hacerles saber que cuentan conmigo. Tengo la fortuna de saber lo que es el amor incondicional, ese que todo lo puede, que sana, que llena el alma por el simple hecho de existir; ese amor que vive en mi a través de una hija hermosa que decidió venir a este planeta y vivir su experiencia a mi lado. Gracias a ella por eso, gracias a la vida por ella.

Me aterra el sufrimiento de las personas, no solo de las que son cercanas a mí, sino del planeta en general, de la naturaleza, los animales, la humanidad, el dolor en cualquiera de sus presentaciones. Conecto con la posibilidad de ayudar siempre que puedo, y es por eso que quiero compartir contigo la experiencia que tuve a través de la depresión, estando con ella y saliendo de ella, porque no es fácil vivir con esa enfermedad, y porque es difícil que alguien que no la haya transitado pueda entender del todo lo que es convivir con ella.

Sé por lo que estás pasando. Tuve que vivirlo para saber qué se siente estar en depresión, tuve que transitar ese camino para entender qué era lo que estaba sucediendo en mí, por qué me sentía desmotivada y abandonada, y de esa manera saber que debía y podía hacer algo para salir de ahí.

También sé que no es fácil, y que aun sabiendo qué es eso que debemos hacer para soltar las cadenas que nos impiden movernos, no lo hacemos. No precisamente por falta de voluntad, porque, ¡qué más quisiera una persona que sentirse bien! Es tal vez falta de fuerza interior para que la voluntad pueda moverse. Da impotencia y mucho miedo. El miedo que genera reconocerse en ese ser que, a pesar de tener las herramientas para salir de ahí, no lo hace.

Puedo entender la soledad por la que has pasado o estás pasando, porque la he sentido, e incluso aún a veces la siento; la diferencia es que ahora, después del extenso y casi eterno camino (creo que sabes de qué te hablo cuando digo eterno) que tuve que “padecer” para volver a habitar serenamente dentro de mí, conozco las coordenadas que siempre me van a llevar a ese lugar al que necesito ir para estar bien.

Cuando logré salir de ese estado, de lo que para mí se traducía en un dolor que dominaba mi capacidad de ejecutar en su totalidad cualquier tipo de acción a largo plazo, se abrió frente a mis ojos el panorama real de lo que en ese momento era mi vida. Empecé a ver cómo estaba parada en este planeta, mis miedos, mis capacidades, lo que anhelaba tener como vida, y, con la mente despejada y dispuesta, pude ver con claridad hacia dónde quería ir y qué debía hacer para llegar allí. Me di cuenta de que, si entendemos que somos únicos, y si buscamos aquellas energías que se sienten como bálsamo para el alma, que nos aportan paz, nos ayudan, nos hacen sentir amor —bien sean personas, situaciones o cosas—, y con las que nos es fácil vibrar en la misma frecuencia, entenderemos que nada de lo que nos sucede nos afecta de forma involuntaria. O sí, sí nos afecta involuntariamente, pero somos dueños de decidir cómo nos afecta: si lo convertimos en una experiencia negativa o una experiencia positiva para nuestra vida. Sobre eso sí tenemos control, y eso cambia automáticamente su efecto en nosotros, en nuestras emociones.

Entonces, me llegó el inmenso y valioso regalo de darme cuenta de que el mejor apoyo que puedo tener es el mío, que la mejor medicina está siempre en mí, y que solo yo tengo la fuerza necesaria para mover este cuerpo que habito. Agradecí por las personas que me abrigaban en ese momento y me apoyé en ellas y en mí, sin esperar nada de nadie, solo de mí, la única persona a la que verdaderamente puedo controlar. Entendí que, desafortunadamente, a lo largo de nuestro paso por este planeta habrá cosas que tendremos que transitar en soledad, dejando de lado la necesidad de sentir ese apoyo incondicional de la familia o de las personas más cercanas a nuestra vida, sin recibir un abrazo de esa persona para la que siempre estuviste, pero que, ahora que por fin la necesitas, no está disponible. Que tienes que aferrarte a tu ser más profundo y escucharlo; darle lo que necesita, poner atención plena en tu conciencia y continuar de la mano de tu propia verdad, esa que es valiosa para ti, que te indica el camino que debes tomar para llegar a donde quieres. Buscar las respuestas en ti, salir de donde estás y avanzar. En compañía o en soledad, pero avanzar; primero tú y todo lo que quiera avanzar contigo, después cargas con lo demás, si es que aún quieres.

A lo largo de este camino en compañía de la depresión, tendemos a sentirnos abandonados. Pensamos que las personas que siempre nos han acompañado no están para nosotros, pero esto se debe, muchas veces, a que la depresión solo se entiende cuando la has vivido. Cuando has tenido que despertarte todas las mañanas sintiendo que hasta tu propia cabeza te pesa, que la luz del sol inyecta tus pupilas como una tormenta eléctrica en verano, y que si te vuelven a preguntar por esa tarea que llevas tratando de hacer por un mes y no has podido, vas a saltar por la ventana, gritando a los cuatro vientos que ya no puedes más con tu vida.

Es un estado, una sensación, algo tan personal que, ni siquiera haciendo un documental acerca de la vida de una persona en depresión en el que seguimos paso a paso cómo sobrelleva sus días, van a poder entender lo que se siente estar en depresión. Pero es que, ¿cómo le explica uno a una persona el amor que siente por un hijo si nunca lo ha tenido? Es igual de incomprensible. Se necesita mucha empatía en el corazón de una persona para poder acompañarte por lo que estás pasando sin necesidad de entenderlo, sin juzgarte. Pero, siendo honesta contigo, te digo que no debes esperar a que alguien venga a salvarte; la verdad es que no necesitas a nadie para salir de ahí, solo te necesitas a ti. No necesitas de la compasión de nadie, ni que te digan que sienten mucho por lo que estás pasando, porque eres la única persona que puede hacer algo por ti: levantarse a ir a terapia, hacer yoga, cocinar comida nutritiva y saludable, buscar la compañía correcta para el alma. Así que lo único que necesitas es tener empatía con tu propio ser y comenzar a darte eso que necesitas, incluso en contra de tu voluntad. Aprender a sacar esa fuerza que tienes cuando de ayudar a otra persona se trata, pero esta vez hacerlo por ti.

Quiero contarte brevemente la historia de una persona que quiero y admiro mucho, que me ha enseñado del amor propio como pocas personas. Ella, Magdalena, es una alumna que lleva ya algunos años tomando clases conmigo. Cuando empezamos el proceso, estaba batallando con una depresión que estaba empezando a volverse más compleja, y para sumarle a esa lamentable situación, la relación con su esposo estaba pasando por un mal momento. Comenzamos a vernos una vez a la semana, con el compromiso de que la clase que hacíamos, que yo grabo para que los alumnos puedan practicar todos los días por su cuenta, sin que el tema económico sea un impedimento, la practicara todos los días. A las dos semanas, después de hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarse a hacer su práctica, empezó a salir del estado de depresión en el que estaba. Su claridad mental fue tal que pudo sentarse a hablar con su esposo para decirle todo lo que estaba haciéndole un daño inmenso a ella y a la relación. Su vida mejoró en un 100% en solo un mes, después de años de intentarlo to

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